En el palacio de Barbadillo, Castilla, año novecientos y algo, el joven Gonzalico, menor de los siete hermanos Lara, se desnudó casi del todo junto a la huerta para darse un baño. Lo vio su tía Dona Lambra, que primero contempló, con interés culpable, la anatomía del sobrino, casi adolescente, y después decidió indignarse muchísimo porque entendió que aquello era una provocación bien sucia, una ofensa, un afrenta.
Ordenó a un criado que le lanzara al sobrino un pepino empapado en sangre, afrenta por afrenta. Y cuando el criado, consumada la operación pepino, corrió a refugiarse bajo las faldas de su señora, los seis hermanos Lara, solidarios con Gonzalico, lo atravesaron con sus espadas matándolo allí mismo -que fue lo de menos- y manchando con su sangre el vestido de Doña Lambra. Afrenta suprema porque el manto de una dama le brindaba protección sagrada.
Urdió Doña Lambra la venganza. Recurrió a su marido, Rodrigo de Lara. Este envío, primero, al padre de los siete chicos a Córdoba con la excusa de llevar una carta a Almanzor. La carta decía: 'Has de matar a quien te entrega esta carta'. Pero Almanzor, que a veces se ablandaba, en lugar de matarlo lo declaró cautivo. Y le presentó, ay, a su hermana. (No es Cervantes el único cautivo enamorado, Alejandro).
Fallido el primer plan, don Rodrigo, esposo de doña Lambra, pasó al plan B: envió a sus siete sobrinos a una emboscada donde fueron decapitados los siete -en qué hora te desnudaste, Gonzalico- y no contento con ello envió las siete cabezas a Córdoba para que le fueran entregadas al padre.
Tiempo después, cuando este regresó a Burgos liberado, lo hizo con las siete cabezas de sus hijos y con un crío que era el octavo: el hijo que había tenido con la hermana de Almanzor y al que pusieron como nombre Mudarra. El bastardo Mudarra. Que fue adoptado como hijo propio -a lo hecho, pecho- por la madre de los siete infantes muertos y que sería quien, al final del cantar, los acabara vengando yendo a la caza del traidor Don Rodrigo.
Pero antes, y es a lo que vamos esta mañana, se ofició la ceremonia de adopción del niño. Que consistía en confeccionar una camisa de enorme tamaño, pongamos once varas (la vara eran 82 centímetros) y hacer entrar a la criatura por una manga y salir por otra. No era fácil. Algún crío debió de pasarlo mal ahí dentro. O algunos padres y madres adoptantes debieron de pasarlo mal después con sus hijos nuevos. Porque así fue cómo esta acción, 'meterse en camisa de once varas', quedó como expresión popular de meterse en un lío o meterse donde a uno no le llaman.
Y si les cuento esta historia hoy no es porque a las nueve vaya a visitarnos Óscar Puente, ministro todo-el-día encamisado, sino porque el juez Leopoldo Puente, de la cúpula judicial de España (Tribunal Supremo) se metió ayer en camisa de once varas al querer plasmar en un auto por qué no envía a José Luis Ábalos a prisión y por qué, a la vez, empieza a tener muchas ganas de enviarlo.
Ábalos, que llegó al Supremo en taxi y le habrá pasado el recibo al Congreso para que le sea abonado, eligió no responder a ninguna pregunta. Ni siquiera moviendo la cabeza, que es la fórmula que escogió Carmen Pano en el Senado para ratificarse en que ella llevó a Ferraz en dos entregas noventa mil euros en efectivo.
Pano habló poco en la comisión atrapalotodo por la que el PP ha hecho pasar ya a media España. Pero Ábalos habló aún menos en la sala de Justicia del Supremo. Y como quiera que la fiscalía no pidió al juez que lo enviara con Cerdán a Soto del Real porque, a estas alturas, sostener que va a destruir pruebas, o a reincidir, o a fugarse tiene poco fundamento, el juez optó por dejarle como está -libre y sin pasaporte- y escribió un auto para que quedara constancia.
Y en el auto escribe que los indicios contra el ex ministro son cada vez más robustos, que no sacaba dinero del cajero pero se hinchaba a hacer ingresos en metálico, que el trajín de dinero que se traía con Koldo y su mujer es altamente sospechoso, que el vínculo con Aldama (incluido vínculo inmobliario) también escama, pero que nada de todo eso justifica que sea imprescindible encarcelarlo ahora. Y por eso no lo encarcela. Hasta ahí, pura exposición jurídica como corresponde a lo que ayer se ventilaba.
La coda que nadie le pidió al juez
Ah, pero añadió el juez una coda -así la llama él mismo: coda, el remate que se añade a una exposición, un auto, o un cantar, o un poema-. Y la coda dice que "es natural el estupor que produce que una persona sobre la que pesan indicios tan consistentes de delitos graves relacionados con la función pública pueda mantenerse, procesado y todo, ejerciendo las altas funciones de un diputado".
Y pasa el juez del estupor al consejo que, en rigor, nadie le había pedido: 'Que por ley se articule la manera de impedir que esto suceda'. Aclara, de inmediato, el juez que no es el Poder Judicial quien tiene que hacer las leyes, solo interpretarlas y aplicarlas (menos mal) pero añade un recordatorio y una coda a la coda.
¿El recordatorio? Que el reglamento del Congreso establece que el diputado queda suspendido si entra en prisión preventiva. ¿Y la coda de la coda? Que no va a enviar a prisión a un diputado, sin existir riesgo de fuga, con el indebido propósito de que, así, conforme al reglamento, pueda ser suspendido.
Con todo el respeto a la experiencia y sabiduría del magistrado Puente, oiga, ¿esto a qué viene? El estupor por la situación de Ábalos puede ser compartido, incluso estar generalizado, pero no deja de ser una impresión personal que en nada afecta a la norma. Ahora, esto último de no le voy a enviar a prisión solo para que sea suspendido, obliga a preguntarse a quién va destinado, magistrado, este párrafo.
¿Quién desea ver al diputado suspendido, más suspendido, incluso que encarcelado? Ábalos hizo saber ayer que le parecería un escándalo que un diputado fuera enviado a prisión preventiva (ya tuvimos, en realidad, un preso preventivo que fue enviado al Congreso, en furgón, a tomar posesión del acta, Oriol Junqueras, aquel día que le dijo a Sánchez 'tenemos que hablar' antes de ser devuelto a prisión y ser suspendido).
Y entre lo que dijo Ábalos y esto que ahora escribe el juez, es razonable plantear otra pregunta: ¿si el procesado Ábalos no fuera diputado, ¿habría sido más probable que ayer acabara en Soto del Real? Santos Cerdán sigue allí dentro. Pero Santos Cerdán, recuérdese, había renunciado antes al acta.
¿si el procesado Ábalos no fuera diputado, ¿habría sido más probable que ayer acabara en Soto del Real?
Otra camisa de once varas para la ministra Robles
A la ministra de Defensa debieron de mostrarle ayer, también, una camisa gigante de esas de once varas y sintió la necesidad de intentar entrar por una manga a ver si conseguía salir por otra. Extraordinaria táctica defensiva esta de responder a la pregunta de un periodista reprendiendo a la prensa española en su conjunta por las preguntas que hace. No a ella, sino a Donald Trump.
Sucedió que nuestro corresponsal en Bruselas, Jacobo de Regoyos, preguntó a la ministra, recién reunida con su colega estadounidense, si había hablado con este de la crítica de Trump al gobierno español por la inversión en Defensa.
Cuidado, ministra, que hay una parte de la prensa española que a usted la preserva siempre de cualquier crítica. A ver si les va a incomodar esta pretensión suya de instruir sobre lo que se debe, o no, preguntas. ¿Qué debe preguntarle un periodista español a Trump, su opinión sobre la inversión en Defensa del Canadá? ¿O de Macedonia del Norte? ¡Noticia, la prensa española pregunta por España!
¡Noticia, la prensa española pregunta por España!
Pero es que, además, ocurre que cuando la semana pasada Trump dijo lo de echarnos de la OTAN estaba reunido con el presidente finlandés y nadie le había preguntado por España -creo que lo leí en El Español, ministra, donde Pedro J-. Y debería celebrar el Gobierno que se le pregunte a Trump por la gestión del gobierno de España porque, según Patxi López, Trump opina que nuestra política es fantástica.
A ver si el PSOE se pone de acuerdo consigo mismo y nos aclara si hay que celebrar que Trump hable de España o todo lo contrario. La comisión europea le recordó ayer a la Casa Blanca, amablemente, que si le impone un arancel a uno de los Veintisiete, la respuesta será de los Veintisiete.
Acciones de la CIA en Venezuela
Informa el New York Times de que Trump ha encomendado a la CIA acciones encubiertas en Venezuela. O más acciones, porque cuesta creer que no se hayan estado produciendo siempre. La CIA actuando dentro y él hundiendo lanchas que vincula con el narcotráfico. Maduro lleva meses alimentando a su parroquia con la teoría de la invasión, la conseja según la cual el Pentágono tiene listo el despliegue militar para apoderarse de Venezuela -misma táctica del régimen castrista de siempre-.
Le faltará tiempo al presidente que falseó el resultado de las urnas para relacionar el Nobel de la Paz que le fue concedido el viernes a Corina Machado con la CIA, con Trump y con la conjura universal. Que no se entere Trump de que Sánchez no ha felicitado a la ganadora del Nobel o que su gobierno y su grupo parlamentario, al rebufo siempre del líder, ayer ni siquiera se animó a aplaudir el premio en el Congreso.
Perdona, compañero, ¿qué posición tenemos sobre esto del Nobel, o sea, qué posición tengo? Pedro no ha felicitado. Ah, pues mi postura es que tampoco felicito. Pero es Pedro, igual mañana cambia de opinión y nos pone a felicitar a todos. Pues mañana te pregunto de nuevo. Y si hay que aplaudir, lo haré con entusiasmo. Para eso estamos, compañeros, para tener criterio.

