Por prudencia, me quedo con la primera: el ámbito más estable. Y además, el de mejores resultados: en este primer año de la coalición se firmaron seis acuerdos tripartitos de gobierno, empresarios y sindicatos. Se habló, se negoció y se pactó.
Quizá sea la gran clave de la paz social que se vive en un clima propicio para la revuelta por el empleo perdido, los salarios reducidos, el castigo a las clases menos favorecidas y el aumento de la desigualdad. Ahora, si no hay trampas políticas ni trucos en la letra pequeña, llevar a ese ámbito los criterios de reparto o inversión de los fondos europeos es una sabia decisión que eliminará tensiones.
Y si hoy se llega a esa foto en La Moncloa, una más, es porque antes hubo una negociación discreta en medio de todo el ruido y las turbulencias de los pactos y no pactos de los Presupuestos.
Si queda tiempo para decir algo más, lo digo: espero que ese dinero que caerá del cielo europeo se destine a buscar inversiones de futuro. Inversiones de futuro son las que se diseñan con luces largas.
Son, para entendernos, las contrarias al Plan E del año 2008, en que tanto se gastó, según el tópico, en adecentar rotondas. Son las que permiten avanzar hacia un nuevo modelo productivo, que es lo que espera y necesita nuestra economía desde hace decenios. Son las que permiten modernizar esa economía para el momento en que acabe la pandemia. Y son o serán las que hablarán de la auténtica grandeza de quienes dirigen el país.
