OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Rajoy y Sánchez intentaron pasar página del año en el que se detestaron peligrosamente"

Estamos haciendo Más de uno entre San Sebastián y San Sebastián. El San Sebastián de los Reyes que debe su nombre a la ermita en honor del santo, y el San Sebastián de Guipuzcoa que se lo debe al monasterio.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 07.07.2017 07:59

Esta mañana yo iba a haber celebrado con ustedes hacer la radio en Tabakalera, el Centro de Cultura Contemporánea que es pulmón cultural de San Sebastián y uno de sus grandes atractivos turísticos. Y de no haber sido por el tormentón que sacudió ayer el aeropuerto de Barajas y porque nos cancelaron el vuelo, estaríamos ahora mismo felices entre donostiarras. Nos hemos quedado en tierra y en el otro San Sebastián, el madrileño. Pero la radio tiene estas ventajas. Estando aquí estamos, en realidad, allí. En Tabakalera y dispuestos a hablar esta mañana de este 2017 que es el año del Turismo Sostenible y, por tanto, un año espléndido para disfrutar de la ciudad y de los pueblos que tiene al alcance de un viaje en autocar.

Sólo tiene un riesgo que tiene este edificio imponente que es el Centro de Cultura Contemporáneo. Y es que la CUP se entere de que existe y lo quiera convertir en economato. A la CUP, si le dejas, te convierte en economato el monasterio de Monserrat con permiso de la Moreneta.

No consta que se dijeran nada Rajoy y Sánchez de los planes economáticos de los cuperos que sostienen a Puigdemont de presidente accidental en Cataluña. Tampoco de los planes económicos del gobierno central porque ya dijo Méndez de Vigo que de economía, oiga, ayer no hablaron. Para qué, si de ahí no iban a sacar nada en claro. La economía era el monotema de las reuniones de políticos cuando la recesión lo había puesto todo patas arriba, la prima de riesgo tenía taquicárdico al gobierno y se hablaba de España como la nueva Grecia europea. Hoy pues ya no. La prueba del algodón de que la emergencia económica ya pasó es que cuando se juntan dos dirigentes políticos de primera línea hablan más de plurinacionalidad y de referendos que del tipo de interés que nos cobran los inversores por financiarnos.

Rajoy y Sánchez echaron la mañana ayer en la Moncloa reconstruyendo, mal que bien, su flácida relación e intentando pasar página del año en que se detestaron peligrosamente. A la fuerza ahorcan. Sánchez llegó a creer, en su día, que podría jubilar a Rajoy y ocupar su lugar en la Moncloa. Rajoy llegó a creer, en su día, que el PSOE enterraría a Sánchez para encumbrar a Susana Díaz.

Por ambas partes hubo voluntad de transmitir un cambio de clima. En el caso de Sánchez, reivindicando su condición de primer partido entre los que no gobiernan.

Cordialidad y coincidencia en que no existe el derecho a la autodeterminación en Cataluña ni la potestad del parlamento catalán para hacer leyes que contradigan, o socaven, las leyes que rigen en el conjunto del estado.

Coincidencia en esto, sí. Pero dejándose Sánchez la puerta abierta para criticarle a Rajoy la falta de iniciativa para reconducir la cuestión catalana. Discrepancia pública y pactada que a Rajoy tampoco le molesta.

Acción legislativa. Éste fue el enigma que dejó sobre la mesa ayer el señor Sánchez. ¿Una acción legislativa que sirva para neutralizar el independentismo, en qué consiste? Legislativa para disuadir a los frentistas de violentar la ley. ¿Medidas legislativas inconcretas, etéreas, intangibles, que obrarían el milagro de diluir el procés y devolver a los que hoy rompen con la democracia a la senda de la legalidad, el diálogo y el sosiego?

¿De qué medidas habla Sánchez?

¿Las tiene en mente o son un comodín para presentarse él como el solucionador de problemas que sabe lo que hay que hacer para desactivar el proceso independentista?

Si les pareció interesante el mano a mano de Rajoy y Sánchez ayer en la Moncloa, no se pierdan lo de Trump y Putin hoy en Hamburgo. El momento más esperado del día: cuando estén, por fin, frente a frente, el estadounidense y el ruso; el presidente más frívolo que ha habitado la Casa Blanca y el presidente con más afán imperial, y menos afán por promover la pluralidad política, que ha tenido la Rusia posterior a la Unión Soviética.

Para Trump será un alivio poder saludar a un gobernante extranjero que no le tiene ojeriza. La señora Merkel, el señor Macron, el señor Tusk o el canadiense Trudeau tienen poca o ninguna simpatía por el tuitero americano, su política comercial y su portazo a los acuerdos sobre el clima. Putin, por el contrario, celebró su victoria sobre Hillary y le tiene simpatía aunque sólo sea porque representa todo lo contrario a lo que era Obama, con quien las tuvo tiesas en la última etapa de su mandato (el de Obama, porque el mandato de Putin no terminará nunca).

Cabe poca duda de que Trump y Putin sintonizan más de lo que cualquiera de ellos llegará nunca a sintonizar con cualquiera de los otros. Después de todo, ambos están decididos a hacer todo lo posible para debilitar la Unión Europea y ambos opinan que ganarle el pulso a Estado Islámico es justificación suficente para casi cualquier cosa. Y a los dos les resulta incómoda la señora Merkel,que eso también une.