España juega su política en un tablero endiablado. El Gobierno con menos escaños de la Historia decide apoyarse en una amalgama de partidos independentistas y radicales al albur de los que gobierna Moncloa.
Formaciones tan codiciosas como para soñar con asaltar el cielo o como para jactarse de importarles un bledo lo que le pase a España. Y sabedoras de su importancia exprimen a un presidente que camina entre escombros deslumbrado por el poder. Porque apoyarse en el PP, que ya le ha sacado de un par de embrollos importantes, ni lo contempla. Los fieles, los que espera que vuelvan a votarle, no se lo perdonarían. Oigan, si París bien vale una misa, la Moncloa no va a ser menos.
La Moncloa bien vale insultos los miércoles y cesiones los jueves.