El Indultado de Rubén Amón

Rubén Amón indulta a Garbiñe Muguruza: "No me consta que los españoles hayamos contribuido a su triunfo, pero lo celebramos como propio"

Tiene gracia que Garbiñe Muguruza asistiera a su victoria en el plasma, igual que los demás espectadores y telespectadores.

ondacero.es

Madrid | 17.07.2017 09:58

El ojo de halcón había de pronunciarse sobre la bola decisiva. Y lo hizo a favor de la tenista vasco-venezolana, de forma que la celebración se produjo en diferido. Y con el patrocinio de Rolex, trivializándose acaso este nuevo hito del deporte español.

Decimos que del deporte español cuando el hito corresponde únicamente a su artífice. No me consta que sus compatriotas, los españoles, hayamos contribuido al triunfo, pero lo celebramos como propio en el sopor de la sobremesa y encontramos en Garbiñe, con ñ, la expectativa a la sucesión de Rafael Nadal. Porque tiene 23 años. Y porque sus espasmos con la raqueta añaden ferocidad a una mujer de aspecto distinguido y de sonrisa cautivadora.

Aunque no le hizo demasiado gracia a Venus Williams su discurso de agradecimiento. Sobre todo cuando dijo Garbiñe que había crecido viiendo jugar a la tenista estadounidense. Podría deducirse que la estaba llamando vieja, o aceptarse que el dominio de las hermanas Williams signicaba que para ganar Wilmbledon ibas a enfrentarte a la una o a la otra en la final.

Garbiñe Muguruza lo hizo el sábado con mucha más facilidad de la prevista. No había jugado ninguna final, ninguna, desde que ganó Roland Garros en junio de 2016, sobrentendiéndose que la bicampeona necesita estímulos extraordinarios para concentrarse. Y que ha convertido el Grand Slam -más difícil todavía- en la gran alfombra roja de su juego.

Reúne los requisitos técnicos, físicos y mentales para convertirse en una dominadora del circuito, pero también responde a las exigencias de un icono mediático y publicitario. A Mugurza se la diputan Adidas, Porsche, Rolex, Kenzo y el BBVA, pero es una marca en sí misma por el carisma y por la personalidad, aunque le va a costar trabajo inculcar en el mercado la virgulilla de su nombre y la aliteración de su apellido.