Empezamos por el final. El juez Andreu acusa a Miguel Blesa de estafar con la venta de participaciones preferentes a cientos de miles de ciudadanos.El juez cree que Blesa y el resto de directivos de Caja Madrid sabían que las preferentes eran un producto peligroso y no el chollo sencillo y seguro que vendieron. Que era un producto financiero que debía venderse a expertos y no, como hicieron la Caja Madrid de Blesa y casi todas las cajas de ahorro, a analfabetos, enfermos de alzhéimer y hasta a niños de nueve años.
El juez considera que Blesa sabía, al menos en la emisión de preferentes del año 2009, muy poco antes de que todo estallara, de los riesgos para los ahorradores. Incluso asegura que se vendieron a miles de ahorradores para conseguir liquidez y disfrazar la situación real de Caja Madrid, que ya era crítica. En este punto hay dos pruebas graves contra Blesa: la agencia Moody’s calificó las preferentes de Caja Madrid al mismo nivel que un bono basura, es decir, producto de mucho riesgo y sin garantía ninguna de recuperar el dinero. Y, en algunas instrucciones internas a las sucursales, se les animaba a captar ahorradores prometiéndoles que, si querían, recuperarían su dinero en siete días, algo que era simplemente mentira.
El juez Elpidio Silva, que estuvo con nosotros la semana pasada, fue el primero en atreverse a investigar (lo ha pagado caro, de momento).
El juez Silva, por ejemplo, consiguió recuperar los correos electrónicos que Miguel Blesa tenía en su ordenador corporativo, el de Caja Madrid. Ahora esos correos están fuera de las pesquisas, pero son una mina periodística y socialmente, que creemos que todo el mundo debería conocer.
Por hablar primero del asunto de las preferentes. Vamos a leer el que le escribe Matías Amat, entonces director financiero de Caja Madrid, a su jefe, Miguel Blesa, el 21 de mayo de 2009: “la CNMV acaba de aprobar la emisión de preferentes de Caja Madrid… Mañana empezamos. Irá bien”. Blesa debía saber lo que había, porque responde: “Dios te oiga”.
Pasó que fue todo un éxito. Además de un engaño mayúsculo, claro. Casi trescientas mil personas confiaron en esa oferta. Caja Madrid ingresó así unos 3.000 millones de euros que sirvieron para ocultar su situación real durante un tiempo más. Otro correo de Amat al presidente Blesa habla de que hemos batido el “record histórico de colocación de un producto en un solo día”. Blesa responde eufórico con algo que, leído hoy, no sabemos si sorprende, escribe: “y eso que habíamos engañado a los clientes”.
Blesa fue nombrado consejero y luego presidente de Caja Madrid por orden de José María Aznar, de quien había sido compañero en las oposiciones que los dos aprobaron, años ha, a inspector de Hacienda. Blesa carecía por completo de experiencia financiera ni bancaria y llega a Caja Madrid apoyado por votos favorables de Comisiones Obreras e Izquierda Unida, además del PP, claro, y con el voto en blanco del PSOE.
Estaban implicados gente de todos los partidos. Blesa se sube el sueldo en repetidas veces (ganó hasta 20 millones de euros en total y eso porque Rato anuló las indemnizaciones finales), pero es que subió también el sueldo y las dietas de los consejeros colocados allí por el PP, por Izquierda Unida, como el señor Moral Santín, por Comisiones Obreras… Tenía en su división de internacional de la caja al hijo de Enrique Tierno Galván y sedujo también con esas subidas y premios a otro consejero socialista, Antonio Romero.
De las investigaciones que inició el juez Silva se desprende, por ejemplo, que Blesa ordenaba servir en las comidas de trabajo de esos consejeros (ya fueran en Lisboa, Sevilla, Madrid o Toledo), empezar con Vega Sicilia único del 94 o 95 (entre 250 y 550 euros la botella) y acabar con champagne Louis Roederer cristal (unos 175 euros la botella).
Pero este régimen casi feudal era posible porque se repartía dinero, dinero público, claro, para todos. Y todos callaban. De hecho, Blesa pidió un informe, porque algunos partidos y sindicatos se quejaban, no de no cobrar ni sacar dinero, que todos lo hacían, sino de sacar menos que el vecino. Y tenía a su disposición el listado detallado de todos los millones que, a lo largo de su historia, Caja Madrid había perdonado a todos los partidos políticos, desde la primitiva Alianza Popular hasta Izquierda Unida… de Córdoba, pasando por el CDS de Adolfo Suárez. Otro de los datos descubiertos por la investigación del juez Silva fue que los consejeros para evitar ser groseros no decían dinero para el PP o dinero para el PSOE, sino “sensibilidad PP, sensibilidad PSOE”.
Quería decir que era dinero de Caja Madrid que acababa en el partido o en fundaciones como FAES y Fundescam. Es un correo electrónico en el que se responde a las quejas de algún sindicato: “La sensibilidad PP ha crecido, la sensibilidad Comisiones Obreras ha crecido más de un veinte por ciento, la sensibilidad PSOE distribuye 460.000 euros”. Todo ello, obviamente, en un año, y de dinero regalado por Caja Madrid.
Los periodistas y nuestros jefes, disfrutando también de cientos de miles de euros que Caja Madrid, con generosa mano, colocaba en publicidad a nuestras empresas. Es la verdad, aunque nos duela. Eso sí, Blesa mimaba más a determinados medios. Por ejemplo, concedió 213.000 euros en dos años a Libertad Digital, un proyecto en el que estaban Federico Jiménez Losantos y Alberto Recarte, éste último, casualmente, consejero de Caja Madrid con Blesa. Y más de 192.000 euros en un solo año de la caja fueron a parar a otro canal digamos de lo que llaman la TDT party, Intereconomía.
A veces, el que peor lo pasaba era Blesa, que se mostraba hastiado de todo lo que le pedían, siempre dinero de Caja Madrid, claro. Vamos a resumirte algunas de las peticiones que le llegaron, formalmente, por escrito, en apenas tres años de su gestión: el rector de la Universidad Carlos III de Getafe, Gregorio Peces Barba, le pide patrocinio, el rector de la Complutense, Rafael Puyol, le pide colocar a uno de sus hijos, el piloto Carlos Sainz, campeón del mundo de rallys, le escribe para pedirle dinero para patrocinar una de sus aventuras, un ex secretario de Estado de Hacienda y consejero de Caja Madrid, Estanislao Rodríguez Ponga, le pide seis entradas para la Copa América de Vela, otro ex secretario de Estado, implicado en el caso Gescartera, Ernesto Giménez Reyna, le pide (sabe que Blesa tiene mano en Iberia, participada por Caja Madrid) que a ver si puede cambiarle el billete de vuelta desde Argentina con su mujer para ir en clase business y no en turista…
Blesa está agotado a veces, pero sabe que al final esos favores son armas en su mano y no piensa en la Caja, más bien en su poder y en su orgullo. “Lo acabo trincando, por eso lo voy a autorizar, pero solo si me lo pide llamándome personalmente”, escribe de uno de esos pedigüeños.
Pero es que a Blesa le manda también un recado Juan Miguel Villar Mir, uno de los más importantes constructores de España, para ver si pueden concederle un hospital privado en Madrid. Le escribe Díaz Ferrán (también consejero de Caja Madrid) para pedirle dinero para aquella ruinosa cúpula de la ONU que hizo Miquel Barceló de la Alianza de Civilizaciones de Zapatero…
Dijo que era el mismo Rey el que buscaba fondos y pedía el apoyo de Blesa. No sabemos si al final hubo dinero de Caja Madrid para ese megaproyecto, pero Blesa no estaba muy entusiasmado (en Interviú publicamos esta semana algunos de sus chistes preferidos, algunos de dudoso gusto, y muchos hacen alusión a sus dos enemigos íntimos, Zapatero y Esperanza Aguirre) y contestó “mañana tengo que ver al Rey. A ver si se le olvida”.
En 2009, Aznar presionó a Blesa (el lo comparó con una apisonadora) para que Caja Madrid comprara la colección de arte de Gerardo Rueda por unos 54 millones de euros. Al final, no fue la peor operación de Blesa, que aceptó pagar unos seis millones por varias obras de ese autor ante el desplante del hijo de Aznar, José María Aznar Botella, que llegó a escribir a Blesa: “Con los pelos que (su padre se entiende) se ha dejado por ti, y han sido muchos, no se merecía esta decepción”
Blesa estuvo torero entonces porque contestó: “Caja Madrid no es mi cortijo” y lo disculpaba por la juventud de Aznar junior: “Algún día no te explicarás haber escrito este mensaje. Yo nunca me arrepentiré de haber actuado así”.
Miguel Almunia, el hijo del político Joaquín Almunia, fue becado en la Universidad de Harvard por Caja Madrid, pero no le renovaron la ayuda. Y en 2006 escribió un durísimo mail. Vamos a leer un trocito del que publicó el diario.es, “Yo no tengo ni 60.000 ni 50.000 dólares, ni mucho menos para mi desgracia. Solo tengo ilusión, ganas de aprender y ganas de cambiar el mundo. Pensaba que las becas de la Fundación Caja Madrid existían para ayudar a gente como yo”.
A ese mail digamos un poco pretencioso lo acompañó también una llamada telefónica quejosa de su padre ante Rafael Spottorno, entonces directivo de la Obra Social de Cajamadrid y ahora jefe de la Casa Real. Spottorno escribe con sorna a Blesa: “Da gusto dar becas millonarias a personas importantes, aunque sea por parentesco. Sería pedir demasiado que además fueran agradecidas e incluso, por qué no, que estuvieran bien educadas”.
Y concediendo y negando favores, jugando con ese dinero de los ahorradores, de la caja, recordemos que el Estado tuvo en 2012 que nacionalizar Bankia con más de 22.000 millones de euros de dinero público, imagino que Blesa se sentiría el rey del mundo.
Lo invitaban a la ópera al Palacio Real, a monterías por toda España, acudía a safaris en todo el mundo, de Namibia a Rumanía. Mataba hipopótamos, leones (alguno tiene disecado en su casa), jabalíes, elefantes… Viajaba a Venecia, Amsterdam, la Costa Azul, Tanzania, las Maldivas. Le ofrecían el mejor caviar del mundo, el Beluga Royal triple cero, a 240.000 el kilo en lugar de las 700.000 pesetas kilo que cobraban en el mercado, cruzaba Madrid con su Ferrari con la lista de radares…
Encargó un retrato suyo a la pintora Carmen Laffon, premio nacional de Artes Plásticas y autora, por ejemplo, de retratos de los Reyes de España. Por cierto, el cuadro lo pagó Caja Madrid e imaginamos que estará en alguna casa de Blesa. Y era incluso una persona con notable éxito entre las mujeres.
Muchas mujeres le enviaban fotos, algunas ejecutivas de Caja Madrid incluso en bikini o en top less. En esa etapa, Blesa rompió su matrimonio y conoció, también en Caja Madrid, a Gema Gámez, que ya es su segunda esposa. Y a la que ayudó a montar, cuando todo estalló, una tienda de abrigos de visón en el barrio de Salamanca que se llamaba Otoño en Florida.
Y ese es otro de los asuntos en los que Blesa está acusado, la compra de un banco en Florida, por el que Caja Madrid habría pagado 500 millones de euros de más. No somos expertos en este tema, pero da la sensación de que Blesa actuó aquí con el mismo desparpajo que en el resto de su gestión. Uno de los correos de uno de sus colaboradores le explica con detalle los activos, pasivos, ventajas y futuro de varios bancos en Miami para que tenga elementos de juicio y opine con fundamento. Blesa contesta: “me gusta el primero, pero solo por el nombre”.