La Cultureta Gran Reserva

El motor es una rama del deporte un poco especial

Para empezar, hay que discutir con mucha gente para sostener que un tío que conduce es un deportista. Está además el componente del peligro, hoy menor que en el siglo pasado, cuando la muerte no era una cosa extraña en las carreras de élite.

Pero además, el motor esconde una competición doble. Una con focos y otra de sombras. Una para el público fan y otra para los dineros. Una de pilotos y otra de grandes empresarios.

Miguel Venegas

Madrid | 23.11.2019 09:24

Lo muestra bien LeMans66, la película que estos días bailan a medias entre Matt Damon y Christian Bale.

Una doble historia de épica y corazón y de venganza en los despachos.

24 horas de Le Mans, año 1966. Henry Ford II se enfrenta a Enzo Ferrari por un problema de cuernos. Hace sólo dos años que Ford ha estado cortejando a Ferrari; un Ferrari zalamero, acuciado por deudas, aparentemente receptivo. Pero Ferrari dijo no en el último momento y Henry Ford prometió vengarse donde más le podía doler, en la pista.

Y la pista más importante era LeMans. Allí sumaban los italianos seis títulos consecutivos y allí se pone la meta el gigante americano.

Para ello se entrega a un gran diseñador de coches, Carrol Shelby, y a un excéntrico piloto, Ken Miles. Ambos crean el mítico GT40 y llegan a LeMans para cumplir el sueño del patrón y vencer a Ferrari.

Pero Miles tiene su propia batalla, en la pista, por ganar una vez en su vida la carrera más importante del mundo.

Miles es un tipo especial. Un británico veterano de la II Guerra Mundial que solía lucir su chaqueta de veterano. Tras la guerra emigró a California y se dedicó a modificar motores para las carreras. Un enorme talento y un carácter incompatible con los despachos de la Ford.

Miles trabajó como nadie y estuvo a unos metros de pasar a la historia como el primer piloto en ganar en las tres grandes. Y no lo hizo por unas órdenes de equipo mal calculadas. Con la victoria en el bolsillo, y el segundo puesto también asegurado, Ford decidió que sus dos coches tenían que entrar en meta al mismo tiempo, que compartieran victoria y así ganara la marca que les ponía el motor. La dirección de carrera no tragó y le dio la victoria al segundo coche, el de un tal Bruce McLaren, porque había salido 18 metros más atrás.

Ford consiguió su victoria y su venganza.

Miles se quedó sin victoria, pero vio el sueño cumplido de rodar en LeMans y ser el mejor de todos. Y uno más.

"Prefiero morir en un coche de carreras que devorado por un cáncer".

Tardó dos meses en cumplir su última victoria.