Hoy venía pensando en… la justicia poética. Porque ayer el fútbol le devolvió a Hugo Duro lo que hace dos años le quitó. Y en el mismo escenario. En Mestalla. Y en la misma competición y en la misma eliminatoria, los cuartos.
Porque Hugo Duro y su famoso “tocó en Hugo Duro” fueron protagonistas en aquellos cuartos de Copa ante el Getafe. Aquel día le negó el gol a Jorge Molina que hubiera supuesto el pase de su equipo a semis. Aquel día dentro del éxtasis valencianista nadie se paró a pensar en lo que debió sufrir Hugo Duro con aquel lance. Era futbolista del equipo rival y no importaba salvo para elevarlo a la categoría de héroe improvisado de nuestro equipo y antihéroe del suyo.
Quien le iba a decir que dos años después sería el protagonista del pase a las semifinales de aquel rival que le amargó la noche. Y quien le iba a decir que en el banquillo estaría el mismo entrenador, Bordalás, al que hizo muy infeliz aquella noche. Ayer todo fue distinto . Ayer él fue feliz, Bordalás fue feliz. Lo único que no cambió fue la felicidad de Mestalla que encumbró nuevamente a su héroe. Pero esta vez sin la necesidad de convertirse en antihéroe de nadie.
Y Mestalla le premió. Hugo Duro salió ovacionado. Se lo merece. Llegó casi sin hacer ruido y con una enorme sonrisa pese a que muchos nos empeñamos en recordarle aquel “tocó en Hugo Duro”. Su compromiso con el Valencia le ha llevado a la titularidad y su gol de ayer a redimirse consigo mismo y borrar de su mente aquel 30 de enero de 2019.
Porque ayer Hugo Duro se disfrazó de Rodrigo y porque como dice mi buen amigo Conrado Valle en las páginas de As… “cuando la toca Hugo Duro, el Valencia sueña con la Copa”. Y ya sabemos lo que pasó la última vez que tuvimos ese sueño…
