Voy a indultar a la pequeña de las Montero, como diría Rosa Belmonte. Y no porque Irene Montero sea la benjamina biológica de María Jesús, sino porque la diferencia de edad equivale a la diferencia de jerarquía con que se las trata en la vida ministerial, política y mediática.
Como si Irene no fuera del todo mayor de edad. Que ya se ocupa Pablo de recordarlo. Y como si sus iniciativas políticas se observaran desde los reproches paternalistas. Qué cosas tiene Irene Montero. Qué ocurrencias.
Y no escasean las iniciativas interesantes del Ministerio de Igualdad, pero acostumbran a toparse con una resistencia polifacética. Por la repulsa sistemática de la derechona. Por el vacío que le hacen los aliados socialistas. Y hasta por la estupefacción que algunas propuestas originan en su propio partido.
Ha sucedido con la normativa del sí es sí, hasta el extremo de haber carbonizado las expectativas electorales de la expareja de Iglesias. La pequeña de los Montero resume con su ejemplo el proceso de jibarización de Podemos. Y la distancia con la sociedad que prometieron reformar, si no fuera porque Irene reside en una España distinta y distópica.
Pues no, no van a quedarle a Montero bis fuerzas para defender la Ley Trans. Ni para recuperar la credibilidad de un ministerio desquiciado que no es tanto de Igualdad, sino de igual da.