PSICOLOGÍA

Si usas estas frases, podrías parecer inseguro, según una psicóloga de Harvard

¿Y si la verdadera causa de que te vean inseguro no fuera lo que dices, sino cómo lo dices? Una psicóloga de Harvard revela las frases más peligrosas que usamos a diario sin darnos cuenta… y que sabotean nuestra imagen en segundos.

Si usas estas frases regularmente, tienes una personalidad muy fuerte

Las 7 frases comunes que suelen usar las personas con bajo nivel educativo, según la psicología

Un experto en comunicación no verbal desvela las señales que indican que una persona miente cuando habla

Miriam Méndez

Madrid |

Si usas estas frases, podrías parecer inseguro, según una psicóloga de Harvard
Si usas estas frases, podrías parecer inseguro, según una psicóloga de Harvard | Pixabay

¿Te has parado a pensar que cada palabra que sale de tu boca tiene el poder secreto de cambiar tu vida? Imagina que cada frase es un hechizo que podría convertirte en la versión más fuerte y segura de ti mismo, o en alguien atrapado en sus propias inseguridades.

Las palabras que eliges a diario son mucho más poderosas de lo que imaginas: pueden hacerte resiliente frente a cualquier tormenta o dejarte a merced de las circunstancias. Cortney Warren, prestigiosa psicóloga formada en Harvard, asegura que la clave del éxito emocional y personal se encuentra justo ahí, escondida en la forma en que hablas y piensas.

Te contamos cuáles son esas expresiones que, según los especialistas, deberías borrar inmediatamente de tu vocabulario para evitar parecer inseguro ante los demás. Cambiar tan solo unas pocas palabras puede transformar profundamente tu bienestar emocional y tu imagen personal.

Perdona que te moleste, pero...

Pocas frases resultan tan traicioneras para la imagen que proyectamos como esta. "Perdona que te moleste, pero…" es una fórmula que muchos utilizan prácticamente sin darse cuenta, con la intención de sonar educados o amables. Sin embargo, Warren advierte de que abrir una conversación pidiendo disculpas por adelantado no solo es innecesario, sino que transmite un mensaje mucho más dañino: la idea de que tu presencia, tus ideas o tus necesidades son una molestia para los demás.

Utilizar esta expresión coloca, desde el primer momento, al hablante en una posición de inferioridad. Y esto no solo debilita tu mensaje, sino que puede hacer que los demás te perciban como alguien que no se siente con derecho a ocupar espacio o a ser escuchado.

La experta incide en que la cortesía no tiene por qué ir acompañada de autolimitaciones. En lugar de pedir perdón por hablar, lo recomendable es formular el mensaje de manera directa y respetuosa, demostrando que tu intervención tiene valor. Un simple "Disculpa, ¿puedo comentarte algo?" o "¿Tienes un momento?" es suficiente para iniciar una conversación con educación, pero sin ceder terreno desde el primer momento.

La próxima vez que te sorprendas utilizando esta fórmula, recuerda: tus ideas merecen ser escuchadas sin necesidad de pedir permiso por adelantado. Hablar con seguridad es el primer paso para que los demás también te escuchen con respeto.

No sé si esto tiene sentido, pero...

No sé si esto tiene sentido, pero…". ¿Cuántas veces has escuchado —o dicho tú mismo— esta frase? Aunque parezca inofensiva o incluso humilde, en realidad es una de las formas más comunes y peligrosas de desautorizar tu propio discurso antes de empezar.

La experta en psicología explica que este tipo de expresiones proyectan duda e inseguridad. Al utilizarlas, envías un mensaje claro —aunque quizás inconsciente— a tu interlocutor: "Lo que voy a decir probablemente no merece mucha atención, porque ni siquiera yo estoy seguro de que tenga sentido".

El problema, según Warren, es que esta fórmula prepara a los demás para restarle valor a tu intervención, incluso antes de haberla escuchado. Así, en lugar de presentar tu opinión con convicción, abres la puerta a que sea ignorada o minimizada. La alternativa es simple y mucho más poderosa: expresa tus ideas con claridad y sin justificarte. Si después alguien necesita una aclaración, podrás ofrecérsela, pero no asumas de entrada que tu aportación es confusa o irrelevante.

La seguridad comienza por confiar en que lo que tienes que decir merece ser escuchado. La próxima vez, elimina la duda del principio y empieza con lo que realmente importa: tu mensaje

¿Me explico bien? o ¿Tiene sentido lo que digo?

Preguntar si te explicas bien o si lo que dices tiene sentido es, en primera instancia, una práctica saludable. Demuestra que te importa que los demás te entiendan y que buscas mantener una comunicación clara y efectiva. Sin embargo, cuando esta pregunta se repite una y otra vez en una misma conversación o se convierte en una muletilla habitual, puede proyectar una imagen de inseguridad difícil de ocultar.

Cortney Warren señala que recurrir constantemente a frases como "¿Me explico bien?" o "¿Tiene sentido lo que digo?" transmite la sensación de que tú mismo dudas de tu capacidad para comunicarte con claridad. El problema no es preguntar, sino hacerlo de forma reiterada y automática, como si necesitaras la validación constante del interlocutor para sentirte seguro.

Además, este hábito puede distraer o incluso incomodar a la otra persona, desviando la atención del mensaje principal y generando un ambiente en el que tus propias palabras parecen insuficientes o poco sólidas.

La recomendación de la experta es sencilla: confía en tu discurso y reserva estas preguntas para momentos puntuales en los que realmente detectes una posible falta de comprensión. Aprender a sostener tu mensaje sin necesidad de pedir permiso o buscar confirmaciones constantes es una de las claves para proyectar seguridad y credibilidad en cualquier contexto.

Esto es solo una idea tonta, pero...

Entre las expresiones que minan la confianza personal, pocas resultan tan autodestructivas como esta: "Esto es solo una idea tonta, pero…". Puede parecer un gesto de humildad o una manera simpática de romper el hielo, pero en realidad es una forma de dinamitar tu credibilidad antes de empezar.

La psicóloga formada en Harvard cuenta que etiquetar una idea como "tonta" antes de siquiera exponerla envía un mensaje demoledor: "Lo que voy a decir no tiene valor, así que no lo tomes en serio". Este hábito, que muchas personas adoptan casi sin pensarlo, es uno de los mecanismos de defensa más frecuentes cuando tememos al juicio o al rechazo.

El problema es que, al anticiparte y menospreciar tu propia aportación, predispones a los demás a hacer exactamente lo mismo: ignorar o minimizar tu propuesta. Además, este tipo de lenguaje refuerza internamente la falsa creencia de que tus ideas no son suficientemente buenas, afectando a largo plazo tu autoestima y tu seguridad en entornos profesionales y personales.

La recomendación de Warren es clara: elimina calificativos negativos y presenta tus ideas con respeto y convicción. Puedes suavizar el tono si lo consideras necesario, pero jamás ridiculices tu propio mensaje antes de darlo a conocer.

En la comunicación, como en la vida, cada palabra cuenta. Y si tú no crees en lo que dices, ¿quién más lo hará?

Sólo quería decir que...

"Solo quería decir que…". Puede parecer una fórmula educada o un simple detalle lingüístico sin importancia, pero en realidad es uno de los errores más comunes que cometemos al comunicarnos. La palabra "solo" funciona aquí como un adverbio que minimiza el contenido del mensaje que viene a continuación, como si lo que fueras a decir no mereciera demasiada atención o no tuviera demasiado peso.

Cortney Warren incide en que este tipo de expresiones actúan como un freno invisible para la autoridad del hablante. Es una forma sutil de colocarte en una posición de inferioridad, como si pidieras permiso para aportar algo que, en realidad, ya consideras poco importante antes de abrir la boca. Así, este lenguaje acaba calando no solo en quien escucha, sino en quien lo pronuncia. Cuantas más veces lo utilizas, más interiorizas la falsa idea de que tu voz y tus ideas ocupan menos espacio del que merecen.

La alternativa es sencilla: elimina el "solo" y di lo que tengas que decir con claridad y seguridad. No necesitas justificar tu intervención como algo menor. Hablar con firmeza y respeto no es arrogancia, es simplemente reconocer el valor de lo que tienes que aportar.

La próxima vez que sientas la tentación de empezar con un "solo quería decir que…", respira hondo y empieza directamente con tu mensaje. Tu voz cuenta, y cada palabra que pronuncias merece ser escuchada sin rebajas de última hora.

Puede que no sea la mejor persona para decir esto

Si alguna vez has comenzado una frase diciendo "Puede que no sea la mejor persona para decir esto, pero…", has caído en una de las trampas más sutiles de la inseguridad comunicativa. Esta fórmula, aunque parezca una muestra de humildad o de prudencia, es en realidad una declaración anticipada de incompetencia.

Según explica la psicóloga, al pronunciar estas palabras estás renunciando de antemano a tu autoridad sobre el tema que vas a exponer, como si te apartaras de la conversación antes de empezar, cediendo espacio a otros que quizás ni siquiera tengan mejores argumentos que tú.

Este tipo de frases debilita el impacto de tu mensaje y transmite a los demás la idea de que tú mismo dudas de tu legitimidad para hablar. En lugar de generar respeto o empatía, suele provocar que los oyentes desconecten o resten importancia a lo que dices. La solución es sencilla: elimina la excusa y habla desde tu experiencia o tu perspectiva sin pedir permiso ni justificarte. Puedes matizar si lo consideras necesario, pero hazlo desde una posición de seguridad, no de disculpa.

Hablar con firmeza no significa creerse infalible, sino reconocer que tu opinión tiene valor y merece ser escuchada. Porque si tú mismo no te reconoces como una voz válida en la conversación, ¿por qué deberían hacerlo los demás?

Podría estar equivocado, pero...

Decir "Podría estar equivocado, pero…" puede parecer un gesto de humildad o una muestra de apertura al diálogo. Y en ocasiones lo es. Sin embargo, cuando esta fórmula se convierte en una costumbre o se utiliza antes de cada intervención, el efecto que produce es exactamente el contrario al deseado.

Cortney Warren advierte que repetir esta frase con frecuencia acaba proyectando una imagen de duda permanente. No obstante, aclara la psicóloga, el inconveniente no se encuentra en reconocer que puedes equivocarte —eso es, de hecho, una virtud—, sino en hacerlo de forma sistemática hasta convertirlo en una muletilla que debilita todo tu discurso. Quien te escucha puede empezar a preguntarse: "Si ni siquiera esta persona está segura de lo que dice, ¿por qué debería prestarle atención?"

Los expertos recomiendan reservar este tipo de aclaraciones para contextos concretos en los que realmente estés buscando validación o contraste de ideas. En las restantes situaciones, apuesta por exponer tu opinión de forma directa y firme. Siempre habrá tiempo para matizar o corregir si es necesario, pero no renuncies a la fuerza de tu mensaje antes siquiera de pronunciarlo.

Hablar con seguridad no significa cerrarse al diálogo, sino confiar en el valor de tu aportación. Al fin y al cabo, si tú no crees en lo que dices, difícilmente lograrás que los demás lo hagan.

Es solo mi opinión, claro...

Pocas fórmulas son tan comunes —y tan peligrosas— como esta: "Es solo mi opinión, claro…". Dicha casi como una coletilla, esta frase pretende mostrar cortesía o respeto por las opiniones de los demás. Sin embargo, los expertos advierten que, usada de forma sistemática, termina proyectando inseguridad y resta autoridad a quien la pronuncia.

La psicóloga Cortney Warren explica que cuando introduces tu punto de vista con expresiones como "solo" o "claro", lo que en realidad estás haciendo es restarle valor antes de que los demás puedan siquiera considerarlo. Este tipo de expresiones te coloca en una posición subordinada dentro de la conversación. Transmite la idea de que tu opinión no merece el mismo nivel de consideración que las demás, lo que puede llevar a que tus aportaciones sean fácilmente ignoradas o descartadas.

Como alternativa, la especialista propone compartir tu opinión de forma clara y directa, sin minimizar su valor. No necesitas justificarte por tener un punto de vista. Las conversaciones enriquecedoras se construyen desde el respeto mutuo, no desde la autolimitación.

La próxima vez que te descubras diciendo "Es solo mi opinión, claro…", detente un segundo y reformula. Di simplemente: "Mi opinión es…" o "Creo que…". Porque toda opinión tiene valor cuando se expresa con convicción y respeto. Y la tuya no es una excepción.

No sé mucho de esto, pero...

¿Cuántas veces hemos recurrido a esta frase para suavizar una intervención o excusarnos antes de opinar? Aunque a primera vista parezca una muestra de humildad o prudencia, en realidad puede ser una de las formas más eficaces de hacer que los demás desconecten antes siquiera de habernos escuchado.

Warren explica que esta expresión envía un mensaje claro: "Lo que voy a decir no es relevante, así que no esperes gran cosa". Lejos de despertar el interés o la curiosidad de los demás, esta fórmula suele provocar el efecto contrario: que quien te escucha pierda atención o minimice el valor de tu aportación desde el primer segundo.

Reconocer nuestras limitaciones es, sin duda, una virtud. Pero abrir cada intervención con una declaración de ignorancia innecesaria puede acabar convirtiéndose en un lastre para nuestra credibilidad. Nadie espera que lo sepas todo, pero si tú mismo dudas públicamente de lo que vas a decir, ¿por qué deberían prestarte atención los demás?

Los expertos recomiendan eliminar este tipo de introducciones y expresar directamente tu punto de vista desde la honestidad, pero sin restarle valor. Puedes matizar después si es necesario, pero empieza fuerte: "Desde mi experiencia…" o "Según lo que he visto…" son fórmulas mucho más eficaces para posicionarte con seguridad, sin dejar de reconocer que tu visión es solo una parte del todo.

Hablar con humildad no es lo mismo que minimizarte. La próxima vez que vayas a intervenir, recuerda: tu perspectiva tiene valor, aunque no tengas todas las respuestas.