Debe de estar pensando Artur Mas que en qué hora se tiró por el balcón del Palau de la Generalitat pudiendo haber convocado otra vez a los catalanes a las urnas. Y debe de estar pensando, seguro, que no hay mejor escenario que éste para reinvindicarse él como profeta de un procés que está gripado.
Todo parece un remake. La versión veraniega de todo lo que ya vivimos hace medio año. En quince días, elecciones. Y, para abrir boca de campaña, la encuesta del CIS que sirve de parrilla de salida. En los cuarteles generales de los partidos la apuesta más extendida dice que Podemos gana al PSOE en votos pero no en escaños. Que aún aguanta, en la encuesta, el PSOE como segunda fuerza parlamentaria.
A mediodía sabremos si es una apuesta acertada. Que el PP tiene la pole ofrece poca duda. Y que Ciudadanos se ha estancado en la cuarta plaza, también. Seguramente a poco de que se publique el CIS estaremos oyendo ese estribillo tan cansino que dice que “la encuesta que vale es la del 26 de junio”, o sea, justo la que no es una encuesta. Y seguramente, en cuanto se difunda el CIS, saldrá alguien a decir que tiene mucha cocina. Es posible incluso que el primero que lo diga sea el que menos idea tenga de lo que significa la cocina.
¿Es fiable el CIS? Desde luego. Su encuesta es la más amplia, la más cara y la más trabajada de cuantas se hacen en vísperas de urnas. Y trae desglose por provincias, que es lo que más interesa a los estrategas de las campañas. ¿Significa eso que lo que hoy diga el CIS será lo que acabará pasando? No necesariamente. Depende de si usted, amigo encuestado, ha dicho la verdad y de si los profesionales que, con sus respuestas en la mano calculan que ocurrirá realmente atinan con el cocinado, se les va la mano con la sal o se quedan cortos.
¿Qué pasó en diciembre? Pues mire:
• PP / 120-128 - Sacó 123
• PSOE / 77-89 - Sacó 90
• Cs / 63-66- Sacó 40
• Podemos / 48-50 - Sacó 69
Es decir, que con el PP el CIS acertó casi de pleno (parte baja de la horquilla), con el PSOE se quedó un poco corto (y con una horquilla que era un océano), a Ciudadanos le dio la tercera posición que nunca obtuvo (y veinticinco escaños más de los que sacó) y con Podemos al revés, se quedó el CIS francamente corto (de 50 que le daba a casi setenta que obtuvo).
Estuvo más atinado con los dos partidos de siempre que con los dos nuevos. Lo cual tiene todo el sentido del mundo porque el problema, a la hora de atribuir escaños, fue precisamente que era la primera vez. Que no había precedente que pudieran tener en cuenta los cocineros. Esta vez ya lo hay y eso hace pensar que la cocina será más atinada.
En el año de la marmota, los partidos hacen alarde de su aptitud para la innovación. El PP saca una versión bailable de su himno, Sánchez se anima pedir el voto puerta a puerta —en competencia con el lector del contador y los testigos de Jehová— y Podemos inunda de fotos su programa electoral para que sea no el más leído sino el más visto. Como el catálogo de Ikea, que no se lee, se ojea. Otro signo de los tiempos en los que la imagen ha desbancado a las palabras: el programa electoral de la nueva política trae fotos. Para la próxima campaña electoral, pasarán del libro y se irán directamente a la película. El mueble montable y la ideología desmontable: Podemos ha ido mutando del comunismo al nuevo socialismo latinoamericano, y de la socialdemocracia al capitalismo globalizador de Ikea.
El merengue, el Ikea y el puerta a puerta. Todo golpes de efecto entretenidos y sin la menor enjundia.
A quince días de que elijamos nuevo parlamento, habrá que admitir que los diputados cesantes herniados precisamente no llegan. En sus cuatro meses de actividad parlamentaria tuvieron que trabajar poco —tirando a casi nada— y hasta que salgan elegidos los nuevos siguen cobrando. Lo llaman paga de transición. Y significa que entre cortes y cortes, cada mes siguen ingresando. Sólo 39 de los cuatrocientos y pico diputados y senadores con derecho a esta paga por no hacer nada han renunciado a ella. La abrumadora mayoría, de todos los partidos, la están cobrando.
Ningún partido, por supuesto, ha renunciado a recibir de nuevo la subvención por escaño y voto obtenido. Agitaron el espantajo de la campaña austera y la extinción de las vallas para que no reparáramos en que la subvención la cobrarán dos veces. Incluso aunque ellos mismos estén diciendo que es una repetición de las elecciones o una segunda vuelta. Incluso aunque todos ellos sepan que la subvención a los partidos está pensada para que les dure cuatro años, no para cobrarla otra vez entera cada medio año. -