TERRITORIO NEGRO

Crimen Juana Canal: una investigación de casi 20 años hasta la confesión de Jesús Pradales

Luis Renfueles y Manu Marlasca hacen un repaso de los que ha sucedido durante 19 años sin conocer qué pasó con Juana Canal.

📍 Qué le pasó a Juana Canal: cronología de un crimen cuya investigación se ha alargado 19 años

Luis Rendueles | Manu Marlasca

Madrid | 31.10.2022 17:35 (Publicado 31.10.2022 17:33)

En El Territorio Negro habla del crímen de Juana Canal, la mujer que desapareció en febrero de 2003 y también de la historia triste de su familia, sus dos hijos y sus cuatro hermanos, su hermana Ana María, sobre todo, a los que nadie hizo caso, a los que nadie creyó. Ellos insistieron todos estos años en que Juana Canal no se había ido voluntariamente de su casa de Madrid tras discutir con su pareja. Ahora sabemos que Juana había sido asesinada y descuartizada en su casa aquella misma noche por esa pareja. Este hombre lo confesó la pasada semana, pero todos estos años su familia estuvo sola, muy sola.

Es una historia tremenda, un error inmenso, un agujero del sistema, un fallo que ha durado 19 años. Juana Canal, una mujer joven, 38 años, madre de dos hijos, llama al 091 porque su pareja entonces, un taxista llamado Jesús, la está agrediendo en una discusión. Los dos viven juntos en un piso del barrio de Ciudad Lineal, en Madrid. Y hasta allí llega un coche patrulla, un zeta, de la Policía Nacional.

Son algo más de las dos de la madrugada y los agentes comprueban que, en efecto, la pareja había discutido. Lo que hacen, lo que se hacía entonces, no había una ley de violencia de género como la de ahora, que se aprobó en 2004, es disuadir con su presencia según el argot policial. No hay heridos y parece que las cosas se calman, el hombre les dice que no habrá problemas, que de hecho está haciendo las maletas porque esa misma noche se va de la casa. Así que los dos policías se van y en la casa se quedan solos, otra vez, Juana y su pareja, Jesús.

Nadie más va a ver viva a Juana Canal, bueno ni viva ni muerta hasta casi veinte años después

Al día siguiente, el 23 de febrero de 2003, uno de los hijos de Juana, Sergio, el mayor, que tenía 18 años, es el primero en llegar a casa. El chaval se había quedado a dormir en casa de un tío suyo y al volver encuentra la casa vacía, aunque revuelta, como si hubiera habido un robo o una pelea y encuentra también un papel con una nota muy extraña que le ha dejado el hombre que era la pareja de su madre.

Es una nota escrita a mano en la que este hombre, un taxista madrileño de 33 años entonces, le dice que su madre se ha marchado y que él ha salido a buscarla La nota dice textualmente: "Sergio, hemos vuelto a discutir. Ha llamado a la policía y después tu madre se ha tomado un montón de pastillas y se ha ido. Ha habido un momento que se ha quedado muy grogy. Me ha amenazado con beber, me voy a buscarla”. Es una nota inteligente, porque Juana había tenido problemas con la bebida y también con las pastillas, había tenido una vida complicada, aunque estaba saliendo de ese pozo gracias al apoyo de su hijo mayor, al de sus hermanos, su madre...".

Incluso había conseguido un trabajo nuevo, pero es cierto que había tenido épocas de debilidades y adicciones. El padre de sus hijos vivía en Valencia entonces con el hijo pequeño, Oscar. Desde hacía unos meses ella tenía una nueva pareja, ese taxista llamado Jesús que era con el que tenía frecuentes discusiones y era el hombre que, en teoría, había salido a buscarla aquella madrugada.

Lo que viene ahora es inexplicable, yo diría que casi un escándalo. Desaparece una mujer, una madre, y desaparece también el hombre con el que vivía, la última persona que la vio viva. Y nadie hace nada. La familia de Juana acude a la comisaría de policía de Ventas, en Madrid, a poner la denuncia. No les hacen demasiado caso y les piden que esperen 24 horas para poner la denuncia, que quizás Juana volverá cuando se le pase el enfado con su novio.

Por su parte, Jesús, el taxista, acude a la mañana siguiente a poner una denuncia. Y denuncia a Juana Canal, su pareja de entonces. Dice que ella le agredió la noche anterior, que le hizo arañazos, que le quemó con cigarrillos. Incluso cuenta que ella cogió un cuchillo y le dijo que se lo iba a clavar, a suicidarse, para que le culparan a él. También dice que le robó 700 euros y que no sabe donde está. Así logra que se investigue a la víctima, Juana, como si fuera una agresora. Jesús pasa entonces a ser víctima de una mujer agresiva, con algunos antecedentes por consumo de alcohol y de pastillas, con fama de inestable. Y rehace su vida con rapidez. Empieza de cero.

La familia, además, comprueba que Juana Canal no se ha llevado nada, ni siquiera el DNI, ni ropa, tarjeta del banco, dinero, la tarjeta de la Seguridad Social, nada. Su hermana Ana María insiste todo este tiempo, ante quien ha querido escucharla, en que no puede haberse ido así, que no dejaría solo a su hijo. Pero el asunto queda en un cajón y Jesús, su última pareja, empieza a salir con Saray, otra mujer con la que va a iniciar una nueva vida en la que no le va a ir mal.

Casi veinte años, una vida

La madre de Juana murió sin saber qué había sido de su hija o casi peor, escuchando la historia falsa de que se había ido voluntariamente, que había dejado tirada a su familia. El hijo mayor, Sergio, el que encontró esa nota, tuvo una vida complicada y murió joven hace años. El pequeño, Óscar, hizo vida con su padre en la Comunidad Valenciana, hoy es un treintañero que ha sido capaz contra todo de levantar una familia, unos hijos, nietos de Juana.

Su hermana Ana María, ha seguido peleando con sus pocos medios, son una familia humilde y trabajadora, buscando a su hermana, pidiendo ayuda todos estos años. Acudió también a una asociación de desaparecidos, SOS desaparecidos y este año una compañera en Caso Abierto,

Tamara Morillo, hizo con ella un reportaje sobre ese asunto casi olvidado. Recuerdo que nos parecía, cuando lo leímos, un asunto casi imposible, que llegamos a pensar también, por prejuicio, que quizás Juana se había ido. Pero su hermana nunca desfalleció y en ese reportaje ya decía que como Juana había tenido problemas de ansiedad, de depresión, con pastillas, con alcohol, como no era una madre digamos modelo o convencional, los policías entendieron que podía haberse ido y dejar a sus hijos, a su familia, sin más.

Una investigacióin policial sin demasiado empeño

El caso lo llevó un inspector jefe de la policía. Tomó declaración a Jesús, la pareja de Juana y no vio ninguna contradicción. A la hermana le dijo varias veces que había gente que se iba sin más, voluntariamente. Ellos llegaron a dudar, por ser positivos esperaban la llamada de Juana, que volviera después de que se le pasara el enfado. Era imposible, estaba muerta, la habían matado. Se inspeccionó el coche de su pareja, Jesús, sin resultado.

La familia tiene que hacer entonces de policía. Preguntan por el barrio, a viejos conocidos, participan en un programa de televisión y piden ayuda para encontrar a su hermana. Alguien les dice que Juana está viva y para por el barrio del Pilar en Madrid. Hay una pista que habla de que Juana frecuenta incluso un local de intercambio de parejas. La policía investiga ese asunto, que es falso, claro. Una persona dice que ha visto a Juana Canal en Torrevieja, en Alicante, la Guardia Civil lo comprueba y también es falso. Otra dice que está en Calella, en la provincia de Barcelona, la familia va hasta allí y comprueba que aquella mujer no es Juana. Todo un calvario, todos estos años.

Se dio siempre credibilidad a la historia de Jesús, el taxista. La familia de Juana, no, de hecho, el hijo mayor, Sergio llama por teléfono varias veces a Jesús, pero este ni siquiera le coge el teléfono. Ha cambiado de vida, de profesión, ha dejado el taxi, tiene nueva pareja, tendrá nueva familia y trabaja como camarero primero y los últimos años como dueño de una camioneta, lo que los modernos llaman food tracker, una furgoneta en la que vende hamburguesas y perritos calientes en festivales de música y fiestas patronales de la Comunidad de Madrid y de Ávila, la provincia de la que es su familia.

Este hombre es hijo de un pintor bastante conocido, Antonio Pradales, tiene otros dos hermanos que también están vinculados con el arte, su familia es conocida y respetada en la zona de Avila, en Navaluenga, Navalacruz. Rehace su vida, vuelve a ser padre y ¿no tiene ni un solo problema con la justicia?

Casi veinte años viviendo con esa mentira. Sí tuvo un par de incidentes menores que no hicieron saltar la voz de alarma. Hace más de diez años, se peleó con su pareja en una estación de servicio y fue detenido por violencia de género. Después, en otra ocasión tuvo un accidente de tráfico y un altercado con los agentes de la Guardia Civil que acudieron a la zona. Nada que hiciera resucitar la desaparición de Juana. Pero a este hombre la suerte o la justicia le van a jugar una mala pasada. Un día de mayo de 2019, unos senderistas están haciendo una excursión por un monte cercano a Navalacruz, un pueblecito de la provincia de Ávila. Y allí encuentran, a simple vista, unos huesos. Piensan que son humanos y llaman a la Guardia Civil que recoge los huesos para analizarlos en el laboratorio.

En efecto, son huesos humanos y la prueba del ADN que se hace con las personas sin identificar da positiva: son huesos de Juana Canal. Sin embargo, y este es otro asunto que no podemos entender, a la familia no se le comunica que se han encontrado restos de Juana hasta junio de este año, en 2022, más de tres años después de que esos senderistas los encontraran.

Vamos a repetir aquí las explicaciones que nos han dado. Los huesos se encuentran en mayo de 2019, el laboratorio de ADN está colapsado, lo hemos contado aquí varias veces. Así que hasta enero de 2020 no se sabe a ciencia cierta que los restos humanos son de Juana Canal. El Instituto de Toxicología lo comunica al juzgado de Madrid que lleva el caso de la desaparición de Juana Canal. El caso está archivado y el juzgado lo único que hace es tratar de ponerse en contacto con el denunciante, el hijo mayor de Juana, que está fallecido. Lógicamente, no lo consiguen y el asunto queda, otra vez, en un cajón. Nos han hablado del covid, del confinamiento, de burocracia. Lo cierto es que se añaden más de dos años más de espera a esta familia, que seguía difundiendo el caso en redes sociales, en reportajes. Y dos años más de libertad al asesino, que seguía con su nueva vida.

Porque los huesos de Juana Canal no aparecen en un lugar cualquiera. Y esto hace más difícil entender ese nuevo retraso. Muy cerca de ese monte, a unos dos kilómetros, tiene una casa la familia de la pareja de Juana Juana Canal no tenía ningún vínculo con la provincia de Ávila. Y su última pareja, Jesús, sí. Los investigadores de la UDEV Central toman por fin el caso y comprueban que muy cerca de allí tiene una finca su familia, aunque está cerrada y a nombre de sus abuelos, y que Jesús conoce mucho la zona y está muy conectado con ella, es la zona de su infancia, es la finca a la que ha llevado varias veces a su nueva familia.

Finalmente, las cosas terminan haciéndose bien

Uno de los jefes de grupo de la UDEV se convierte en la persona que va a tratar con Ana, la hermana de Juana Canal. No han sido cosa suya, pero se disculpa por los errores y le promete que esta vez va a ser diferente, van a ir con todo. Le pide confianza y paciencia, le promete transparencia. Y se pone en marcha una maquinaria policial implacable. Se pincha el teléfono del sospechoso y se pone su vida patas arriba. El pasado 29 de septiembre se hace un registro de la casa donde Juana vivía y donde había desaparecido en Madrid, tantos años después. Un registro, por cierto, convenientemente difundido y televisado.

El registro de la casa da negativo, no hay restos de sangre. Pero la investigación continúa. Su familia siente la presión y le hacen preguntas por teléfono, él siempre dice que no ha tenido que ver con el asunto, pero con algunos matices. Vamos a poner dos ejemplos: "Júrame que no tuviste nada que ver. El hombre contesta "Jurar es malo". En otra ocasión, le preguntan de nuevo si tuvo que ver con la desaparición de Juana y el responde preguntando qué hay para comer. Tanto su mujer actual como una pareja que tuvo antes de Juana no pueden creer que haya tenido que ver con un crimen. Lo definen todos como alguien dócil, obediente, un padre entregado que acompaña a sus hijos al colegio y que cuida de los abuelos, ya ancianos.

El caso es que la presión va aumentando. Policías y Guardias Civiles registran de nuevo el monte a las afueras de Navalacruz. Llevan drones, llevan agentes caninos, como nuestro amigo Dylan y su hermano Junco. Este último encuentra más huesos de Juana enterrados en la zona y que quizás hayan sido movidos por la corriente de un río cercano. Son huesos humanos: un fémur, un coxis, una cadera, varias costillas. Ese nuevo registro también es convenientemente difundido y televisado. La presión sobre Jesús Pradales sigue aumentando y se va a hacer insoportable.

Al fin, se detiene a Jesús Pradales

Se le coloca un policía sombra que va acompañándole en un recorrido entre Madrid y Ávila. No puede preguntarle directamente por el crimen, pero sí puede darle carrete, darle conversación

Van a ser dos policías sombra los que se ganen su confianza. Lo detienen en Fuente del Saz, en la Comunidad de Madrid, lo llevan a Ávila, al monte, a la Comandancia de la Guardia Civil. Le dicen que van a registrar también la finca de sus padres. Y le van explicando el enorme problema en el que está metido, él y también su nueva familia, sus hijos. También le van dando salidas. Quizás fue un accidente, quizás no quisiste matarla, cuéntanos qué pasó.

Al principio el hombre niega todo y dice que el culpable sería algún hombre que acudiera luego a casa de Juana y que dejara el cuerpo allí para culparle a él. Sus policías sombra le hacen ver que eso es imposible, luego parece que Jesús se derrumba y va a contar cómo mató a Juana Canal, pero después de unas horas explica que aquella noche de 2003 él la encuentra muerta en su casa. Entonces, dice, se asusta, corta el cuerpo en la bañera y lo mete en dos maletas. Se va al pueblo de Navalacruz y la entierra allí en varios hoyos que cava en el monte.

Pradales admite que mató a Juana Canal

Cuenta que discutieron por un asunto de dinero, esos 700 euros que había dicho que le había cogido ella, que Juana cogió el dinero que él había ganado aquella noche con el taxi, que él la empujó y que ella se cayó y se dio un golpe. El decidió irse, pero vio que estaba muerta y fue entonces cuando troceó su cuerpo, lo metió en dos maletas y se fue al pueblo a enterrarla. La mañana siguiente acudió a comisaría a denunciar que Juana le había pegado.