Como corresponde a sus funciones, trató de no molestar a nadie y de no entrar de forma directa en los problemas políticos. Hay que leerlo entre líneas, como las señales del cielo, para saber que habló de todo, desde Cataluña a los riesgos extremistas, como un catálogo de sus "serias preocupaciones".
Los cambios sociales y tecnológicos fueron su escudo y disculpa. Y sus finalidades, estas dos: frente el pesimismo general, una llamada al optimismo basada en la realidad objetiva del país, un Estado fuerte y la vitalidad social.
Y frente a las incertidumbres, la palabra más repetida: confianza. Pero atención: es una confianza en la sociedad, una delegación en la sociedad y no en la clase política, del impulso que necesita este país.
Las respuestas y reacciones, otro clásico: rechazo independentista, porque el Rey representa la unidad del Estado, miserable alocución de Torra, aplauso constitucionalista.
Y la sorpresa, el tono de Echenique, que intuye "un mejor olfato político" en Felipe VI y dará para muchas interpretaciones. Como esta: ¿ha iniciado Podemos un viraje hacia la aceptación de la Monarquía?
De momento solo es un indicio. Pero interesante: de la misma forma que el PSOE consolidó a Juan Carlos I en 1982, a lo mejor Podemos legitima a Felipe VI 37 años después.
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