Lo echamos de menos porque el saludo es una especie de vacuna contra la indiferencia. Aunque no podamos saludarnos afectuosamente con unos abrazos, con un apretón de manos; sin embargo, estamos viviendo un periodo en el somos menos indiferentes, más empáticos o más próximos aún estando alejados.
Aislado él también, desde un faro del Cantábrico, Javier Cancho nos habla del origen de nuestras interacciones sociales, desde el saludo y el apretón de manos, hasta el beso. Gestos que definen nuestra identidad y que pronto volveremos a utilizar.