MONÓLOGO DE ALSINA

Monólogo de Alsina: "Se rindió Blatter y es raro"

A las ocho de la mañana, las siete en Canarias. Les digo una cosa. Otra vez elecciones. No me digan que no se alegran. Otra vez elecciones…en la FIFA. Con entusiasmo amanecen los delegados de las federaciones nacionales de fútbol: otra vez un viaje de placer a Suiza a disfrutar del mercedes, el caviar y la piscina climatizada del hotel de cinco estrellas. “Si fuera por nosotros”, piensan los fifos, “hacíamos elecciones todos los días”. Se rindió Joseph Blatter.

Carlos Alsina

Madrid | 03.06.2015 08:11

Cuatro días después de salir elegido, va el tipo y dimite. No hay que ser Papuchi para saber que esto es raro, raro, raro. La guerra de la FIFA la había ganado Rusia y ahora se da todo la vuelta y la va ganando Estados Unidos. La primera persona en celebrar anoche la dimisión de Blatter fue una persona jurídica: la Coca Cola. “Celebramos la decisión por el fútbol y sus aficionados”, dijo el principal patrocinador de los mundiales de fútbol. Contagiando sonrisas.

¿Habrá mundial en Qatar en 2022? No lo dén por hecho.

¿Habrá mundial en Rusia en 2018? Tampoco es seguro.

Los anfitriones de las dos próximas copas del mundo “no deberían dormir tranquilos”, dijo anoche un señor que se llama Greg Dyke y que preside el fútbol británico. Es hora de limpiar la FIFA y de revisar toda la basura de estos últimos años. Incluido, o empezando, por esto que en Washington consideran la vergüenza de entregarle un mundial al presidente ruso. Vladimir Putin debe de estar entrenando ya a su cuerpo de operaciones especiales, marca blanca, por si hubiera que invadir la FIFA para anexionársela: si funcionó en Crimea por qué no va a funcionar en Suiza.

El caudillo ruso amanece fumando en pipa. Aguantó la embestida americana, hizo de primo de zumosol de Blatter, celebró que éste ganara con la limpieza de siempre las elecciones, y cuatro días después el ahijado se le rinde. Cobarde Blatter, debe de estar pensando Putin, a Chechenia lo mandaba a hacerse un hombre. Qué le ha pasado al presidente de la FIFA, qué mensaje o a qué mensajero ha recibido en las últimas horas, qué sugerencia, revelación o amenaza le ha llegado para tratarse a sí mismo como un calcetín, darse la vuelta, y donde dije “sigo” ahora digo “uff, casi que me largo”. Qué ha pasado aquí, oiga. Cuál es la pistola humeante, como dice Greg Dyke, el británico.

The smoking gun. La prueba incriminatoria. El soborno del que Blatter era imposible que no supiera nada. Está por ver si en breve se difunde. Pero Obama, callado como una puerta, se ha cobrado una pieza de caza mayor. En el conflicto internacional en que se ha convertido esto de la FIFA, ganan la Casa Blanca y los gobiernos europeos (exceptúese el español, en fuera de juego y con Villar blattereando) y pierde el Kremlin.

Ya ni de fútbol pueden hablar los líderes mundiales.

Los nuestros sí. Los nuestros son muy de hablar de fútbol y del calor que hace mientras están presentes las cámaras de televisión inmortalizando sus encuentros. Luego ya se van las cámaras y se ponen a hablar en serio.

Políticos que por fin se conocen personalmente. Esto lo que tienen los gobiernos en minoría, que engrasan mucho las relaciones personales entre adversarios que hasta hace diez minutos se ponían mutuamente como un trapo. Habrá que repetirlo cada vez que llega una campaña: aunque unos y otros se aticen sin medida, aunque parezca que se detestan tanto que jamás podrán compartir nada, todo es cuento. Absténgase la próxima vez los finos analistas de advertirle al PP que si le arrea demasiado a Ciudadanos no podrá contar después con ellos. Las urnas marcan el borrón y cuenta nueva. Da igual lo que se hayan dicho antes, a partir del escrutinio pasan de la impostura mitinera a la negociación en serio, que no consiste en caerse simpáticos sino en intercambiar ámbitos de influencia. Cuando ayer se personó Albert Rivera —la novia a la que todos cortejan— en la Moncloa no saltaron las alarmas avisando de la entrada de “el jefe de esa pandilla de aficionados que va por los bares reclutando candidatos”, ¿verdad? No le recibieron los servicios de protocolo diciéndole: “Buenas tardes, Naranjito”. No le dijo Rajoy “encantado de conocerte, charlatán, luquidador del AVE, amigo de Garicano”. Y por supuesto, tampoco le respondió Rivera “muchas gracias por la invitación, jefe de la banda organizada, padrino de Bárcenas”.

Todo esto se queda fuera. Son palomitas para tener entretenida a la militancia.

Rajoy recibió por primera vez a Albert Rivera en la Moncloa. En su calidad de… En su calidad de… En su calidad de líder del partido al que el PP necesita para mantener unos cuantos gobiernos. De eso, naturalmente, iba la cosa. Hasta ayer nunca convocó el presidente a Rivera porque, después de todo (esto lo explicaban bien en Moncloa) carecía de representación en las Cortes nacionales. Bien, sigue careciendo de ella. Pero ahora ya se le recibe. Se abre la duda de si Rajoy invitará a comer ahora a Pablo Iglesias. “Buenos días, bolivariano insolvente”. “Buenos días, mayordomo del Ibex, jefe corrupto de la casta”.

Aunque la reunión con Rivera fuera en Presidencia del gobierno no es un secreto que Rajoy actuó más como presidente de partido. O sin el “más”, actuó como presidente de un partido que trata de asegurarse el apoyo del otro. Seguro que hubo alusiones a lo radical que es la izquierda radical y lo nacionalista que es la izquierda nacionalista. No como tú y como yo, Albert, que somos gente razonable, moderada y sensata.

Antes había estado Rivera con Pedro Sánchez. Que tiene dicho que Ciudadanos es la derecha civilizada. Y que tiene claro que pactar con esta derecha no le causa las erupciones cutáneas que, en apariencia, le provoca sentarse a hablar con la otra, la del PP. De cómo les fue se sabe poco tirando a nada. La discreción, ya saben. Hablarían, seguro, de la comunidad valenciana, donde coinciden Sánchez y Rivera en querer frenar las aspiraciones de Mónica Oltra, Compromís, y hablarían de Madrid. Donde Sánchez quiere a Gabilondo de presidente al precio que sea y donde Ciudadanos aún no se manifiesta. Se carga de argumentos, por si acaso, Rivera, por si acabara dándole la espalda a Cristina Cifuentes. Dos líneas ya en el argumentario: que en la lista del PP hay personas investigadas que podrían acabar siendo imputadas y que Cifuentes no garantiza que todos sus diputados voten lo mismo porque la lista se la hizo Aguirre. ¿Es una forma de meter presión al PP y mejorar el precio, o está allanando el camino al pacto con Gabilondo? Pronto para saberlo. La negociación está empezando.

El líder de Ciudadanos disfruta de sentirse cortejado y de tener tan buenas cartas. ¿Quién dijo que el resultado de las urnas había sido malo? El juego tiene fecha de caducidad. Llegará el día, y el momento, en que habrá de tomar partido por unos gobiernos o por otros.