PUNTA NORTE

Javier Cancho: "En realidad, la luz nos deja ciegos"

Hoy en Punta Norte echamos la vista atrás. Eran las 4 y media de la mañana del 17 de enero de 1994. En aquel preciso instante un terremoto de casi 7 grados de magnitud sacudió la ciudad de Los Ángeles. Y…hubo un gran apagón.

ondacero.es

Madrid | 06.03.2022 12:01

Toda la ciudad se quedó sin luz y cuando las gentes de Los Ángeles, en plena madrugada, salieron a la calle, entonces, vieron algo que no habían visto nunca. Lo primero que observaron algunos, al salir de sus portales, fue a otros mirando el cielo con cara de un asombro máximo. Instintivamente miraron hacia arriba…y entonces lo vieron. Contemplaron el firmamento como nunca antes lo habían presenciado. Porque la ausencia de luz les devolvió la mirada sobre uno de los espectáculos naturales más fascinantes que existen. Es la mirada sobre la Vía Láctea. Se trata de una galaxia que contiene unos cien mil millones de estrellas. Y allí estaba, había allí arriba una inmensa estela de estrellas que la contaminación lumínica había borrado desde hacía varias generaciones. En realidad, tanta luz, en cierto modo, nos ha dejado ciegos. En cierto modo vivimos a ciegas si no podemos vemos contemplar nuestro lugar en el Universo.

Lo más cómico de todo que puede encontrarse entre las crónicas que se hicieron de aquel movimiento telúrico es que, fijaos, algunas personas llamaron al 112 de la Ciudad de los Ángeles…llamaron alertaron de que algo le pasaba al cielo. Estaban desconcertados viendo cómo de diáfana resulta la Vía Láctea cuando no hay contaminación en el cielo. Algunos pensaron que lo que había ocurrido no era un terremoto…pensaron que era una invasión alienígena. Unos cuantos llamaron al 112 y al Observatorio Griffith, de Los Ángeles, para informar de la presencia de extraños objetos no identificados en el cielo. Cuando lo que estaban viendo era, sencillamente, un amplio manto de estrellas. Era la cúpula celestial.

Aproximadamente el 99 por ciento de la gente que vive en Europa y Estados Unidos solo ve una tenue aproximación de las estrellas en el cielo nocturno. Lo que vemos es una insignificancia de lo que en realidad es. Lo que miramos, si es que miramos al cielo, es para ver una difusa niebla. El reflejo turbador de la luz eléctrica convierte en opaca la mirada nocturna. Lo que vemos no es nada que se acerque al firmamento luminoso del que nuestros ancestros eran testigos, cada noche. Cada noche antes de que el ser humano dispusiera de la electricidad tal y como de la electricidad disponemos.

El Nuevo Atlas Mundial del Brillo Artificial del Cielo Nocturno revela que el 83 por ciento de la población mundial no tiene posibilidades de ver el cielo como realmente es. Ocho de cada diez humanos viven bajo cielos contaminados. Tanta luz, tanto brillo artificial en el cielo nocturno plantea unas cuantas preguntas. Por ejemplo, no estaremos presenciando sin reparar en ello, cada noche, uno enorme desperdicio de energía. Cuando la energía está siendo la madre del cordero de la mayoría de las tensiones geopolíticas del nuevo milenio. También hay algunas certezas: tanto chorreo de luz condiciona la vida y la muerte de muchas especies animales con hábitos nocturnos.

Especialmente afecta a los insectos. Qué países son los más y los menos contaminados por la luz artificial. El país con el peor cielo nocturno del planeta Tierra es Singapur. Allí, toda su población, toda, vive bajo un cielo nocturno tan brillante que el ojo no puede adaptarse plenamente a la oscuridad. Para encontrar la oscuridad hay que propiciarla en un cuarto sellado. Después aparecen países como Kuwait, Catar, Emiratos Árabes, Arabia Saudi…en fin. Luego, en la lista de los cielos despejados están países africanos como Chad, República Centroafricana y Madagascar. En estos lugares, tres cuartas partes de su población disponen de un cielo nocturno intacto. Está claro que la vida en las ciudades tiene muchas ventajas culturales, con acceso y cercanía a otros servicios esenciales. Pero, al tiempo también cabe plantearse si hay otra forma, más razonable, de manejar la luz. O el sonido. Este sonido lo grabamos anoche en el centro de Madrid. Es un ambiente que nos resulta familiar. Pero, al tiempo, pasado cierto tiempo nos satura. Nuestra mente nos reclama salir fuera, reencontrarnos con lo que durante miles de años fue nuestro entorno de vida. Nuestra mente, nuestro ser nos reclama contacto con la naturaleza.

Asociamos tranquilidad con naturaleza. Y hoy estamos vinculando la calma, la sensación, el asombro, la maravilla…todo eso, lo conectamos con la búsqueda de la oscuridad, buscar la oscuridad para contemplar la luz verdadera que es la que ilumina esa cúpula celestial de la que hablábamos al principio. Y aquí en España hay unos cuantos lugares donde todavía se puede mirar el firmamento sin interferencias artificiales. Uno de esos parajes formidables conectados con el cielo es Sierra Morena. Sierra Morena con esos monumentales bosques de encinas con las estrellas en lo alto. La sierra sur de Jaén es buen sitio. Lo es Menorca, donde se puede mirar a la cúspide universal desde la Cala Macarella; pero, también en otros lugares de la isla. Mencionamos, además, el norte de Gredos, con lugares como San Martín del Pimpollar u Hoyos del Espino. No olvidamos Monfragüe, el parque nacional. También está otro parque nacional, el de la Illas Atlánticas de Galicia, en las Rías Baixas. En este recorrido, no olvidamos los valles de Leza, Jubera, Cidacos y Alhama, en las comarcas riojanas. Apuntamos como enclave potente el Irineo de Lleida, con el Parque Nacional de Aigüestortes. O la Sierra de Albarracín o la Serranía de Cuenca. O el Teide, en Tenerife. También lo es la isla de La Palma.

Rastrear el cielo es uno de los mejores pasatiempos que pueden hacerse con la infancia. ¿Habéis probado alguna vez a intentar ubicar la constelación de las Pléyades? También conocida como la constelación de “las siete hermanas”. Las Pléyades es uno de los lugares celestes más célebres y conocidos de la historia de la humanidad. Son como los Rolling Stones de los parajes astronómicos. Las Pléyades eran conocidas en las culturas maya, azteca e inca. Hay referencias a esa constelación en la Biblia o en la Ilíada. Son fáciles de ubicar. Son un cúmulo estelar abierto. Es decir, llegará un día en el que esas estrellas se separarán. Ahí arriba -en esa constelación hay muchas enanas marrones. Y luego está el asunto de que está rodeada de una nebulosa de reflexión. Es una gran nube de gas y polvo que refleja la luz que emiten las Pléyades dando al conjunto un tono azulado muy reconocible. Están cerca de la Tierra, a sólo 444 años luz. La mejor época del año para divisarlas ya ha pasado. Aunque aún se pueden apreciar a primera hora de la noche. De ahí lo del rastreo con la infancia.

Durante lo que queda de marzo, qué se puede ver mejor. Verás, este mes concretamente asistiremos al equinoccio de primavera, que es el momento en el que el Sol pasa de estar por debajo del ecuador celeste a estar por encima, visto desde el hemisferio norte. Sucederá el 20 de marzo. Pero, pensando en la noche. Durante marzo van cobrando protagonismo en el cielo constelaciones como Géminis, Cáncer, Leo o Virgo. Aunque, ojo son constelaciones, muy conocidas por ser parte del asunto esotérico del horóscopo, pero son más difíciles de identificar que otras como Orión. Mientras que en los planetas hay algunas visibilidades llamativas. La más flipante será la triple conjunción de Saturno, Venus y Marte. Serían visibles con su máximo esplendor durante las primeras horas del 28 de marzo, cuando a esos tres planetas se sume una luna menguante.