Llegada la hora de reivindicar la insurrección en elTribunal Supremo —la insurrección contra la España opresora que asfixia al pueblo de Cataluña— los diputados independentistas investigados, tan bravos antes, se volvieron mansos. Ni asomo de la resistencia que ellos reclaman a sus paisanos. Ni rastro de aquella señora Forcadell de antes, la que prometió al pueblo que no permitiría que el Estadoaplicara el 155. Esta señora Forcadell que hace sólo veinte días repetía machacona que esto era un golpe de Estado y que aquí estaba ella para combatirlo.
Ni rastro de la Forcadell que conocíamos. Ni media palabra de los querellados en contra del Estado represor, en defensa de los presos políticos, en favor del derecho del pueblo catalán a tumbar la legalidad democrática española porque para eso el independentismo tiene mayoría absoluta. En la hora, grave, de la comparecencia en el juzgado, el salmo responsorial de los independentistas —es el pueblo el que nos ha encomendado esta tarea— lo dejaron aparcado en el paragüero.
Sólo le faltó a Forcadell gritar ¡Viva la Constitución! Y si el interrogatorio dura media hora más, créanme, lo grita.
Ya se encargará el fantasma de Flandes, Puigdemont, de denunciar que esta pobre señora fue sometida a la brutal tortura de la España de la inquisición hasta que se confesó bruja.
Carme Forcadell amanece en prisión preventiva en Alcalá Meco. Saldrá en cuanto aporte 150.000 euros de fianza. Los cinco miembros de la mesa del Parlament amanece cada uno en su casa. Cuatro han de abonar fianza de 25.000 euros para no ingresar en prisión. Joan Josep Nuet, el quinto, no ha de abonar cantidad alguna.
En la batalla por el relato, el relato de lo que sucedió ayer puertas adentro del Tribunal Supremo ha dejado con un palmo de narices al aparato de propaganda independentista.
Se sabe que:
• La señora Forcadell y los otros investigados aceptaron que la Constitución Española debe respetarse y ser cumplida.
• La señora Forcadell y los otros investigados renuncian a actuar fuera del marco constitucional en caso de que siguieran ejerciendo la actividad política en el futuro.
• La señora Forcadell y los otros investigados alegan que la proclamación de la República Catalana fue un mero gesto político, simbólico, con el que no se pretendía subvertir la legalidad democrática.
• La señora Forcadell y los otros investigados garantizan que no volverán a incurrir en los actos por los que están siendo investigados como presuntos delincuentes.
Pero siendo todo eso muy significativo, lo más interesante llegó al final. Fue la señora Barrufet, diputada de Junts pel Sí, quien con más vehemencia se desmarcó del procés y de esta última etapa, la llamada vía unilateral (como si las anteriores hubieran sido otra cosa). Y fue después de la declaración, explícita, de Barrufet cuando el juez dio la oportunidad a los querellados de que hicieran una última manifestación antes de que él tomara decisiones. Todos repudiaron la vía unilateral. Todos saltaron de ese barco naufragado.
Recuerden que el abogado de Forcadell, que lleva también a Guinó y a Corominas, dijo hace días que la fuga de Puigdemont le había complicado la vida a sus clientes. Por eso insistió ayer ante el juez en subrayar que sus defendidos, a diferencia del prófugo, no se han largado. Y por eso ha trascendido estos últimos días que la opinión que tiene hoy la señora Forcadell de su valiente presidente en el exilio es, por decirlo de manera elegante, pésima. Si por esta señora fuera, se iba ella misma a Bruselas a traer al fantasma agarrado de las orejas, o de donde fuera preciso.
Quien esperara encontrar diferencias enormes entre el criterio del juez Llarena y el criterio de la jueza Lamela se habrán quedado ligeramente insatisfechos. Lo diferente ha sido el comportamiento de los imputados y lo que han dicho.
Y habrán quedado defraudados también quienes sostenían que este juez no ve delito de rebelión por ningún sitio porque no hay violencia. No afirma aún nada el magistrado porque, como él mismo subraya, la investigación está empezando. Pero sí ofrece estos primeros elementos interesantes. Dice:
• Que el objetivo de los promotores del procés era la secesión del territorio por una vía no legal, aunque los encausados sostengan que ellos defienden la vía del pacto.
• Que el camino de la ruptura es evidente a la luz de las sucesivas iniciativas parlamentarias que aprueba la mayoría independentista y de las resoluciones del TC instando a que se ponga fin a esa vía.
• Que sabiendo eso, el proceso estaba diseñado como la acción concertada en tres frentes: el parlamentario, el del gobierno autonómico y el de la calle. Y que es en este último, las movilizaciones, donde se aprecia no violencia generalizada, es obvio —porque la mayoría de las manifestaciones fueron pacificas— pero sí brotes concretos que permiten sospechar que se buscaba advertir de que la fuerza sería, en último extremo, utilizada para obligar a aceptar el cambio de legalidad.
• Y que para que haya rebelión, en fin, no se exige violencia cruenta, sino el mero hecho de intimidar a los poderes públicos haciéndoles saber que se está dispuesto a utilizarla.
No excluye el juez cambiar el tipo delictivo, de rebelión a sedición, pero tampoco desbarata —como algunos pensaban que iba a hacer— la tesis de la fiscalía.
Así las cosas, naufragado el proceso, resquebrajado el Junts pel sí, rota la unidad de acción de sus promotores y buscándose ya cada uno la vida, las asociaciones independentistas aspiran a que su manifestación de mañana sea tan multitudinaria como las últimas diadas. Veremos.
De momento, a Junqueras y Puigdemont no sólo han de agradecerle los catalanes la espantada de las empresas, también le han de agradecer los barceloneses que la Agencia Europea del Medicamento haya pasado de largo por su ciudad. La sede que anhelaba atraer Barcelona, aprovechando el Brexit, se la quedará Milán o Bratislava. Barcelona era la mejor situada hasta que el matrimonio Puigdemont-Junqueras pisó el acelerador de su república fantasma y se empeñó en situarse fuera del ordenamiento español, que es el europeo.