LA BRÚJULA

La carta de Ónega al restaurador de la Inmaculada de Murillo: "Le cabe el honor de superar al Ecce Homo de Borja"

Fernando Ónega escribe su carta al profesor que ha realizado la desastrosa restauración de la copia de una de las Inmaculadas de Murillo.

ondacero.es

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Permíteme saludar a un señor de Valencia, de profesión restaurador de muebles. Lamento no conocer su nombre, distinguido profesional, para publicitarlo. Sé lo que dice de usted la agencia Europa Press: que un coleccionista valenciano de arte tenía –no me atrevo a decir que tiene—una preciosa Inmaculada de Murillo.

Las Inmaculadas de Murillo se identifican solo con verlas: la preciosa y virginal cara de una joven, retrato vivo de la inocencia, que, con la cabeza levemente torcida, mira al cielo con la mirada de la castidad. Un rostro poco expresivo, pero puro, como corresponde a la Inmaculada Concepción y a su dogma, proclamado por el Vaticano a comienzos del siglo XVII.

Y ese coleccionista decidió restaurar esa pintura y se la entregó a usted y lo malo es que usted aceptó el encargo, como si fuese una mesilla de noche o un armario de cocina. Y apalabró el precio del trabajo: 1.200 euros. Y le cabe a usted el honor de haber superado al famosísimo Ecce Homo de Borja.

La historia de su restauración tiene su mérito. Hizo un primer trabajo donde la Inmaculada conservaba un lejanísimo, pero aproximado parecido al original. No es que recordase para nada a Murillo, que tampoco tiene usted esa ambición, pero la dama que le salió al menos tenía la cabeza ladeada y miraba al cielo. Se la devolvió al propietario, que no blasfemó porque estaba delante de la Virgen, pero le preguntó qué destrozo era aquel. Y usted no solo no se arredró, sino que tranquilizó a su cliente: “No te preocupes, que si no te gusta así, yo te lo arreglo”. Y lo arregló.

Ahora el rostro de la Inmaculada es el de una señora que mira de frente, de faz más alargada y parece una foto de fotomatón para el carné de identidad. Parece que envejeció desde que la pintó Murillo. Lo del Ecce Homo de Borja le gana porque tuvo más difusión, dio la vuelta al mundo y convocó a cientos de turistas, pero ambos compiten en méritos para ver quién gana en destrucción artística.

Y todo, por el módico precio de 1.200 euros. El dueño del cuadro lo puede llevar a una subasta con el siguiente reclamo: “Debajo hay un Murillo”. Y Nuestra Señora lo habrá visto desde el cielo y habrá dicho que la pintura progresa una barbaridad. Una auténtica barbaridad.