Cuando Fernán Gómez publicó la primera edición de sus memorias, su amigo Manuel Alexandre le objetó que como antiguo compañero suyo en la escuela de arte dramático recordaba perfectamente que todos los recuerdos que tenía de aquella escuela eran equivocados.
Y el amigo de ambos Rafael Alonso, a quien ambos recordaban como compañero en la misma escuela, dijo recordar sin género de dudas que ni Alexandre ni Fernán Gómez habían estudiado allí nunca. En la segunda edición -ampliada-, pasados ocho años, escribió el autor que 'los recovecos de la memoria, y la desmemoria, son inescrutables porque todo lo que no recordamos es como si no hubiera sucedido'. (Y a quienes le reprocharon que su libro más que de memorias era de recuerdos porque le faltaba salseo, diríamos hoy, les concedió que seguramente estaban en lo cierto pero que es indiscutible que todo autor está en su derecho de titular su libro como quiera).
Anoche decía Latorre en La Brújula que es un hito esta investigación científica que está en marcha para cartografiar el cerebro humano y aprender cómo se desarrollan las neuronas, cómo se especializan en funciones diversas y en qué momento, y dependiendo de qué, pueden ser origen de determinados síndromes o trastornos. Y decía Latorre que la memoria, y cómo funciona, es uno de los campos de indagación más interesantes.
Quién sabe si la revolución que está viviendo la ciencia de la mano de la inteligencia artificial no permitirá alguna vez probar (científicamente) cuándo alguien que dice no recordar algo lo tiene, de verdad, olvidado o miente cuando dice que es que no se acuerda. Sea para sortear las preguntas que se le hacen en una comisión parlamentaria, sea para dejar sin respuesta las preguntas que se le hacen en el Tribunal Supremo: 'Lo único que recuerdo perfectamente, señoría, es que he perdido la memoria'.
Para ser el nuestro un gobierno tan comprometido con la preservación de la memoria, da signos de una propensión a la desmemoria muy llamativa. Ayer fue Sánchez Acera, jefa de gabinete del jefe de gabinete López, quien se hizo un Sánchez en el Supremo. Esto de no que yo recuerde pero no quiere decir que no sucediera que usó como burladero el presidente en su comparecencia en el Senado.

Es un Gobierno olvidadizo que no hace el menor esfuerzo por rellenar sus lagunas preguntando a otras personas que pudieran asistirle. Sánchez no recordaba que el gerente hubiera ido a avisarle sobre Ábalos pero no levantó un teléfono para preguntarle si lo hizo (aunque él no lo recuerde).
Pilar Sánchez Acera no recuerda quién le pasó el pantallazo del correo confidencial del abogado Neira y tampoco ha movido un dedo preguntando a sus posibles interlocutores quién de ellos fue. Si acaso alguno de los periodistas que ya ha contado, sin el menor problema, que ellos tuvieron el correo antes de que saliera la nota de prensa e incluso antes de que lo recibiera el fiscal general procesado.
El misterioso caso del correo que llegó a un montón de personas pero cuyo filtrador, o filtradores, permanece en el más blindado anonimato. Y eso que prestó un servicio impagable a la sociedad, al destapar la negociación entre un abogado un fiscal, por el que no quiere, al parecer, ser socialmente reconocido. Filtras por el bien del país, pero no quieres que se te reconozca. O que se te conozca.
Filtras por el bien del país, pero no quieres que se te reconozca
Bueno, para las acusaciones el filtrador tiene nombre: es el Fiscal General del Estado. Pero para el tribunal, justo eso es lo que debe probarse. Y el Fiscal General, que afirma que él no fue, tampoco ha movido nunca un dedo para que se descubra al verdadero culpable.
La desmemoria de Pilar Sánchez Acera es posible que se deba a que ella no es periodista. Si lo fuera podría acogerse al secreto profesional para no revelar quién le envió el correo confidencial a ella. Y si, como ella declara, obligada a decir verdad, quien se lo pasó fue un periodista tampoco le pasaría nada a este porque se supiera: el periodista que envía un documento no incurre en ningún delito porque él, a diferencia de los fiscales, no está obligado a preservar su secreto. Salvo que sea otra cosa lo que se está protegiendo, que es la reserva sobre las relaciones que mantienen periodistas y políticos.
O algunos periodistas y algunos políticos, incluido el abastecimiento mutuo de material con el que hacer sus labores respectivas: "yo hoy te paso una exclusiva, tú me pasas mañana un papel con el que disparar contra mi adversario político".
A Sánchez Acera, según su relato, un periodista le pasa la foto del documento sin haberlo publicado él en su medio, se ignora a qué se debe -ocho y media de la mañana, ya otros medios han dado cuenta del contenido- esta falta de diligencia periodística: se la envío a una dirigente del PSOE en lugar de publicarla yo en mi medio.
Y con todo, Sánchez Acera vence el recelo de Lobato dándole por hecho que antes de las diez van a publicar el pantallazo algunos medios. Y acierta, oye, porque a las nueve y media lo publica El Plural, que ya no se sabe si lo tenía antes que Sánchez Acera o justo después y a tiempo para que Lobato se tirara al barro de cabeza.
El esfuerzo de las acusaciones por vincular a la Moncloa -Acera y Lobato mediante- en la operación démosle aire al correo fue atajado ayer por el tribunal, que recordó que la actuación de la Moncloa no es objeto de este juicio. Aquí de lo que se trata es de establecer si el Fiscal General filtró personalmente, o se encargó de que se filtrara, un documento confidencial a la prensa perjudicando, así, el derecho de defensa. Sólo eso y nada menos que eso.
Como además fueron varios los medios que dispusieron de ese documento, está sin responder, también, la pregunta de si el proveedor de todos ellos fue el mismo o fueron proveedores distintos.
El dilema del secreto profesional
Empezaron a declarar ayer los periodistas testigos, aquellos que tuvieron (e informaron) del famoso correo, y que ya declararon ante el juez de instrucción Hurtado, bien es verdad que este eligió no darle relevancia a lo que le contaron. Precedo, por ejemplo, de ElDiario.es, afirma que García Ortiz no le pasó un solo papel a él.

Que no es la fuente. O en rigor, que no es su fuente. Los demás periodistas sabrán qué fuentes tienen ellos. Él tenía todos los documentos -incluido el correo de marras- desde una semana antes. Una semana antes que el fiscal general y una semana antes de que otros medios empezaran a dar cuenta de lo que decía el correo. Expuso este periodista -y es buen asunto, luego, para la tertulia, de periodistas- el dilema que a él se le ha planteado en este caso.
El dilema del periodista. Sé quién me lo filtró a mí y no es quien ustedes sospechan que es pero no voy a revelar quién es porque me debo al secreto de las fuentes. Digamos que, en el ámbito periodístico, lo que se considera un 'delito' (entre comillas) es violar la confidencialidad de quien te ha pasado el documento confidencial.
Digo que es buen tema para la tertulia porque va más allá del caso que ahora nos ocupa y permite un debate sobre la peculiaridad del ciudadano que es periodista. Y que incluso si conoce que alguien ha incurrido en una actuación ilícita no se ve obligado a denunciarlo porque prevalece la protección de la fuente que filtra.
Quien delinque no es ni el periodista que publica sino quien estando obligado a preservar un secreto lo rompe. Por ejemplo, el empleado público que ha de velar por la confidencialidad de un documento. Y que, cuando filtra, es consciente de que está incurriendo en un ilícito, sobre todo si se gana la vida como fiscal, sea ordinario, sea jefe, sea fiscal general.
Quien delinque no es ni el periodista que publica sino quien estando obligado a preservar un secreto lo rompe
Si decide hacer algo ilícito a sabiendas, será porque entiende que el interés general de la sociedad está por encima del cumplimiento de esa norma concreta y asume, por tanto, que si le pillan tendrá que pagar por el delito cometido.
En el caso que nos ocupa cuesta saber cuál era el interés general de la sociedad que se trataba de defender filtrando el material sobre González Amador. Sobre todo al saber que la filtración primigenia, correo confidencial incluido, es del seis de marzo. Muy anterior, por tanto, a la intoxicación de Miguel Ángel Rodríguez.
Lo contó ayer Precedo: él lo tiene todo desde el seis de marzo, incluido el correo del abogado Neira que si no publica en cuanto Miguel Ángel Rodríguez intoxica el trece es porque no está seguro de que no haya un correo anterior del fiscal al abogado.
Si el día seis ya hubo alguien que filtró material confidencial, y si ese alguien está obligado a preservar el secreto, no podrá alegar que lo difundió para atajar un bulo porque el bulo aún no se había producido. Cabe pensar que el filtrador primigenio lo hizo para que el caso del contribuyente González Amador tuviera difusión pública, no por ningún otro motivo. Y que si la novia de este contribuyente no se llamara Isabel Díaz Ayuso el interés del filtrador, y el interés del caso, habría sido ninguno.

