Fue teatro de la provocación. Declararon la independencia en una escalera y duró unos minutos. Fue una ficción, una república imaginaria.
El fiscal pedía 25 años de prisión para los que asaltaron la Constitución, luego quedó en sedición y ahora en casi en nada. Puigdemont puede ser juzgado solo por malversación y desórdenes públicos.
El prófugo ha dicho que no volverá esposado ni rendido ante un juez español. Vendrá cuanto esté libre como un héroe. Sigue huído en Waterloo esperando volver pisando alfombras entre ovaciones.
La peor burguesía del mundo, la del 3%, la de la rapacidad egoísta asaltó el Estado y van trece veces. Manuel Azaña la retrató como una secta “ con codicia, deslealtad , cobarde altanería y traición”.
Al final de la película nos enteramos que no hubo rebelión; solo fue un acto de desobediencia. Los sediciosos pueden volver a España gracias a que Pedro Sánchez cambió el Código Penal para europeizarlo sin decir que lo que los que hagan lo mismo en Alemania o Francia serán condenados por alta traición a cadena perpetua. Volverán sin cargos Marta y Clara .
El Tribunal Supremo tendrá que revisar también la sentencia Oriol Junqueras que podría presentarse como candidato. Los supremacistas de la xenofobia que persiguen una de las más bellas lenguas del mundo, los que llaman a los españoles bestias carroñeras y víboras , tienen licencia para rebelarse.
Querido Carlos no son estos días buenos para la democracia ni para el futuro del país. El juez del Tribunal Supremo ha dicho que hoy la declaración de independencia quedaría impune A pesar de todo brindemos con Falstaff con las copas que espantan las negras tempestades de la melancolía y digamos: ¡Viva el Vino!
