Madrid | 04.02.2020 23:22
Dejadme decir antes de nada que vosotros, los curados y las curadas, sois un magnífico estímulo para el conjunto de la sociedad. Sois la esperanza de que el cáncer no es incurable, que es la mejor esperanza que se puede tener cuando vemos morir a tantos amigos después de "larga enfermedad", como decimos en un eufemismo que no habría que utilizar.
Y sois muchos. Sois entre un millón y medio y los dos millones, aunque no haya un registro que lo certifique. Sois, por tanto, unos dos millones de ejemplos que se distribuyen por todo el territorio nacional. Pero me ha impresionado lo que pudimos escuchar en la voz de Sandra Ibarra, creadora de la Escuela de Vida, que, incansable, practica un auténtico apostolado como víctima que fue y que ha sabido sobreponerse hasta convertirse en un símbolo.
Sandra ha revelado la última injusticia que padecéis después de pasar lo más difícil: resulta que pasáis a engrosar la larguísima lista de los nuevos estigmatizados. Resulta que las empresas no contratan a quienes han superado un cáncer. Resulta que muchos de vosotros lo tenéis que ocultar en vuestros currículos. Como si fuese un antecedente penal, como si fueseis, yo qué sé, portadores del coronavirus.
Os escribo para sumarme a la denuncia de Sandra Ibarra y para decir que no hay derecho. No hay derecho a esa injusticia y a que las autoridades lo permitan. No hay derecho a que, siendo una esperanza colectiva, os traten a veces como apestados, en vez de presentaros como héroes que habéis soportado tratamientos durísimos y habéis demostrado cómo un ser humano se puede sobreponer a un ataque cruel.
¿Cómo es posible que, con la información que se tiene, no se os acoja con cariño, no se os reciba con admiración, no se os presente como la evidencia de que existe el milagro de la medicina? Pues esas cosas pasan en el mundo. Y esas cosas pasan en este país.