El teletrabajo no está en las posibilidades de nuestra industria ni en nuestro hábitos. Tampoco nos gusta cambiar de oficio, ni de ciudad, pero la epidemia que se avecina implica un salto cultural que a todos nos concierne.
Recelan los empresarios muchas veces del empleado que trabaja sin vigilancia. Y el empleado a veces da motivos. Especialmente quienes tienden a ausentarse por enfermedades fingidas. O que se ausentan del trabajo incluso cuando están en la oficina.
Tendremos que aprendernos a fiarnos los unos de los otros. Ya tenemos edades adultas. Y ya deberíamos ejercer la responsabilidad. Terminar la tarea sin ir a la colocación. No fichar. Y hacer las cuentas con uno mismo.
Habrá excepciones. Habrá empleados que harán del teletrabajo no una forma de trabajar lejos de la oficina, sino lejos del trabajo mismo, o sea, de las faenas encomendadas. Desde casa las administramos de manera menos coincienzuda. Nadie nos vigila.