Ahora que estamos casi todos de vuelta y de vuelta de casi todo: Inventemos una vida en la que todo sea posible. En la que, el que menos tenga, lo tenga todo. En la que el amor no entienda de retos, ni de trucos ni de tratas.
Inventemos una vida en la que lo malo esté siempre por venir y esté tan lejos que no llegue nunca. En la que la sensibilidad sea una ciencia exacta y en la que los matemáticos dejen de tener problemas y nos enseñen a empezar de cero.
Inventemos una vida en la que la mayor tristeza empiece con una carcajada pequeña, en la que las cosas sean más sencillas, que no más simples. En la que seamos capaces de mirar hacia arriba y de frente. En la que no tengamos miedo a equivocarnos porque de cada error surja otra oportunidad.
Inventemos una vida sin miedos, sin ratas, sin pesadillas, sin silencios incómodos, sin miradas perdidas salvo porque estén buscando algo y lo encuentren, en la que lo peor que pueda pasar es que te quieran e importes.
Inventemos una vida que nos haga pensar lo injusto y le pongamos solución. En la que la realidad se parezca a la mejor ficción, sin que la supere para mal.
Una vida sin diablos al volante, sin brutos alados, sin tontos con balcón.
Inventemos una vida que no se parezca en nada a la muerte, a la soledad, a la distancia, al lado oscuro.
Que le den todo el oro del mundo a los ingenieros, a los científicos, a los inventores y que no paren hasta conseguir una vida y una muerte digna para todos, a ser posible gratis y que no se acabe nunca.
Inventemos una vida en la que podamos estar juntos y no tan revueltos.
Y si estamos revueltos, que no seamos las setas.
