PODCAST DE ONDA CERO MARBELLA

Casi sin proyectores

Entre el cine Ochoa y los Red Dog Cinemas -los de Puerto Banús que acaban de cambiar de dueño y nombre- hay 96 años de separación. Las salas de cine de Marbella resistieron el primer envite allá por los 80 cuando el mundo del videoclub emergió hacia los hogares. Se reconvirtieron haciendo de una grande varias pequeñas. Pero la llegada estos años atrás de las plataformas ha terminado por extinguirlas casi por completo, aquí más quizá que en otros lugares. Ya no queda ni uno de esos antiguos cines. Para ver un estreno en pantalla grande, la opción es las salas Cinesa del centro comercial La Cañada y las citadas del famoso recinto portuario.

Pero el cine, los cines, las salas de cine de Marbella fueron muchos o muchas. En el centro urbano, en San Pedro Alcántara y en Las Chapas. Varios nombres propios componen los títulos de crédito de la historia de la distribución cinematográfica marbellí, con Francisco Gómez a la cabeza.

Alfonso Olaso

Marbella | 11.03.2022 13:07

La historia del cine en Marbella comienza a mediados de la década de los 20 del siglo pasado. Cuando lo que ahora es una gran ciudad cercana a los 150.000 habitantes apenas contaba, oficialmente, con 9.700 vecinos, Rafael Ochoa Alcázar y no su padre José Ochoa como se ha dicho siempre, abrió la primera sala cinematográfica. No fue sin embargo el único error vestido de anécdota que hubo nada más llegar el cinematógrafo a la localidad. El cronista oficial, Francisco Moyano, que junto con el responsable del área de cine del Ayuntamiento, Juan Caracuel, escribió Marbella cinema, relata esos primeros pasos del séptimo arte en la, ahora, ciudad.

Llegó después Otal. Era el teatro Principal de Marbella, que estaba en lo que por aquel entonces era la plaza de toros, actualmente en calle Puerta del Mar, junto a Ramón y Cajal, al lado de La Alameda, para situarse bien del todo. Ahora es Caracuel el que nos lleva hasta esa segunda sala cinematográfica marbellí.

No faltaron las anécdotas nada más ponerse en marcha también esta sala. Eran habituales de la época, por los fallos técnicos y otras situaciones que no eran tan graciosas, ciertamente.

Al “Ochoa” y al Otal, les siguió el primer cine de San Pedro Alcántara, que no tenía un nombre concreto; era “el cine de la colonia”, que se encontraba donde años más tarde abriría el Imperial Cinema. Fue uno de los primeros concebidos como lo que ahora llamamos sala o espacio multiusos y también introdujo otras novedades más cercanas en el tiempo.

Tan multiusos era que durante una época hizo de improvisada iglesia con Francisco de Paula Espada, que alquilaba películas y destinaba la recaudación a la beneficiencia. Estamos en la década de los 40 y nos situamos en el comienzo de la actual avenida Pablo Ruiz Picasso. Contemporáneo de la primera sala de San Pedro Alcántara fue el cine El Rodeo, cuya puesta de largo contó con Beau Geste, de Gary Cooper. La película se había rodado nueve años antes, pero en aquel tiempo, las obras tardaban mucho en llegar a España en general. Esa sala la abrió en 1948 el Marqués de Iván Rey, más conocido quizá como Ricardo Soriano, con estas particularidades que explican los cronistas cinematográficos de Marbella.

Con otra gran proyección en El Rodeo, La Lola se va a los puerto, llegó lo que es la tercera gran anécdota de este repaso por la historia de las salas de cine de Marbella.

Connie Francis sonaba con frecuencia en la que fue la primera sala de verano de la ciudad. Marbella Cinema se abrió en los 50 con El millonario de Gregory Peck. Estaba en el actual edificio CEA, frente a la floristería Berrocal.

Rebobinamos la cinta de nueve milímetros un poco y volvemos al Teatro Principal. Allí estaría, años décadas después, en esta misma época, el cine Lid. Pero no duró mucho por un contencioso con Ricardo Soriano. Le sustituiría más tarde el cine Alameda, con una importante novedad cinematográfica.

Aquí aparece la que sería gran figura del mundo del cine en Marbella: Francisco Gómez. Cuando volvió de la mili, no quiso seguir con el negocio de su familia y se adentró en el mundo del cine. No se sabe muy bien por qué, pero fue el comienzo de una larga y fructífera carrera profesional. Lo recuerda su hijo Francisco Gómez Palma.

Ahora volveremos al famoso Alfil y al resto de exitosas salas de Francisco Gómez, pero también en la zona este del municipio y aprovechando que el turismo empezaba a ser fundamental en Marbella, llegó el cine RicSol, que estaba en el hotel RicMar. Tenía una cubierta retráctil para que pudiera funcionar tanto en verano como en invierno. Eran mediados de los 60. San Pedro veía el que fue su gran cine: el Lope de Mena, quizá el más suntuoso de todo el municipio, el mejor montado, uno de los más grandes y que también generó una curiosidad que cuentan Moyano y Caracuel.

Otro cine de verano fue el Málaga, en calle Málaga, detrás de la Cruz de Humilladero. Pero duró muy poco abierto.

En 1975 surgieron dos afamadas salas: Liceo, con el Rocky de todo un Silvester Stallone en la primera proyección de un cine concebido ya con aires modernos; y el de Puerto Banús, que aguantaría hasta 1992 e introduciría las películas en versión original sin subtítulos.

El Liceo fue otra creación de Francisco Gómez, tras el éxito del Alfil, del que su hijo guarda los mejores recuerdos de los 42 cines que llegó a tener su padre.

El Alfil fue de hecho el que más duró de los abiertos en la época gloriosa del cine marbellí. Resistió hasta que no pudo con la realidad del mercado, lamenta nuestro compañero José Luis Salas, director de No son horas.

Madrid Costa Fleming fue la primera película producida por Francisco Gómez porque si importante fue su labor en la distribución, más reputación tuvo todavía por la producción cinematográfica.

Junto a Gómez, pero varios peldaños por debajo, otro nombre propio del cine marbellí fue Manuel Linares, que puso en marcha tres espacios.

Y en sintonía con ese carácter diferencial que tiene Marbella, la ciudad tuvo hasta un cine que no llegó a abrir nunca.

La genial Gandhi inauguró en 1983 los multicines Oasis, que apenas duraron tres años. Después llegaron los Gran Marbella, que desde hace unas semanas se llaman Red Dog Cinemas, después de su paso por Cines Teatro Goya; La Cañada y Plaza del Mar, en los que al contrario de lo que parecía, cerraron más bien pronto, cuando acababan de instalar proyectores digitales. De modo que Marbella se ha quedado con dos espacios en el que ver películas. El paso del tiempo, las tecnologías y otras causas han ido poniendo el cartel “Se vende” o “Se traspasa” a todos los demás.

Sí, está muy bien la comodidad de ver ahora mismo cualquier película en el salón de tu casa, pero no me negarán, si son aficionados al séptimo arte como el que les habla, Alfonso Olaso, que no es lo mismo.