España se ahoga en un junio y en un agosto sin precedentes. El verano en curso ha pulverizado todos los registros conocidos, consolidándose como el más cálido desde que se tienen datos fiables, con una alarmante anomalía térmica media nacional de más de +1°C respecto a la climatología de referencia de 1991-2020. Esta comparativa, aunque pueda parecer retrospectiva, responde a los estándares de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que establece las "normales climáticas" oficiales calculando periodos de 30 años que terminan en cada década. El objetivo es reflejar la evolución del clima con consistencia, señalando si estamos fuera de lo habitual y ofreciendo una base sólida para evaluar la emergencia climática actual.
Las temperaturas, tanto diurnas como nocturnas, han escalado a cotas históricas. Se han medido máximas superiores a los 40°C en numerosos puntos de la geografía y, durante la última semana del mes, en Sevilla se rozaron los 43°C. Este calentamiento implacable no solo genera un bochorno insoportable, sino que también dispara los niveles de ozono troposférico, especialmente en la Comunidad de Madrid y la cuenca mediterránea, agravando problemas respiratorios entre la población más vulnerable.
La gravedad de esta ola de calor se refleja en las alertas sanitarias activadas casi a diario, y en las proyecciones oficiales: España es el segundo país europeo con mayor estimación de muertes adicionales por calor en los próximos cinco años, solo por detrás de Italia. Y esto es solo el preludio: la AEMET advierte de un julio con temperaturas "propias de pleno verano", con un 60-70% de probabilidad de superar las medias, previsión de olas de calor continuas y noches tropicales permanentes que no darán tregua.
El mapa de la España más calurosa
Mientras el país entero siente el azote de esta anomalía térmica, algunas ciudades españolas se han convertido en auténticos hornos. La situación actual, y la que se prevé para julio, es particularmente crítica en varias capitales y municipios, donde el calor no es solo una molestia, sino un riesgo latente.
Córdoba, una vez más, lidera el ranking nacional. Sus termómetros han sido testigos de marcas escalofriantes. Montoro alcanzó la vertiginosa cifra de 40,9°C, mientras la capital superaba ligeramente esa marca con 40,8°C el pasado domingo 22 de junio, consolidándose como las temperaturas más elevadas registradas en España en esa jornada. La tragedia ya ha hecho acto de presencia en esta provincia, con el primer fallecimiento laboral por golpe de calor en Andalucía este año, un recordatorio sombrío de los peligros de trabajar bajo estas condiciones extremas.
Sevilla, la capital andaluza, se consolida como la ciudad con clima mediterráneo más cálida de Europa continental. Sus veranos son sinónimo de superar consistentemente los 40°C, y este junio no ha sido la excepción, con temperaturas récord de hasta 43,2°C. No es de extrañar que sea identificada de forma recurrente como una de las urbes con más calor del país, en compañía de Córdoba y Badajoz.
Adentrándonos en el interior de la Comunidad Valenciana, Ontinyent rozó los 40°C durante el fin de semana del 20-22 de junio, con picos de 39,9°C y 39,3°C, cifras que llevaron a la AEMET a activar la alerta naranja en el interior sur de la provincia.
La lista de ciudades castigadas por el calor se alarga. En Extremadura, Badajoz y Mérida alcanzan con frecuencia temperaturas superiores a los 40°C, con Badajoz registrando un pico de más de 44°C en 2017. Toledo se suma a esta lista, superando los 40°C de forma habitual. Por su parte, Murcia se distingue como una de las capitales más calurosas, con una media anual que ronda los 27°C. En el sureste, Almería, con su clima árido, puede llegar a los 40°C, aunque con menor frecuencia, y preocupa por la alta concentración de ozono.
Otras ciudades como Granada superan habitualmente los 35°C en verano, con una elevada amplitud térmica, y registró un pico de 46°C en 2021. Incluso en el norte, la anomalía se hace presente: La Coruña, en Galicia, alcanzó en 2003 los 37,7°C, un recordatorio de que los máximos históricos aislados pueden sorprender en cualquier punto de la geografía española.
Medidas pra mitigar la crisis
El calor extremo no es solo una cifra en el termómetro; su impacto en España se traduce en más de 48 días de calor extremo entre mayo de 2024 y mayo de 2025, un número que, según los expertos, sería considerablemente menor sin los efectos del cambio climático.
Ante este panorama, las autoridades han puesto en marcha el Plan Nacional de Calor 2025 del Ministerio de Sanidad, vigente hasta el 30 de septiembre. Este plan amplía sus criterios para incluir la vulnerabilidad personal, considerando la edad, enfermedades o condiciones laborales, y abarcando 182 zonas “meteosalud” para una acción más localizada. A nivel regional, el plan de la Comunidad de Madrid se mantiene activo hasta el 15 de septiembre, con una vigilancia y coordinación sanitaria constantes.
Sin embargo, las cifras de la salud pública son alarmantes. Las olas de calor se cobran anualmente unos 1.300 vidas en España, con 13.119 muertes registradas en un período de estudio reciente. Las personas mayores, niños, embarazadas, enfermos crónicos, trabajadores al aire libre y aquellos que residen en zonas urbanas densamente pobladas son especialmente vulnerables. Las recomendaciones de los expertos son claras: hidratarse con frecuencia, evitar la exposición al sol entre las 12 y las 17 horas, buscar refugio en lugares frescos y adaptar la vestimenta y los horarios laborales a las condiciones climáticas.
¿Qué nos depara el verano 2025?
Las previsiones para julio y el resto del verano de 2025 no son alentadoras. La AEMET y diversos expertos coinciden en que el próximo mes será más cálido de lo habitual en toda España, con una particular incidencia en el interior y el sur. Se espera una probabilidad del 60-70% de que las temperaturas superen las medias, situándose entre 5 y 10°C por encima de lo normal. El ambiente será seco y bochornoso, con olas de calor frecuentes y episodios prolongados. Aunque una DANA podría traer un breve respiro con lluvias y tormentas al inicio de julio, se prevé que el calor intenso regrese con fuerza al final de la primera semana.
La calidad del aire continuará siendo un punto de preocupación. Junio ha sido uno de los meses más cálidos desde 1961, y el ozono a nivel del suelo ha alcanzado niveles críticos, especialmente en Madrid, agravando las enfermedades respiratorias. Se anticipa que estas emisiones sigan elevadas durante julio y el resto del verano, particularmente en la cuenca mediterránea.
El contexto climático de fondo es innegable: España encadena su tercer año consecutivo de récords de temperatura (2022-2024), con una media anual en 2024 que superó en 1,1°C el período 1991-2020. Los primeros seis meses de 2025 ya han marcado un aumento de 0,7°C por encima de lo normal, con numerosas olas de calor que incluso se han extendido fuera del calendario estival oficial. Las noches “criminales”, que superan los 28°C, impiden la recuperación del cuerpo y multiplican el riesgo, especialmente en los grupos de población más sensibles.
Este verano se proyecta implacable, con máximas frecuentes entre 36 y 40°C en las ciudades del interior y noches tropicales por encima de los 20°C. La situación exige una vigilancia constante, una adaptación de la vida cotidiana y una profunda reflexión sobre cómo el cambio climático está transformando la realidad española. El futuro inmediato es caluroso, y la capacidad de resistencia del país será puesta a prueba una vez más.

