TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: ¿Dónde está Gloria Martínez?

En Territorio Negro hacemos un viaje en el tiempo de la mano de Manu Marlasca y su Territorio Negro vintage. Nos va a llevar hasta 1992 y hasta uno de los mayores enigmas de la crónica negra española, la desaparición de Gloria Martínez, una chica de 17 años a la que la tierra pareció haberse tragado cuando estaba internada en una clínica de reposo de Alfaz del Pi (Alicante). En estos 26 años no ha habido ni una sola pista fiable acerca del paradero de esta chica. Comenzamos, como siempre, con música este viaje en el tiempo, la música que nos ayudará a viajar…

Luis Rendueles y Manu Marlasca

Madrid | 16.10.2018 14:58

Esta canción de Celtas Cortos sonaba en todos los rincones de España a finales de octubre de 1992, en un país que disfrutaba aún de los oropeles de los Juegos Olímpicos y la Expo. También en Alicante, donde vive una chica de 17 años llamada Gloria Martínez Ruiz.

Gloria es la hija de Álvaro Martínez e Isabel Ruiz. Vive en el barrio alicantino Florida de Portazgo. De pelo castaño y ondulado, complexión delgada, con algunos problemas en la vista, lleva una vida absolutamente normal hasta que cumple catorce años. A esa edad, comienza a tener cuadros de ansiedad, empieza a dar síntomas de anorexia, padece insomnio… Pese a seguir con sus estudios –cuando desapareció cursaba COU y séptimo de piano en el Conservatorio de Alicante–, sus problemas se van agravando: alucinaciones, reacciones de pánico… Los padres de Gloria están encima de su hija y la chica acude con regularidad a la consulta de la psiquiatra Victoria Soler Lapuente, un personaje clave en todo lo que pasaría después.

Y esa psiquiatra les cuenta a los padres de Gloria que hay una clínica donde podrían ayudar a su hija. Victoria Soler pertenecía al consejo de administración de la empresa Zopito, propietaria de la clínica Torres de San Luis, un centro situado en Alfaz del Pi, con vocación de exclusividad y nacido para que ricos y famosos traten sus trastornos y adicciones o simplemente para que fuesen a relajarse, al estilo de la entonces popular Incosol marbellí.

Los tratamientos costaban un millón de pesetas –unos 6.000 euros– al mes y la clínica contaba con lujosos jardines, piscina, instalaciones deportivas… La doctora Soler aseguró a los padres de Gloria que las técnicas empleadas allí para tratar cualquier desorden eran las más avanzadas del momento. Los padres de la chica, algo desesperados porque varios tratamientos –algunos de ellos muy agresivos– habían fracasado, decidieron hacer caso a la psiquiatra y llevar a Gloria a la clínica Torres de San Luis.

El 29 de octubre de 1992 es el día elegido para que Gloria ingrese en ese centro exclusivo. Aquellos días y Álvaro e Isabel, los padres de Gloria, la llevan al centro recomendado por la psiquiatra. Esa tarde ingresa con el diagnóstico de “síndrome borderline con un cuadro psicótico agudo”, que le provoca alucinaciones y reacciones de pánico. Es el dictamen de la doctora Soler, pese a que los padres de Gloria creen que su hija es víctima de una depresión aguda. Esa es la última vez que los padres de Gloria Martínez ven a su hija, a las puertas de esa clínica.

La dejan con una pequeña maleta en la que llevaba sus pertenencias. Se despiden de ella y a partir de ese instante, todo lo que se sabe de ella es por las versiones que han dado los empleados y responsables de la clínica, de la que Gloria era ese día la única paciente. La chica entró, siempre según el testimonio del personal del centro, muy nerviosa, así que decidieron atarla de pies y manos a la cama para que no se autolesionase y le dieron un cóctel de sedantes: 75 miligramos de una combinación de Haroperidol, Sinogan y Largactil, prescrita por su psiquiatra.

Eso es, por supuesto, lo que dicen los empleados de esa clínica, que han sido interrogados por la Guardia Civil y el juez varias veces desde ese 29 de octubre de 1992. ¿Qué se supone que pasó luego con Gloria?

A la 1.30 de la madrugada del 30 de octubre, Gloria despertó. Estaba atada a la cama. Pidió a una enfermera que la soltasen, porque necesitaba ir al cuarto de baño. Descalza y en camisón, la chica se fue al servicio y pidió ropa, porque la suya estaba mojada. Una auxiliar le prestó un pantalón de chándal azul y una camiseta blanca y en un descuido de la enfermera y la auxiliar, Gloria saltó por una ventana –estaba en una planta baja– y comenzó a correr, amparada por una noche de luna nueva, es decir, sin luz.

Huye descalza y, un detalle importante, sin gafas. Recordemos que tenía problemas de visión.

La clínica estaba rodeada por un muro, aunque en algunas zonas solo alcanzaba los dos metros, pero Gloria, recordemos, acababa de ingresar, no conocía el recinto. La enfermera y la auxiliar avisaron a los guardeses de la clínica, un matrimonio búlgaro. Juntos iniciaron una primera búsqueda confiando en que Gloria no hubiera ido muy lejos, pero no encontraron ni rastro de ella. La búsqueda se amplió al exterior del centro. A las siete de la mañana, más de cinco horas después de su desaparición, los responsables de la clínica avisaron a la Guardia Civil y a los padres de la chica.

Han pasado más de cinco horas, un tiempo precioso que se perdió. La Guardia Civil, imagino, empieza por intentar averiguar si Gloria llegó a salir de la clínica.

Es una de las grandes incógnitas de este caso, pero lo cierto es que los agentes no encontraron nunca ni una sola evidencia de que Gloria fuese asesinada o muriese en un accidente dentro del recinto de la clínica. Los investigadores hallaron una nota escrita por Gloria el mismo día de su desaparición. Su letra era irregular y temblorosa, seguramente porque ya estaba medio sedada y esa nota decía: “Me da miedo pensar que estoy muriendo y la única luz está cerca de mí, Dios Mío”.

Se inspeccionó a fondo una enorme caldera de la clínica y se rastrearon los pozos y las fosas sépticas cercanas, pero allí no había ni un solo vestigio de la chica. Además, algunos testimonios de personas que vivían en casas cercanas a la clínica avalan la idea de que logró escapar: dijeron que en torno a la una y media de la madrugada escucharon pasos sobre la gravilla de la zona, lo que hizo que varios perros ladraran.

Volvemos a Alfaz del Pi, donde estaba esa clínica. Pasan los primeros días de la desaparición y llegan las primeras pistas fiables, que además avalan que Gloria está viva.

Los primeros testimonios de la Guardia Civil apuntan en esa dirección. Un empleado de una gasolinera de Altea, situada a una media hora a pie de la clínica, algo más de tres kilómetros, aseguró que a primera hora de la mañana del 30 de octubre vio a una chica muy joven, alta, de pelo negro y rizado, vestida con un chándal azul y una camiseta blanca. La descripción coincidía con los rasgos físicos de Gloria y su ropa. El testigo dijo que la vio haciendo una llamada desde un teléfono público, algo sorprendente, porque la chica no llevaba dinero encima.

La siguiente pista que siguieron los investigadores fue la proporcionada por un hombre que dijo haber visto y estado con Gloria y con un grupo de jóvenes franceses en un camping de Altea en los días posteriores a su desaparición. La Guardia Civil incluso se desplazó hasta la frontera con Francia en busca de alguna pista sobre ella, pero tampoco hubo resultados. Un amigo del padre de la joven aseguró haberla visto en un autobús de línea en Alicante. Para colmo, apenas dos semanas después de la desaparición de Gloria, desaparecen de Alcáseer Toñi, Miriam y Desiré, lo que provoca que el foco mediático se desplace hasta allí y deje de fijarse en la chica desaparecida en Alfaz del Pi. La familia de Gloria empieza a desesperarse e inunda España de carteles con el rostro y las señas físicas de Gloria. Fue ese el momento en el que llegaron los videntes y los caraduras, que trataron de sacar beneficio de la desesperación de los padres, como pasa en tantas ocasiones.

Y el caso, como tantos otros, comenzó a caer en el olvido, aunque dos años después recibió un impulso inesperado. Es el impulso que le da el equipo de Policía Judicial de la Guardia Civil de Altea. En 1994 tomó las riendas de la investigación, que hasta entonces se había llevado desde la Unidad Central Operativa, son sede en Madrid. La clínica ya estaba cerrada y abandonada, pero los investigadores decidieron hacer un nuevo registro y encontraron una bolsa con ropa interior y un cinturón. Los padres de Gloria reconocieron esas prendas como pertenecientes a su hija y aquel hallazgo provocó todo tipo de conjeturas, aunque los agentes siempre creyeron que era la ropa que Gloria había dejado al ingresar en la clínica. Se volvió a recorrer cada rincón del centro, especialmente la caldera en busca de algún resto biológico que hiciese pensar que Gloria hubiese muerto sin abandonar la clínica, pero todo fue negativo.

Han pasado 26 años desde esa madrugada del 30 de octubre de 1992 y no hay una sola prueba de que Gloria esté viva, como tampoco la hay de que esté muerta.

El ADN de los padres de Gloria está en las bases de datos que se cruzan con los restos humanos sin identificar que aparecen en España. La Guardia Civil de Alicante sigue teniendo muy presente el caso, pese a que el juzgado le dio carpetazo en el año 2000, y está alerta ante la aparición de cualquier resto óseo o cadáver, pero aún no ha habido resultados. En 2009, una perito llamada Amparo Huélamo dijo algo sorprendente: en el transcurso de unas jornadas sobre peritaje y seguridad, respondió a un periodista de La Verdad que le preguntó sobre casos pendientes en Alicante y se refirió al de Gloria. La perito aseguró que se había encontrado con la desaparecida varios años atrás, sin precisar exactamente el cuándo o el dónde, y que habían tomado un refresco. Dijo que estaba perfectamente y que era madre y aseguró que notificó aquel encuentro a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Ni yo ni la Guardia Civil sabemos si aquello es cierto o no.

El caso se cerró judicialmente en el año 2000. ¿Nadie ha sido responsable de la desaparición de Gloria?

Nadie ha sido responsable penalmente, pero sí ha habido responsabilidades civiles. El juzgado de primera instancia número 5 de Alicante condenó en abril de 2009 a la psiquiatra de Gloria, Victoria Soler, y a la empresa propietaria de la clínica, Zopito SL, al pago de 60.000 euros. Para fijar la indemnización, el juez tomó en consideración que la familia no había pedido un certificado de fallecimiento –tras más de diez años desaparecida–, y aunque confirmó la responsabilidad de la psiquiatra y de la clínica, el baremo fue inferior al utilizado en casos de muerte.

60.000 euros parece una cantidad ridícula y también se lo pareció a la Audiencia Provincial de Alicante, que atendió al recurso el abogado de la familia de Gloria, Antonio Martínez Camacho. Elevó la indemnización hasta los 104.251,63 euros. Los magistrados aumentaron la cantidad inicial de la indemnización tras llegar “a la conclusión de que la desaparición ha supuesto para la familia una tragedia que podría entenderse equivalente a la muerte de la menor, pero que en realidad es de mayor sufrimiento que la propia muerte por lo prolongado e la incertidumbre”.

La falta de medidas de seguridad y de condiciones para tratar adecuadamente una enfermedad como la diagnosticada a Gloria, de las que adolecía la clínica, fueron la causa directa de la huida de la adolescente, según la sentencia que determinó la responsabilidad civil. Torres de San Luis “era un centro de tratamiento del estrés y de relax”, afirma la sentencia, y por tanto, no podía funcionar como una clínica con servicios de psiquiatría.