Aunque la dirección nacional del PP se revuelva ahora ofendida porque Rita Barberá le ha hecho la madre de todas las peinetas, ella tiene razón en una cosa: su partido no le estaría pidiendo la renuncia si no fuera porque hay unas elecciones en dos domingos y porque Rajoy aún confía en ser investido presidente con el voto de Ciudadanos y la abstención de otros. El PP no le pide la dimisión por convicción moral o porque así lo exijan los estatutos del partido. Anteayer lo recordó, sin darse cuenta, el ministro Catalá: en el PP sólo se le exige que se vaya a quien sea procesado. El imputado puede quedarse. Según quién sea. Barberá se lo ha escuchado decir a Rajoy tantas veces como cualquiera de nosotros: "Hay que estudiar cada caso porque no se puede ser injusto con alguien que aún no se sabe si ha hecho algo".
Ésta ha sido, hasta hoy, la doctrina Rajoy. Su prioridad: no ser injusto con alguien sólo porque la oposición, los comentaristas, los tuiteros, estén pidiendo su cabeza. La señora Barberá se acoge a esta doctrina y dice lo que siempre dijo: soy inocente, nadie me ha procesado, no veo por qué voy a tener que abandonar. Si Rajoy ha cambiado de criterio para que Ciudadanos le haga presidente me parece muy bien, pero en las estatutos de mi partido eso no lo pone. En rigor, tiene razón. En esto. En lo de que el escaño es suyo ya tiene menos. La ley la ampara si opta por atornillarse y nadie va a poder despegarla del asiento. Pero ahí la coherencia brilla por su ausencia.
Miren, a quien le hubieran dicho hace dos años que Rita Barberá acabaría huyendo del PP habría pensado que eso era imposible que pasara. Pero a quien le hubieran dicho que Rajoy acabaría empujando a Barberá por un barranco…eso sí le habría parecido posible. Cuando alguien, por muy relevante que haya sido en un partido político, se convierte en un peso muerto, está sentenciado. O tiene munición letal con la que negociar, o puede darse por amortizado. Rita Barberá se convirtió en peso muerto el día que perdió la alcaldía de Valencia. Si estás gobernando en algún sitio, el partido te apuntala. Si no, tu cabeza no vale nada. La carrera política de Barberá terminó hace meses. Es imposible que ella misma no se haya dado cuenta.
Ésta es, al final, la razón de que Barberá tenga escaño en el Senado. Que perdió el poder y fue recolocada. Como tantos otros barones caídos de PP y PSOE. La designación autonómica. La senda de los elefantes. El portillo para acceder al Senado. Ella pidió al partido que la hicieran senadora y el partido atendió la petición en agradecimiento a los servicios prestados. La propuso senadora por designación autonómica y las Cortes Valencianas lo aprobaron. Éste es el punto en que su comunicado de ayer hace agua. Es senadora en representación de ese parlamento autonómico. Si éste, por voluntad de todos los grupos, le exigiera la renuncia, por coherencia debería presentarla.
Qué razón puede tener Susana Díaz para abandonar por un día su mudez y recordarnos a todos cuántos escaños tiene el PSOE.
Que Rajoy se quite de en medio pero que el PSOE se quede en la oposición. Ésta es la tesis susánica. Cobrarse la cabeza de Rajoy y dejar gobernar al PP e en minoría.
Qué razón puede tener Susana para recordar que su partido sólo tiene 85 diputados salvo torpedear el argumentario que está entonando en sus mítines Sánchez. Éste que dice que la prioridad en España es la regeneración, sacar del gobierno al PP a través de un acuerdo, de mínimos, de Ciudadanos, Podemos y el PSOE. Cuanto más insiste Sánchez en que Podemos y Ciudadanos dejen de vetarse mutuamente más crece la impresión, en San Telmo, de que está intentando postularse de nuevo como presidente atando de manos a los barones críticos. Les está escociendo a estos que el secretario general sostenga que la militancia está con él, o sea, contra ellos.
A medida que se acerca el 25 de septiembre —elecciones en Galicia y Euskadi— va alcanzando el PSOE la temperatura de ebullición. Un día de estos, la tapa de la olla saltará por los aires.
Rajoy, enmudecido por voluntad propia en todo lo que afecte a Soria, a Rita, a Matas, a Bárcenas, hizo ayer de presentador del libro de su ministro de Economía. Sin dejar de subrayar ni un momento que el responsable económico del gobierno es el presidente y que todas las decisiones relevantes para dejar atrás la recesión las tomó él, Rajoy. De Guindos no pasa de ser, a ojos del presidente, uno más de sus ministros.