Viajamos en el espacio, hasta Zamora, y en el tiempo, hasta el sábado, 16 de septiembre de 2000… Una mujer llamada Estrella Acebes está inquieta…
Está inquieta porque no sabe nada de su hermana Susana desde el día anterior. Había quedado con ella a las seis y media de la tarde del viernes y no se presentó. Estrella no se preocupó demasiado porque sabía que su hermana había quedado con un amigo y quizás no quería ver a nadie. La llamó varias veces durante la tarde y la noche del viernes, sin respuesta. El sábado, 16 de septiembre, por la mañana, Estrella fue hasta la casa de su hermana, comprobó que su coche estaba aparcado allí, llamó varias veces al telefonillo y tampoco obtuvo respuesta…
Hacia las cuatro de la tarde fue a casa de sus padres y cogió unas llaves del piso de Susana. Abrió la puerta, que no estaba cerrada con llave, atravesó el salón, que estaba lleno de botellas, vasos y colillas y pensó que su hermana seguía dormida porque se había corrido una juerga monumental… Así que fue hacia su habitación…
Estrella vio el cuerpo de su hermana en el suelo, con la cabeza en medio de un charco de sangre y las luces encendidas. Estrella salió de allí rápidamente, intentó llamar al 091, sin conseguirlo, llamó a su madre y le dijo que avisase a la policía para que fuesen a casa de Susana.
Con la llegada de la policía al piso comienza la investigación en la que quieres que acompañemos a la policía… ¿Dónde vamos primero?
A la escena del crimen. Una buena inspección ocular es una de las claves del éxito de una investigación, así que vamos a ver lo que se encontraron los agentes en el domicilio de Susana Acebes. Nos vamos primero a ver el cadáver… Susana está totalmente desnuda, a la izquierda de la cama, boca abajo, con las piernas extendidas, uno de los brazos extendidos por encima de la cabeza y el otro doblado sobre el codo. Tiene la cabeza completamente ensangrentada y una camiseta fuertemente anudada alrededor del cuello. Y hay un detalle que llama poderosamente la atención, por inusual, en la escena del crimen: un preservativo asoma por la vagina de la víctima…
La cama está desplazada, hay parte de la colcha y de la sábana –que están manchadas de sangre– en el suelo, hay una lámpara de una mesita de noche caída… Todo parece indicar que la agresión comenzó en la cama. También tenemos un pantalón y unas braguitas junto al cuerpo, que parece que se han quitado al mismo tiempo, y el envoltorio abierto de un preservativo.
Hay que mirar en el resto de la casa: en el salón hay muchas colillas de cigarrillos de distintas marcas, esparcidas en la mesa y en el suelo y dos botellas de cerveza vacías. En el baño falta una toalla y la puerta de entrada al piso no ha sido forzada…
Bien, así que imagino que con esta inspección ya podemos sacar algunas conclusiones…
La escena del crimen nos dice que, probablemente, el asesino conocía ala víctima, que debió estar fumando y bebiendo con ella, antes de pasar a la habitación y mantener allí una relación sexual y que allí mismo, en la cama, pasó algo que desencadenó la agresión que acabó con la muerte de Susana Acebes.
Ahora vamos a acompañar al cuerpo de Susana a la sala de autopsias y a saber qué descubrieron los forenses. .. En las autopsias de personas asesinadas siempre está presente un investigador de homicidios para tener información de primera mano. La autopsia de Susana dice que la mujer fue golpeada en la cabeza cuando estaba desprevenida –no tiene una sola lesión de defensa– y que después fue estrangulada con una camiseta, que le da dos vueltas alrededor del cuello.
Y, claro, ese detalle del preservativo indica que tuvo una relación sexual… Sí, en el preservativo que tenía el cadáver hay algo de esperma. Los forenses también recogen muestras en otras partes del cuerpo para ver si hay más restos biológicos y establecen que Susana debió morir entre las 20 horas del viernes y las 4 del sábado… Recordemos que Estrella encontró su cuerpo a las cuatro de la tarde del sábado.
Ya sabemos todo de la escena del crimen y del cadáver… ¿Por dónde empieza la policía?
Como hemos contado aquí muchas veces, cualquier investigación empieza por conocer muy bien a la víctima. Hay que poner un gigantesco foco sobre ella para que nada quede en sombra…
Susana Acebes era una mujer de 26 años, madre de un niño de cinco años. Estaba separada de Jesús, su marido, desde hacía un año y en ese proceso de separación hubo denuncias por abandono de familia, hurtos de efectos, sustracción de vehículos. La policía se interesó rápidamente por el ex marido de Susana, sobre todo cuando alguien les dijo que la había amenazado de muerte y que la última tarde en al que fue vista con vida él estuvo en su casa…
La policía fue al bar que regentaba Jesús, el ex marido de Susana, y le detuvo. El hombre era el principal sospechoso, pero había que situarle en la escena del crimen, algo que los investigadores no pudieron hacer y, además, a las pocas horas de comenzar las pesquisas, salieron otros candidatos…
Estrella, la hermana de Susana, la mujer que encontró el cuerpo, fue de las primeras personas a las que se tomó declaración. Ella contó que la separación de Jesús y su hermana había sido muy complicada, con amenazas de muerte, pero que ya no había ninguna relación entre ellos, más allá de las entregas de Marcos, el hijo que ambos compartían. El día del crimen, Jesús, efectivamente, fue a casa de Susana, pero a recoger al pequeño. Y, desde luego, no parecía probable que Susana hubiese recibido en casa a su ex marido, le hubiese invitado a pasar, hubiese bebido con él y hubiese mantenido una relación sexual con su ex…
Estrella habló a la policía de un hombre al que llamaremos X. Un tipo con el que su hermana había roto quince días antes porque, según dijo, le había pillado con otro hombre en Sanabria, la comarca zamorana donde Susana pasó el verano trabajando. Estrella dio a los investigadores un par de datos inquietantes: X vigilaba a la víctima en su lugar de trabajo y en su casa y dijo que, aunque él hacía creer a todo el mundo que habían quedado como muy buenos amigos, estaba obsesionado con la mujer y no había aceptado la ruptura.
Y a ese señor X, la policía va a verle, y le tomaron declaración. Él reconoce que mantenía relaciones con Susana desde un año antes. Negó que la relación entre ambos estuviese rota, aunque reconoció que no era tan continua como antes. De hecho, dijo que seguían acostándose juntos aunque, eso sí, negó tener llaves de casa de Susana, lo que contradijo la versión de Estrella Acebes, que dijo que sí tenía llaves, y, por supuesto, negó haberla vigilado o acosado.
Así que tenemos a ese sospechoso, que lo niega todo, y al ex marido de Susana, aún detenido.
Jesús fue al juzgado y dio una sólida coartada que no había dado antes para no meter en líos a la mujer con la que pasó la noche, una señora casada. Cuando la policía comprobó que era verdad lo que decía, le dejaron en libertad, así que el primer sospechoso quedaba descartado.
Y entonces solo queda ese señor X, ese tipo que decía ser buen amigo de Susana…
X acudió al juzgado y en una larga declaración hizo todo lo posible por extender las sospechas a mucha más gente. Dijo que nunca rompió su relación con Susana y que aceptaba que ella tuviese otras parejas, que la había sorprendido en el verano con otro tipo, que el hijo de la víctima le dijo que su mamá tenía otro novio… En definitiva, lo que quiso hacer ver es que la lista de sospechosos era muy larga. Tal y como dijo textualmente en su declaración: “Susana podía haber subido a casa a cualquier persona que le cayera bien, era muy abierta, a mí mismo me subió a los dos días de conocerme”.
Y ese señor X, naturalmente, negó haber estado en casa de la víctima el día del crimen… Por supuesto, pero hizo una cosa que puso las cosas muy complicadas a los investigadores: dijo que dos días antes del crimen había estado comiendo en casa de Susana y había mantenido relaciones sexuales con ella en el salón y en la habitación. Así justificaba perfectamente el hecho de que en la escena del crimen apareciesen restos biológicos suyos o huellas dactilares… De hecho, se le tomaron muestras de ADN para cotejarlas, primero, con el semen encontrado en el preservativo.
Naturalmente, resultaron negativas, porque no estaríamos en este punto… Además, él dio una coartada que no pudo ser rebatida por la policía, pero varios testigos comenzaron a dar una preocupante visión del señor X. Una amiga de Susana dijo que “quería estar siempre con ella” y confirmó que conservaba llaves de la vivienda. Otro amigo dijo que “ella quería cortar cualquier relación con él”. Una vecina de Susana identifica al señor X aparcando su furgoneta cerca de la casa del crimen la tarde de los hechos y alguien comenzó a hablar de los anteriores matrimonios del señor X…
El señor X había estado casado dos veces, tenía cuatro hijos y sus separaciones no fueron precisamente modélicas. Su última mujer, de la que se divorció cuatro años atrás, denunció que la amenazó con una escopeta, con un cuchillo, que la golpeó… El hombre la seguía y elaboró con esos seguimientos unos cuadrantes con los horarios de su mujer.
Desde luego, sí parecía tener el perfil y los antecedentes para ser un buen candidato… pero eso no es suficiente. Nadie le situaba en la escena del crimen, salvo esa vecina que dijo verle “a unos cincuenta metros” de casa de Susana. Pero ahora, debemos volver a la escena del crimen y a los laboratorios donde se analiza lo encontrado allí.
Se analizan treinta colillas, de las cuales hay cuatro que han fumado personas no identificadas. El resto corresponden a Susana, su hermana, un amigo de las dos y al propio señor X. En las ropas de la víctima y por la casa hay restos de esperma de tres personas: el señor X, un hombre que reconoció haber tenido relaciones con la víctima y un tercer hombre: varón A le llamamos. Y de ese varón A es el semen que hay en el preservativo que tenía el cadáver.
Naturalmente, aun hoy se sigue sin saber quién es el varón A, claro… Pero, ¿y de todas esas botellas que había en la escena no se pudo obtener nada?
No había restos de ADN allí y además, se averiguó que esas botellas habían salido de la basura, que alguien las trasladó desde el cubo hasta el salón. Varias personas que estuvieron con Susana en las horas anteriores a su muerte dijeron que habían bebido con ella y que la mujer era ordenada y limpia, así que tiró las botellas a la basura.
Las sacaron de la basura y las colocaron allí para simular una escena del crimen. No solo las botellas, todas las colillas y la ceniza, que estaban en posiciones nada naturales, también fueron colocadas allí. El aparente desorden del salón contrasta, por ejemplo, con lo limpio que estaba el cuarto de baño, donde alguien se tomó la molestia de limpiar a fondo. Y alguien que se preocupa tanto se simular una escena y de borrar rastros, no parece que tenga el perfil de alguien que se deja un preservativo con su esperma en el interior de la mujer a la que acaba de matar.
No parece, efectivamente, que sean comportamientos compatibles. Es decir, que la policía piensa que el criminal no tiene por qué ser ese varón A, el propietario de ese esperma que hay en la escena del crimen…
La policía sigue pensando que el asesino mató a Susana y que después, puso ese preservativo en su cuerpo. El condón lo pudo haber sacado de cualquiera de esos lugares a los que acuden las parejas a tener relaciones sexuales en los coches y luego tiran los restos.
Lo cierto es que, doce años después, el crimen sigue impune y que Estrella, la hermana de Susana, está dejándose literalmente la vida para que el asesinato se resuelva…
Para Estrella, la última pareja de Susana, ese señor X que hablábamos las pasada semana, es el autor del crimen, aunque lo cierto es que ni ella ni nadie han podido acreditar su participación en el asesinato, aunque sí se tuvo alguna noticia de él años después del crimen.
En 2006, una mujer, la nueva pareja de ese señor X, se presentó en un cuartel de la Guardia Civil y contó que en su casa había tres maletas y que su pareja la había amenazado con matarla si miraba en su interior. La Guardia Civil encontró en esas maletas una trenza de pelo de Susana, recortes de periódicos con noticias sobre el crimen, vídeos de programas de televisión que trataba el asesinato y muchas horas de grabaciones telefónicas. X había grabado todas sus conversaciones en los cuatro meses siguientes al crimen… Y en esas grabaciones, el sospechoso demostraba un altísimo conocimiento de la investigación que se estaba llevando a cabo.
El juez no quiso llamarle a declarar tras esto. Y eso que la policía realizó, tras ver lo que X tenía en esas maletas, una diligencia de informe en la que ponía de manifiesto, y leeemos textualmente, “una clara preocupación de ser el objeto de la investigación” . Y en ese mismo informe se decía: “resulta al menos intrigante el conocimiento tan detallado que X tenía sobre los hechos, detalles que obran en el sumario y que en teoría solo debían conocer en esos momentos los encargados de la investigación y la autoridad judicial”.