OPINIÓN

Monólogo de Alsina: Homs como si fuera Servet camino de la hoguera

Para saber que en España existe una desigualdad hiriente, entre los empleados fijos y los temporales —las condiciones laborales de los unos y los otros— no hacía falta que emitiera sentencia alguna el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Es un lugar común de nuestro debate público —político— asumir que los fijos aquí tienen todos los derechos y los temporales, ninguno.

Carlos Alsina

Madrid | 20.09.2016 10:09

• Al fijo si lo despiden con motivo —causas objetivas—, le pagan 20 días por trabajado. Al temporal cuando termina el contrato le dan 12. Al interino, ni eso.

• El fijo, por término medio, tiene más salario y la empresa invierte más en su formación. El temporal, por término medio, gana menos y es el primero en caer cuando en la empresa vienen mal dadas.

• El fijo es el protegido de nuestra legislación laboral. El temporal es el precario.

Este Tribunal de Justicia europeo que firma la sentencia más comentada de la mañana no entra en el fondo de este debate: si es mejor o peor para la creación de empleo, y las condiciones de los trabajadores, que haya un contrato único con mismas prestaciones para todos. En realidad sólo entra a juzgar un caso muy concreto: el de aquellos contratados temporales que están desempeñando la misma tarea que los indefinidos pero con un contrato de sustitución. El subrayado es importante —empecemos por ahí— para no levantar falsas expectativas. De lo que habla el Tribunal es de puestos de trabajo equiparables con contratos distintos.

El origen de la sentencia, como venimos explicando, es la demanda de una secretaria del ministerio de Defensa, Ana de Diego, que encadena un contrato interino con otro durante nueve años y cuando el último termina acude a la justicia porque entiende que se ha producido un fraude de ley: que la han tenido como interina cuando ha estado desempeñando las tareas de un indefinido. Y que por tanto debería cobrar la indemnización de un indefinido. El Tribunal que se ocupa del caso en España, el Superior de Madrid, no le da la razón en lo primero, no aprecia el fraude de ley, pero deja en el aire lo segundo: el derecho a cobrar una indemnización similar a quien ha desempeñado ese puesto el mismo tiempo, pero con un contrato indefinido. Lo que hace es elevar una consulta al Tribunal Europeo. ¿Por qué? Porque existe un acuerdo europeo que prohíbe la discriminación entre trabajadores. Y lo que el Tribunal madrileño dice es: acláreme usted si pagar menos indemnización a esta señora que a un empleado fijo puede considerarse discriminación.

A esto es a lo que responde el Tribunal. Para decir que en el caso de puestos de trabajo equiparables (un fijo y el interino que temporalmente le sustituye que hacen idéntica tarea en el ministerio de Defensa, por ejemplo) la indemnización debe ser la misma. Interinos o no interinos es irrelevante: a mismo puesto, misma indemnización. Del resto de las condiciones laborales no se ocupa la sentencia porque no son objeto de la consulta, pero cabe pensar que con el mismo argumento sostendría que las condiciones deben ser las mismas.

Ahora la cuestión es —y la retomaremos en tertulia porque es interesante—: esta sentencia, que el Estado español debe asumir y aplicar, ¿obliga a modificar la legislación española sobre contratos fijos y temporales? Aunque expresamente mencione el tribunal que sólo habla de los puestos equiparables, ¿sirve para alegar que hay que igualar la indemnización entre fijos y temporales? ¿Está abriendo camino, por la vía judicial, al contrato único que en España sólo defiende (o defendía) Ciudadanos? ¿Estamos llevando demasiado lejos las hipotéticas consecuencias de una sentencia que casi nadie aún se ha estudiado? Cuidado con los titulares demasiado categóricos que los carga el diablo.

Para interinos, los cargos políticos que ayer fueron en romería hasta el Tribunal Supremo para hacerle los coros al entusiasta Francesc Homs, este hombre al que se empeñaron en tratar como un cordero camino del matadero cuando él mismo tenía dicho —-lo dijo al entrar y lo dijo al salir— que se moría de ganas por prestar declaración.

Después de ver a tanta gente un lunes a media mañana paseando por Madrid de camino al Tribunal todo lo que uno puede pensar es: ¡cuánta gente ociosa! Un lunes por la mañana sin que nadie te eche de menos en tu puesto de trabajo. Los convergentes caminando en grupo apaisado. Si Artur Mas hubiera tenido coleta habrían parecido de Podemos.

Es la ventaja de no tener que fichar. La profesión política tiene estos pequeños placeres. Tú decides a qué dedicas el día: ¿que en lugar de ir al Parlamento a sestear te apetece ir a dar un concierto mitinero? Para allá que te vas. No hay problema. Total, el Parlamento está paralizado. ¿Que hoy cambias la Moncloa por una cuestación del voto en Betanzos? Quién te lo va a reprochar, si total, el gobierno lleva en punto muerto casi un año. Todos haciendo campaña. ¿Dónde? En Galicia. ¿Dónde? En el País Vasco. ¿Dónde? En el Tribunal Supremo.

Los dirigentes convergentes a las puertas del Tribunal interpretando el teatrillo que traían ensayado de casa. Totus tuus, Quico Homs. Como si fuera Miguel Servet camino de la hoguera. Cuánto convergente de hoy pagaría por haber sido Lluis Compayns, pero sólo un rato. Tantas ganas tenía de declarar el imputado que no respondió una sola de las preguntas del fiscal. Porque dice que es el brazo armado del gobierno. Hombre, Homs. Qué fijación con el lenguaje grueso, cuando no es el gal politico es el brazo armado. Y aunque lo fuera. Aunque la fiscalía del Supremo fuera un ministerio más, que no lo es, ¿qué problema puede usted tener en responder a lo que se le pregunta? Si usted mismo fue a la Moncloa hace unas semanas a echar la tarde con Mariano Rajoy y le respondió a todo lo que éste quiso.

Al juez sí le respondió. Lo que se esperaba. Que la culpa de que hubiera consulta es del TC por no haber sido suficientemente claro en su suspensión. No, señoría, créame que yo no desobedecí a nadie. Obediente el imputado. Los mártires no reniegan de lo que han hecho. Asumen, dolorosamente, las consecuencias. No señoría, cómo voy yo a desobeceder al Constitucional. Vaya una rebelión. Así cómo vas a declarar la independencia por las bravas.