No te parece tan raro que Maduro y Rajoy hayan restablecido relaciones —pelillos a la mar— después de aquel calentón del venezolano que le llevó a soltarle al nuestro un galletazo. ¿Cómo dijo Maduro el otro día? Que él no se metía en las cosas de España porque había que llevarse bien…
…pues ya vuelve a haber embajador de Venezuela en Madrid y embajador de España en Caracas. Duró poco la suspensión de relaciones. Que tampoco es que pueda permitirse el gobierno venezolano andar cortando relaciones con otros países sabiendo de la mengua que sufre el club de gobernantes fans de la revolución bolivariana. Le quedan Evo y Raúl Castro. O Miguel Diaz Canel, que el nuevo rostro del régimen castrista. Hoy el hermanísimo de Fidel consuma el dedazo orgánico y convierte en presidente de Cuba a su elegido. Una vez que ayer hicieron el paripé de fingir que es el Parlamento nacional el que lo elige.
Había un solo candidato, Díaz Canel, y ha sido elegido Díaz Canel. Díle tú a Raul Castro que haga primarias. ¿Y que se puede decir de Díaz Canel? Pues que es más joven que Raúl. Lo que pasa es que eso se puede decir del 98 % de los cubanos. Y que, como es más joven, se le presupone un cierto afán reformista. Es decir: que es un castrista como los hermanos que han mandado en Cuba sesenta años y que no ha dado indicio alguno, hasta hoy, de ansiar la pluralidad de partidos políticos en la isla.
Desayunando con galletas, la vida se ve de otra manera.
Se ve todo más claro, créanselo.
Por algo existe la expresión darle a otro una galleta. Que no es una misión evangélica sino la forma de decir que alguien le ha soltado a otro un soplamocos. En sentido figurado, siempre.
Ejemplos: los jueces del Supremo español le han dado una galleta a sus colegas alemanas por ponerse estupendos con el delito de rebelión.
El juez Pablo Llarena ha amagado con la galleta a una galleta a Cristóbal Montoro por andar saboteándole la acusación de malversación. A ver: las está pasando canutas el Supremo para Alemania admita al menos la malversación en el historial de Puigdemont y no hay día que no salga Montoro a prometer por sus muertos que no se dio mal uso a un sólo euro del presupuesto público. Qué va a hacer el juez sino preguntarle: pero usted Montoro, ¿con quién va? Si Montoro fuera un señor sobradito y macarrilla que pasaba por ahí, pues le daría a todo el mundo lo mismo lo que dijera. Pero como es un ministro sobradito que tiene Rajoy —pero ministro—, el juez le ha pedido que explique por qué este afán en desautorizar a la guardia civil. Lo último que le faltaba al serial es ver al ministro Montoro acudiendo al Supremo a declarar como encubridor del de Waterloo.
Los procesados que no huyeron, por cierto, sigue aprovechando la ronda que está haciendo el juez Llarena para vomitarle en persona todo lo que hasta ahora hacían decir al coro independentista pero se abstenían de decirle ellos mismos, a ver si así conseguían que les levantara la poreventiva.
Ayer, en una escena dramática (y dramáticamente sobreactuada), Jordi Turull le dijo a Llarena: "es usted quien me ha hecho así". ¿Que le he hecho cómo? Ah, preso político. Usted me ha convertido en lo que soy. "No soy un monstruo, el monstruo es usted, doctor frankenstein". Ha entrado el serial catalán en una fase de guión errático.
Pero es normal, porque el otro serial le está comiendo la merienda del foco mediático.
El otro serial, como saben, es el 'master and grijander' de la Comunidad de Madrid. Lo de Cifuentes. Cuya onda expansiva está causando efectos colaterales en los demás partidos.
Madrid es ahora mismo una olla de garbanzos en rebojo y pegando saltos.
El PSOE le ha querido robar a Podemos a la alcaldesa, Carmena. Estuvo tanteando, o tonteando (no se sabe bien) el secretario general del PSOE madrileño, que es un señor que se llama Franco y no es licenciado en matemáticas, para tener a Carmena de cabeza de cartel. A ver, en el Partido Socialista tampoco es que anden sobrados de figuras con tirón, pero el tonteo (o el tanto) de este Franco a la alcaldesa ha dejado a todos los aspirantes de su partido con cara de no valemos ni para actores de reparto.
Eso, en el PSOE.
En Podemos, el rejonazo de Carolina. Bescansa. Que queriendo darle un viaje a su camarada (pero nada amigo) Pablo Iglesias a quien ha dejado malherido es al camarada Íñigo. El plan carolino era aceptar la oferta errejoniana de ir de número dos en la lista a la Asamblea de Madrid y que luego Íñigo devolviera el gesto apoyando a Bescansa como líder de Podemos. Madrid como palanca para mandar a Pablo a casa con todo el tiempo del mundo para atender a los mellizos.
Pero la torpeza (o el subconsciente suicida) llevó a Bescansa a difundir por error la hoja de ruta del asalto a los cielos de Irene y Pablo. Ella dice que ha sido un patinazo de su equipo y que no había dado el visto bueno al libro de instrucciones de Hundir la flota. E Iñigo, temiendo quedar como el candidato desleal, se dio prisa en desmarcarse de Bescansa.
Delirante, delirante. La sobreactuación como control de daños.
Hemos pasado del trabajo de fin de master de Cifuentes que nunca vio nadie al trabajo de fin de máster de Errejón y Bescansa que ha visto todo el mundo.
¿Cómo fue aquello que dijo Pablo?
Ni media tontería. Pues media sería. Pero tontería no era.
¿Por qué todos se empeñan en hacerle el trabajo a Albert Rivera?