El alto tribunal, el que tiene que fallar en casos pendientes muy relevantes, se contradice a sí mismo, abre la puerta a los que le exigen rectificaciones en otros asuntos y aviva la sospecha de que se ha sometido a presiones. Todo fantástico. Pero no menos interesante la carrera desaforada de los partidos por demostrar quien es más solidario con los ciudadanos.
Al parecer en 20 años no se habían dado cuenta de lo injusto que era el sistema. Y ahora todos quieren apuntarse el tanto. Incluído el presidente del gobierno, cuya alergia a las comparecencias públicas se ha curado de golpe y sin conocer el fondo de la sentencia se apresura a anunciar que esto lo va a cambiar él.