OPINIÓN

VÍDEO del monólogo de Carlos Alsina en Más de uno 26/09/2018

Dolores Delgado sigue siendo ministra de Justicia. No ha causado baja. Sánchez la apuntala. Reprobada por el Senado (que eso al gobierno le preocupa poco) y repudiada por Podemos (que eso le incomoda más). Pero la apuntala.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 26.09.2018 08:16

Que tiene un Gobierno fuerte, con mayoría parlamentaria sólida, y que no piensa convocar hasta 2020. Veremos.

La carrera política que sí podemos dar por terminada no es la de Dolores Delgado. Es la de Baltasar Garzón. El antiguo juez, hombre de izquierdas, cercano a Izquierda Unida, promotor de una plataforma llamada Actúa, sonaba como posible aliado de Íñigo Errejón en la batalla por el gobierno de la Comunidad de Madrid. De los cuatro grandes partidos, sólo con Podemos podría confluir Garzón, porque lo suyo con el PSOE terminó como terminó. Pero, claro, ayer Pablo Iglesias cambió el discurso de su partido sobre el asunto de la ministra Delgado y sus actos sociales con Villarejo. Hasta ayer, y aun sabiéndose ya que existió la amigable comida de 2009 cuyos audios trascendieron el lunes, Podemos iba de perfil bajo: la ministra tiene que dar explicaciones, decían. Y punto.

Ayer Iglesias diagnosticó —-y diagnosticó bien— que compartir mesa con Villarejo y García Castaño mientras comentas chismes sobre tus compañeros de la Audiencia Nacional y sueltas, como si fuera algo reprochable, que uno de ellos es maricón, ya puedes dar las explicaciones que quieras que tu imagen pública ha quedado arrasada. Si además no te aclaras tú misma sobre si lo dijiste, o te han manipulado, o te referías a Marlaska, o no te referías, o dices maricón pero sin ánimo ofensivo, lo normal es que en Podemos levanten el cordón sanitario, que diría Lupi, y te den por repudiada.

Pero la sentencia condenatoria de Pablo Iglesias se extiende a todo el que haya sido amigo de Villarejo, este tipejo.

Pues que se olvide Baltasar Garzón de ser ministro con Podemos. Porque, como se escucha en esos audios, el invitado a la comida del tipejo es el juez. Ella, Lola, la dos, acude acompañando al magistrado.

De Delgado lo que sabemos es que coincidió con el comisario tres veces, según ella misma recuerda, en comidas y cenas similares —se supone— a esta del 2009. Del tono de la conversación puede concluirse que entre ellos había confianza suficiente para despellejar a sus amigos de la Audiencia Nacional alternando el vino con los chismes. De la relación entre Baltasar Garzón y Villarejo se sabe algo más: que el juez fue padrino de boda del compadre del comisario, el gordo Castaño, y que sacó la cara por Villarejo en el programa de Jordi Évole.

Qué interesante es el lenguaje. El comisario estaba focalizado (se refiere a que ya se habían desatado las hostilidades con el CNI). Y sus manejos extrapoliciales los llama Garzón "margen de maniobra". Una cosa aséptica y exculpatoria.

Pablo Iglesias no debía de estar al tanto de la buena relación del antiguo juez con el comisario cuando llevó a Garzón a su programa La Tuerka en 2015, porque no le preguntó nada sobre las cloacas y la policía patriótica. Ni sobre el tipejo.

Hace una semana Baltasar Garzón sacó un comunicado que decía que estas filtraciones buscaban arruinar su carrera profesional y perjudicar a la ministra Delgado. En ambas cosas seguramente tiene razón. Y en despedirse de un posible indulto, también. El problema es que la munición proviene (la difunda luego quien la difunda) de ese magnifico policía que grababa a todo el mundo y conservaba a perpetuidad las grabaciones por si acaso.

Se esforzó el gobierno por aparentar tranquilidad y buenos alimentos a pesar de que llovían piedras desde buena mañana. Apariencia de equipo bien avenido. Ese Marlaska diciéndole a los periodistas que no iban a conseguir que se declarara ofendido…

…y fundiéndose luego en un abrazo con la ministra Delgado. Un pelillos a la mar meritorio pero poco cicatrizante. Porque el estilo de la ministra en esa sobremesa animada con Villarejo y compañía ha dañado al gobierno en lo que más estima: su imagen.

Una vez dijo Esperanza Aguirre que de la difusión de una conversación privada no saldríamos bien parados ninguno. Puede ser. Sobre todo su la conversación es en una comida regada de chismes de alcoba y chistes de brocha gorda. El problema no es lo que dices en la conversación, sino la incoherencia, o la hipocresía, que esa conversación puede revelar sobre ti y lo que luego dices en tus discursos.

Del mismo modo que no podía permitirse, conforme a sus exigencias de ejemplaridad (así lo llama Carmen Calvo), la permanencia de una ministra plagiadora, difícilmente va a poder permitirse la continuidad de una ministra a la que sus propios socios parlamentarios tachan de homófoba. No porque lo sea o lo deje de ser, sino porque ha dado la impresión de que desdeña el respeto a la diversidad que el gobierno (y hace bien) predica. Y en el siglo XXI, como saben Sánchez e Iván Redondo, lo que manda es la impresión que causa un gobierno y la emoción, favorable o adversa, que despierta entre los gobernados.

Salve o no su cartera, no es un secreto que la imagen pública de la ministra de Justicia sale de esta crisis achicharrada. Y que su rifirrafe de ayer con la senadora del PP Muñoz no ayudó a mejorarla.

Celebremos la proclamación de independencia (profesional) que ayer hizo la administradora temporal de Radio Televisión Española, Rosa María Mateo.

Es encomiable que la televisión pública sea independiente…del gobierno. Que es lo que Rosa María Mateo vino a reconocer ayer, al cabo de varias décadas de desempeño profesional en el ente, que nunca ha sido.

Siempre ha habido manipulación. Está bien que la veterana periodista lo diga a pulmón lleno. Y que aun habiendo sido ella misma elegida por el gobierno como candidata propuesta luego al Parlamento, se declare independiente del poder ejecutivo. Amén, así sea. Ni una llamada de la Moncloa dando instrucciones. Pero…Radio Televisión Española es una empresa pública sometida al control y el escrutinio del Parlamento. Eso no debe perderlo de vista la administradora.Puede tener la pésima opinión que desee de los políticos que la han puesto a ella a dirigir la empresa, pero esos políticos están en su derecho a controlar lo que hace. No es que los diputados puedan darle órdenes, es que es el Parlamento (de políticos, claro) quien la ha puesto a ella donde está. Y a ese parlamento se debe.