OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Lo que se vinieron a decir Rajoy y Rivera es 'echa el freno, Madaleno'"

Mírense en el espejo, como si fueran Rajoy, o Juan Vicente Herrera, y pregúntense qué diablos significa "echa el freno Madaleno". Quién era Madaleno y por qué tenía siempre a mano un freno. Expresiones viejunas. De los ochenta.

ondacero.es

Madrid |

Que a Rajoy seguro que le suenan y que es posible que hasta utilice en los consejos europeos.

Lo que ayer se vinieron a decir Mariano Rajoy y Albert Rivera es precisamente eso: mejor echemos el freno. Que se nos va de madre la sobreactuación la de a ver quién la tiene más dura —no la cara, sino la fusta— y empieza a pensar el personal que ya no queremos saber nada el uno del otro.

Como decía el navegador ebrio aquel del anuncio, recalculando. Reculando en las bravatas del miércoles y animándose los dos mutuamente a compartir una ducha fría.

Empezó Girauta en este programa ayer: que roto el pacto no está, que sólo es lo de la corrupción, que en lo demás las cosas marchan. Siguió Maillo, el semi-secretario general del PP: que vamos a hablar, que vamos a ver, que no nos pongamos dramático. Luego Rivera, que el pacto sigue, que es sólo lo de la comisión Bárcenas. Y por fin Rajoy, haciendo ayer las Europas: que él no ha incumplido ni ha querido incumplir, cómo se puede pensar eso de él, vamos a hablar y a reconducir las cosas. Esta cosa nuestra, Albert, tan de sí pero no y ni contigo ni sin ti tienen mis pactos remedio.

Esta situación no conduce a nada. Pero vamos, que en el Congreso va a haber una comisión de investigación sobre la caja B del PP y en el Senado, una sobre las finanzas de todos los demás partidos.

Se va acabando la semana horribilis de Convergencia. Después de proclamar a los cuatro vientos que nunca nadie ha conseguido probar que el partido se financiara irregularmente y usando la obra pública para cobrar comisiones a los empresarios, el tribunal del caso Palau puede ser el primero que lo dé por probado.

Le corresponde al tribunal, obviamente, valorar la credibilidad de los procesados que han prestado ya testimonio. Sabiendo, porque lo sabe el tribunal, que Millet y Montull han contado ahora que había comisiones de Ferrovial y que ellos mismos pillaban una parte después de haber pactado con la fiscalía —Montull al menos— una rebaja de la pena para su hija. Si eso afecta o no al crédito de la declaración le corresponde sopesarlo a los jueces.

Montull se ajustó ayer milimétricamente a lo que tiene formulado el fiscal desde que presentó su escrito de acusación: que Convergencia usaba el Palau para tapar el dinero que cobraba por las adjudicaciones públicas y que la comisión pasó del 3 al 4 % porque, viendo que funcionaba el sistema, decidió subir la recaudación.

Se permite el fiscal este rasgo de humor —el coste de la vida— y se permite el procesado Montull un amago de risa cuando evoca la codicia de Convergencia. El partido se quedaba el dos y medio, pero usted, Montull, se quedaba el 0,5, muy de reir tampoco parece que sea.

En lo que no consiguió avanzar la fiscalía es en la responsabilidad hacia arriba, más allá del tesorero.

El testimonio discrepante lo dio el tesorero convergente, damnificado por el cambio de postura de los Millet-Montull y abandonado a su suerte por la dirección de su partido. Se escuchó la voz grave de Daniel Osácar, diciendo lo único que puede decir en descargo de sí mismo: que la gestión económica del partido la llevaba él, pero que adjudicar contratos públicos a los afines nunca estuvo en su mano. Y que a los directivos de Ferrovial que declaran hoy no los conocía de nada.

Que es justo donde flaquea el argumentario de su antiguo jefe, Artur Mas. Por muy separadas que estuvieran las funciones en Convergencia, el tesorero difícilmente podía persuadir a los empresarios de que aflojaran el dinero si no tenía garantías de que los cargos públicos convergentes iban a ejecutar el trato de favor por que esos empresarios pagaban.

Artur Mas ha dicho, naturalmente, que él se fía de su ex tesorero. A muerte. Y por la cuenta que le trae. Aunque no haya ido a hacerle los coros a la puerta de la Audiencia, aunque no le haya prestado a Homs como experto jurídico de la familia, aunque no haya salido a autoinculparse para no darle el gusto al gobierno opresor de España, el señor Mas matiene en el reo Osácar confianza plena. En caso de que salga condenado, ya veremos si Mas asume en todas sus consecuencias la sentencia.

Ésta y las que puedan venir. Porque ha empezado la temporada de juicios y ahora ya no para. A la semana horribilis del Palau seguirá el lunes la semana horribilis del caso Pretoria. El 3% no habitaba sólo bajo las mullidas alfombras del Palacio de la Música. A partir del lunes, juicio en la Audiencia Nacional a Prenafeta y Maciá Alavedra. Dos pujolistas pata negra en el banquillo por blanqueo de capitales y tráfico de influencias. Es verdad que es este caso es más transversal, porque entre los procesados están el alcalde de Santa Coloma, Bartomeu Muñoz, y el ex diputado Luis García, Luigi, que eran los dos del PSC. Los colegas de Pujol usaban al conseguidor Luigi para conseguir recalificaciones y hacer negocios estupendos. Y una vez hechos, todos cobraban.

Artur Mas, huelga decirlo, tampoco sabía nada.