Monólogo de Alsina: "Sánchez llamará a la puerta de ERC para las abstenciones y regateará con Iglesias los ministerios"
Nuestra primera mañana de radio en Lerma, a la vera del Arlanza y dominando desde aquí media provincia de Burgos.
Si usted no conoce Lerma, no deje de venir en cuanto pueda porque tiene aquí reunidas algunas de las joyas de nuestro patrimonio arquitectónico de la época de los Felipes. En concreto, del tercero. El hijo de Felipe II que llegó a rey porque fue el único varón que sobrevivió a la infancia. Si en la sierra de Madrid levantó Juan de Herrera El Escorial, en lo más alto de Lerma levantó Francisco de Mora el Palacio Ducal. Al que puede usted venir a contar balcones porque ahora es Parador de Turismo.
Aquí estuvo en abril la reina Letizia, recibida con el mismo fervor con que hoy no están recibiendo a nosotros, para inaugurar Las Edades del Hombre, que es lo que hoy nos trae a nosotros a Lerma para compartir con ustedes historias de ángeles e historias de ángeles caídos, es decir, demonios. Y naturalmente hablaremos de política. De jefes de gobierno que si hubieran tenido que hacer declaración de bienes habrían dejado pasmado aMarcos de Quinto(qué decir en Lerma del duque de Lerma, ¿verdad?) y de curas guerreros que asaltaban cuarteles militares: qué decir el Lerma del cura Merino, líder guerrillero de la guerra contra Napoleón que detestaba a los franceses tanto como detestaba a los liberales (que lo sepaAlbert Rivera). El cura Merino lermeño al que no debe usted confundir con el de los Episodios Nacionales, que ése a quien detestaba era a Isabel II.
¿Cómo tenemos la España de 2019, siempre a medio hacer?
Pues en puertas ya de la elección de los alcaldes el sábado, se despejó anoche otra de las incógnitas autonómica: la de esta tierra. En Castilla y León el nuevo presidente será Fernández Mañueco, del PP, y el vicepresidente Francisco Igea, Ciudadanos. Los naranjas han escogido pareja y anunciaron anoche el casamiento. Consiguen algunos sillones interesantes: la alcaldía de Burgos, la de Palencia y la diputación de Segovia. Así que el nuevo alcalde de Burgos, que es la segunda ciudad de esta provincia (porque la primera es Lerma) se llama Vicente Marañón y es de color naranja. Bueno, él preferirá que digamos que es liberal.
De las cuatro regiones en las que el PSOE, ganador de las elecciones, confiaba en poder atraerse a Ciudadanos ahora que ya no le llama trifachito y cosas así —a saber: Madrid, Murcia, Aragón, Castilla y León—, sólo queda por despejar Aragón: en las otras tres la renovación consiste en que antes gobernaba el PP y ahora gobernará el PP con Ciudadanos. La renovación bien entendida empieza por uno mismo.
¿Qué queda por despejar?
Pues mire, quién gobierna Aragón y quién gobierna el Ayuntamiento de Madrid. Y si ambas cosas están relacionadas: alcaldía de Madrid para el PP y presidencia de Aragón (la única autonómica que tendría) para Ciudadanos en la persona de Daniel Pérez Calvo.
Y queda por despejar si en Canarias le sale a Coalición Canaria la carambola que está intentando ya a la desesperada: un pacto a cuatro con el PP, Ciudadanos y Nueva Canarias ofreciendo la presidencia al PP. Lo más llamativo, visto desde fuera de Canarias, es que en las islas quienes habían alcanzado un preacuerdo en algunos municipios y cabildos eran el PP y el PSOE. Digo visto desde fuera porque visto desde dentro de Canarias no hay pacto a estas alturas que pueda sorprender a nadie. Aquí ha pactado ya alguna vez todo el mundo con todo el mundo.
Y queda por despejar la investidura de Sánchez. Y en esto es obligado, cada mañana, escuchar a José Luis Ábalos. ¿Pagará Sánchez el precio que le ha puesto Podemos, ministros morados en un gobierno de coalición?
Los números son los que son: sin el PP y sin Ciudadanos —agarrados a la bandera del no es no— sólo sale la investidura con Podemos, el PNV y algún otro socio que, como poco, se abstenga. De manera que Sánchez llamará a la puerta de Esquerra si hacen falta sus abstenciones y regateará con Iglesias cuántos ministerios y con qué personas. Pero el modelo para Podemos es Valencia y en Valencia Ximo Puigha tenido que tragar y darles una vicepresidencia. No es Iglesias, por tanto, quien se ha movido de su posición esta semana. Es Sánchez quien ha abierto camino a un gobierno de coalición al que se empeña en que todos le cambiemos el nombre.
En el Supremo, visto para sentencia eljuicio por rebelión con abogados defensores y procesados martilleándole al tribunal una misma idea: si sentencia que hubo rebelión, o sedición, será culpable de que la situación en Cataluña empeore. Pero si opta por dejarlo sólo en desobediencia al Constitucional, entonces contribuirá, qué estupendo, a la paz social, la concordia y el hermoso entendimiento democrático.
Pelillos a la mar, magistrados, pasen página de este obstáculo imprevisto en la revolución de las sonrisas y háganse querer por el coro independentista proclamando que Junquerasy compañía sólo cometieron un error de cálculo político. Pelillos a la mar y Rufián dejará de decir que todos los jueces del Supremo son franquistas.
En su alegato final dijo Junqueras (el coautor, con Puigdemont, de la hoja de ruta que condujo al primero de octubre y la proclamación de la independencia) que el tribunal ha dedevolver la cuestión catalana al terreno de la política. De la buena política.
Hombre, igual lo primero es admitir que fueron él y Puigdemont, con sus subalternos Rull,Turull, Forcadell y los Jordis, quienes sacaron la cuestión del terreno de la política. Porque no es política —mucho menos buena política— hacer volar por los aires las normas, hacerle una peineta tras otra al Tribunal Constitucional, pisotear los derechos de los grupos del Parlament y utilizar el rodillo de la mayoría absoluta para inventar derechos inexistentes. Nada tuvo de política —mucho menos de buena política— intentar imponer al resto de los ciudadanos la autodeterminación por las bravas. El diálogo para los dirigentes independentistas siempre significó que los demás se resignen, o se rindan, a la falacia del derecho a decidir. A que traguen. A todo eso la fiscalía le llama actuaciones delictivas, no buena política, y Junqueras lo despacha como simples errores de un gobernante humano.
Éste era el mensaje de fondo: piensen en términos políticos y hagan una sentencia política. Extraordinaria paradoja en boca de quienes se han cansado de denunciar que éste era un juicio político.
Esto de aflojar, conceder, contentar, destensar no deja de ser el mismo estribillo que lleva sonando hace siete años, pero en versión metámosla presión a estos siete jueces del Supremo. El mismo estribillo porque ya sonó en los oídos de Rajoy que con una política suave, de dejar hacer, de mirar para otro lado si Artur Mas se empeñaba en poner urnas de cartón, de aprobar inversiones y deuda pública para financiar la Generalitat, de creer que Junqueras evitaría que el referéndum llegara a celebrarse, conseguiría que bajara el souflé del que habló una vezPasqual Maragall.
El Tribunal establecerá qué delitos cometieron —si es que cometieron alguno— y qué delitos no cometieron —si es que no cometieron alguno de los que se les imputan—. Pero es de una ingenuidad inasumible pensar que si la crisis va a más será producto de una sentencia (ya fue a más, hasta la proclamación de la independencia sin sentencia alguna) y que si la sentencia es muy suave el independentismo aparcará para siempre su empeño de imponer la autodeterminación al precio que sea. No lo hará. Ha convertido esa imposición en la esencia de su actividad política, parlamentaria e institucional.