Durante los últimos años del XIX, Francia acogió una revolución pictórica donde los artistas empezaron a captar escenas cotidianas pero únicas, sujetas al instante del aquí y ahora. Una de las cuestiones clave de esta “estética del momento” era la luz, ya que, en el fluir de la vida y por efecto de la atmósfera, la escena cambiaría al segundo siguiente.
Nacía así el Impresionismo, uno de los movimientos de vanguardia más populares del arte moderno.
El Impresionismo no solo impactó en el público general, con su entusiasta pincelada suelta y sus figuras disgregadas. También influyó en un joven pintor español que visitó París en 1885 y quedó prendado de la luz de los cuadros franceses.
Había nacido en Valencia apenas 20 años antes, así que, si alguien sabía de luz, era precisamente una persona que conocía de cerca el fuerte brillo del sol mediterráneo y los reflejos que originaba en el paisaje de la costa. De este modo, surgía también el mito de Joaquín Sorolla, de cuya muerte se cumplen 100 años este 2023.
La luz como clave artística
Aunque Sorolla había alcanzado cierto renombre hasta el momento en que viajó a París, fue a partir de ahí cuando el pintor desarrolló el estilo que lo llevaría a la fama, y que algunos expertos han bautizado como “luminismo”. Sus óleos se caracterizan, precisamente, por una presencia brillante y cegadora de esa luz blanca que podemos reconocer en las playas levantinas, tan características del clima arquetípico español.
Pero la obra de Sorolla no influiría solo en el terreno pictórico, sino también en otras áreas creativas como el mundo audiovisual.
En sus orígenes, el cine procedía de una tira de fotogramas que se deslizaban a enorme velocidad a través de un foco que las proyectaba en pantalla. La etimología de su naturaleza fotográfica, por tanto, deja claro que el séptimo arte no es más que una escritura de la luz.
La reflexión sobre la luz ha formado parte del trabajo de los directores y directoras de fotografía desde los inicios del medio fílmico. Reputados profesionales de este ámbito como Néstor Almendros, uno de los más legendarios en su oficio, han experimentado siempre con su naturaleza y efecto sobre las imágenes.
Tanto su obra como la del más actual Emmanuel Lubezki, habitual en el cine del director mexicano Alejandro González Iñárritu, bien podrían hermanarse con la exploración lumínica de Sorolla. En El renacido (2015), Lubezki insistió en rodar con luz natural todas las escenas de una historia que comparte con el pintor valenciano el poder simbólico y paisajístico de la luz.
No es de extrañar que este medio, entonces, haya sentido la necesidad de rendir tributo al genio valenciano en numerosas ocasiones.
Más allá de paralelismos estéticos, Sorolla ha sido protagonista directo de algunas películas que han explorado su estilo y trascendencia. El documental Sorolla: los viajes de la luz (Sonia Tercero, 2017) es un ejemplo de largometraje inspirado por la vida y obra del autor, desde el punto de vista más divulgativo que propone este género.
Pero también ha habido aproximaciones desde la ficción. Así, su biografía se convirtió en el tema central de la cinta Cartas de Sorolla (José Antonio Escrivá, 2006), con su paisano José Sancho encarnando el personaje del artista.
La imagen más allá del cine
Pero este paralelismo audiovisual no se detiene en el cine.
En 2017, el estudio español Tequila Works lanzó al mercado RiME, un videojuego que bebe directamente de la obra del valenciano.
En esta historia, que transcurre en una isla de inspiración mediterránea, el tratamiento visual quiso rendir homenaje expreso a Sorolla mediante el fuerte brillo de la luz, la potencia de sus blancos y el contraste entre las zonas iluminadas y las zonas sombreadas, una dualidad que también se traslada al relato. La crítica no solo apreció las cualidades interactivas de la obra, sino que destacó el trabajo gráfico y la sensibilidad hacia sus referentes.
La buena relación entre Sorolla y el ámbito digital ha quedado de manifiesto también en la exposición Sorolla a través de la luz, en el Palacio Real de Madrid, que mezcla la obra original del pintor con adaptaciones interactivas de sus cuadros.
La muestra, prorrogada hasta finales de verano, invita a los asistentes a bucear en la estética de Sorolla mediante el estímulo sensorial de sus cualidades artísticas, a través de la realidad virtual y los entornos envolventes. La exposición se abre así a públicos de todas las generaciones, aprovechando los nuevos lenguajes artísticos y su atractivo para las audiencias jóvenes.
En cualquier caso, no solo el mundo audiovisual puede mostrar paralelismos con la obra de Sorolla: en un sentido inverso, algunos estudios sobre el pintor han destacado que la composición de sus lienzos bien puede equipararse a los cuidados encuadres del cine, a través del lenguaje fotográfico, base técnica de la imagen fílmica.
En sus pinturas, Sorolla mostraba escenas fluidas y con perspectivas muy dinámicas que escapaban a la estricta frontalidad de otras etapas del arte y traslucían la energía de las cámaras fotográficas y, posteriormente, del cine. Con esta característica, además, el pintor reforzaba su compromiso con el Impresionismo, una vanguardia con fuerte base fotográfica.
Un legado para el futuro visual
Los numerosos eventos que durante este 2023 están teniendo lugar sobre la obra del pintor demuestran que las escenas de Sorolla perduran en la memoria colectiva incluso cien años después de su desaparición.
A través de las artes de la imagen, y, en especial, de sus diálogos con el mundo audiovisual, la estela del pintor ha mantenido viva su vigencia incluso en tiempos de creación automática e inteligencia artificial. El legado de los grandes maestros ofrece un poco de esperanza para los próximos cien años que vengan por delante.
Javier Calvo Anoro, Profesor en el Grado en Comunicación Audiovisual, Universidad San Jorge
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.