Editan Destino, Planeta y Seix Barral

Ingredientes para un menú de ficción al punto (de intriga)

Concluida la última edición de Madrid Fusión, la cumbre que cada año reúne en Madrid a los gurús mundiales de la Gastronomía, permanecen algunos maridajes interesantes. Y no hablamos estrictamente de cocina. Hablamos de novelas. ¿Y qué tendrá que ver lo uno con lo otro? Pasen y lean.

ondacero.es

Madrid | 03.02.2016 18:46

Literatura y gastronomía
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De esta pasada edición de Madrid Fusión recordaremos, por ejemplo, el día en el que el equipo del Restaurante Arzak presentó una de sus últimas creaciones: cocina sobre virutas de madera, que elaboraron mientras –de fondo- sonaba la guitarra de José Mi Carmona. Guitarra y "aderezo" del plato salidos del mismo taller: el del luthier Vicente Carrillo en Casasimarro, Cuenca.

Horas antes de eso, en una taberna castiza de Madrid, el jefe de innovación de Arzak, Xabier Gutiérrez, hablaba en amena conversación con la prensa de otro "experimento" –en el buen sentido- que va cogiendo cuerpo: el noir gastronómico El bouquet del miedo (Destino), su segunda entrega de una serie de cuatro novelas de intriga protagonizadas por el subcomisario Vicente Parra. En esta ocasión, el agente tendrá que resolver un crimen que lo llevará a adentrase en dos ambientes: el de las bodegas y el de la televisión. Ambos, con un común denominador, según el autor: la ambición que mueve a quienes se desenvuelven en ellos.

Otra propuesta literaria que nos llegó en la semana de Madrid Fusión fue Pan de limón con semillas de amapola (Planeta), de Cristina Campos. Dos hermanas, que llevan años separadas, volverán a encontrarse cuando una desconocida les deja en herencia una panadería en un pueblecito del interior de Mallorca. ¿Por qué a ellas? Ese es el misterio que, en este caso, guiará al lector a través de un relato intimista que trata "temas profundos" –en palabras de la autora- como el de la amistad que un grupo de mujeres amasará entre las paredes de la antigua tahona. Cada capítulo arranca con una receta, en un homenaje que Campos ha querido hacer a Como agua para chocolate, de Laura Esquivel.

Esa fórmula la emplea también Beatriz Rodríguez en la mitad de los capítulos de Cuando éramos ángeles (Seix Barral), su segunda novela. Arranca con un asesinato, el de Fran Borrego, pero parte del relato indaga en la maraña de relaciones que los personajes construyeron en la adolescencia y que acabará condicionando el resto de sus vidas. Todo sucede en el ecosistema cerrado de un pequeño pueblo de sierra: Fuentegrande. Y el guiño gastronómico ofrece al lector la pista geográfica definitiva. La acción se sitúa en la Andalucía natal de la autora. Y, aunque ella se declara influida por los escritores anglosajones, algunos de los pasajes inducen, por su aridez, su rotundidad y su fuerza, a acordarse del gran Delibes.