Los hechos lo confirman: los acuerdos políticos se alcanzan cuando no hay elecciones a la vista. Quizá haya que hacer un estudio más riguroso sobre la coincidencia de periodos electorales y aumento de la crispación.
Daría dos resultados: uno, la evidencia histórica de que las grandes reformas solo se pueden hacer al principio de las legislaturas, cuando las urnas quedan lejos y no hay electricidad electoralista. Y segundo, que desde 2015 hubo en España cinco elecciones generales, municipales, autonómicas, europeas, gallegas, andaluzas, vascas y catalanas. Es decir, que estuvimos en periodo electoral permanente.
Dice Daniel Inerarity que las elecciones alteran el paisaje político. Es verdad. Hacen al aspirante más agresivo. El ambiente es de combate de boxeo. Los líderes sobreactúan y presentan al adversario como encarnación de todos los males. La lucha por el voto tiene algo de encantamiento del público, pero también de lucha de carneros y de berrea. En esas condiciones, hablar de acuerdos desentona, porque alguien lo puede percibir como debilidad.
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Conclusiones. Primera: a tu pregunta de si los líderes reducen su sobreactuación sin elecciones, respuesta absolutamente afirmativa. Segunda: las elecciones son la esencia de la democracia, pero crispan y, si son constantes, impiden visiones a largo plazo. Y tercera: elecciones, sí, por supuesto, pero más concentradas. Si los políticos quieren llevarse bien, eviten vivir en permanente campaña electoral.