Lo que hasta hace poco parecía solo ciencia ficción comienza a perfilarse con calendario: la NASA investiga ya protocolos de animación suspendida —un letargo controlado que reduce temperatura, ritmo cardíaco y metabolismo— con la ilusión de ahorrar recursos en viajes espaciales y, al mismo tiempo, abrir nuevas posibilidades en medicina. No se trata de dormir ininterrumpidamente como en las películas, sino de ciclos controlados de actividad reducida con microdespertares para evitar daños a largo plazo. Según las estimaciones manejadas, las primeras pruebas en humanos podrían materializarse en diez o quince años, un horizonte que resulta tan inquietante como fascinante. La hibernación no es simplemente dormir mucho: es un estado biológico en el que el organismo reduce drásticamente su gasto energético —bajan la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca y el consumo de oxígeno— para sobrevivir a periodos de frío, escasez o estrés ambiental. La hibernación es una forma de dormancia, pero no la única: existen la estivación (letargo en verano) o formas de detención embrionaria en distintas especies. Como explica Larraitz Etxeberria, bióloga y técnica de iniciativas de la Fundación Kutxa, "los animales usan cambios en la luz y la temperatura para sincronizar la entrada en dormancia; acumulan grasa, segregan hormonas concretas y preparan el cuerpo para el ahorro extremo". Osos, marmotas, murciélagos, erizos o algunas aves, como los colibrís, y reptiles son maestros en estas estrategias: hay marmotas que hibernan más de seis meses y especies que, en condiciones de estivación, pueden sobrevivir años aletargadas. Aplicaciones médicas: hipotermia terapéutica, 'hora dorada' y nuevas terapias El conocimiento sobre la hibernación está ya inspirando aplicaciones clínicas reales. La hipotermia terapéutica se utiliza hoy para proteger el cerebro en operaciones cardíacas o tras paradas cardiorrespiratorias; enfriar al paciente reduce el daño por falta de oxígeno. El caso de Anna Bågenholm, la esquiadora noruega cuyo cuerpo llegó a 13,7 ºC tras caer bajo el hielo y que sobrevivió, ilustra hasta qué punto el enfriamiento puede ralentizar procesos metabólicos extremos. Para José Luis Villanueva, biólogo evolutivo y especialista en bioinformática del Hospital Clínic de Barcelona, la posibilidad de inducir estados parecidos a la hibernación podría ampliar la llamada hora dorada en emergencias —ese margen decisivo tras un trauma— permitiendo ganar tiempo para intervenciones que salven órganos y vidas. Además, estudiar cómo los hibernantes revierten resistencias a la insulina o daños neuronales al despertar puede ofrecer pistas para tratar diabetes, Alzheimer y otras enfermedades metabólicas o neurodegenerativas.