OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Última bala contra la OPA"

Alsina reflexiona en su monólogo desde el Banco de España sobre la decisión que tomará el Gobierno respecto a la OPA de BBVA sobre el Banco Sabadell y la cumbre de la OTAN que comienza este martes.

Carlos Alsina

Madrid |

El día de San Juan, que inaugura oficialmente cada año el verano en España. San Juan, que no es ni San Carlos ni San Fernando. Aunque hoy, y estando en el lugar que estamos, algo habrá que decir del Banco de San Carlos y el Banco de San Fernando. Antecedentes del actual Banco de España, desde cuya sede de la plaza de Cibeles, en Madrid, emitimos hoy este programa.

Nos invitó a venir el actual gobernador, recién nombrado, de nombre José Luis Escrivá y antes ministro de Pedro Sánchez cuatro años. Teníamos pendiente la visita, y aquí estamos. Para contar qué se hace aquí, cómo funciona, y qué significa, esta relevantísima institución del Estado y para saber de su historia y de la historia de este edificio que es patrimonio arquitectónico de nuestro país.

No es mal día para hacer el programa desde el Banco de España porque la actualidad, hoy, va a ir de bancos. De dos bancos, en concreto. De dos bancos privados, no de este. El BBVA, a un lado. El Sabadell, al otro. En juego, la OPA que anunció el primero de ellos hace más de un año, coincidiendo con una campaña electoral de elecciones catalanas que hizo que la operación pretendida fuera munición para los partidos políticos desde el primer día.

Si en lugar del Sabadell hubiera sido cualquier otro banco, seguramente el asunto no habría alcanzado tal grado de desinhibición política a la hora de combatir la pretensión del BBVA. Ni un solo partido -lo comentábamos la semana pasada con Carlos Torres- salió a defender la operación. Para los partidos catalanes, y para la patronal catalana, era inasumible que el Sabadell pasara a ser parte de un banco con sede en Bilbao y Madrid; para el PP era preocupante la pérdida de competencia entre entidades distintas; para Sumar era un atentado contra la competencia, el empleo, la cohesión territorial y los derechos de los ciudadanos; y para el Gobierno, entiéndase el PSOE -porque a Sumar estas cosas no se le consultan, ni estas ni casi ninguna-, para el Gobierno era un pulso que le lanzaba el BBVA porque sabido es que, para el presidente, cualquier operación empresarial que no haya sido diseñada por él, tutelada por él y consumada a su gusto, es un pulso inaceptable -da igual que sea el BBVA, la constructora Ferrovial o el grupo Prisa-.

Si en lugar del Sabadell hubiera sido cualquier otro banco, seguramente el asunto no habría alcanzado tal grado de desinhibición política

Total, que la última, o penúltima, palabra sobre esta OPA la dirá hoy Pedro Sánchez encarnado en su ministro de Economía, el aseado Carlos Cuerpo. Y mucha sorpresa sería que el gobierno hiciera algo distinto a disparar los últimos cartuchos que le quedan para hacer naufragar la OPA.

Y los últimos cartuchos se llaman endurecer tanto las condiciones que al BBVA deje de resultarle atractiva, invocando, claro, el interés general, que es el último comodín que queda en pie una vez que todos los órganos anteriores descartaron que la unión del BBVA y el Sabadell supongan un riesgo para la competencia o para la solvencia financiera.

Torres, el presidente del BBVA, dijo aquí la semana pasada que no se le ocurre qué condiciones podrían ser esas. Y que no hay mayor interés general en un país con economía de mercado que permitir que los accionistas del Sabadell decidan si quieren aceptar o no la oferta de su posible comprador.

Y dijo también que la consulta popular que se inventó el Gobierno para cargarse de razones sobre el interés general, lejos de ser un clamor contra la OPA ha resultado lo contrario. Digamos que, al Gobierno, la consulta le salió rana. Pero ya dijo Cuerpo que no era vinculante. Cómo habría de serlo si en el Gobierno lo único vinculante es lo que decida cada mañana Pedro Sánchez. El presidente que no soporta una derrota.

Hace un año -un año ya- hablamos en este programa con el ministro de Economía sobre esta OPA. Como aún no se habían pronunciado los órganos independientes, el Gobierno confiaba en que fueran estos los que hicieran tambalearse la OPA. De hecho, el ministro no mencionaba entonces que el Gobierno pudiera cambiar las condiciones -como sí hace ahora-, sino solo que, caso de prosperar la OPA, lo que podría impedir es que las dos compañías, aun siendo ya de los mismos propietarios, se fusionaran.

De entonces a hoy, la OPA salió airosa del examen del Banco de España, salió airosa del examen de la CNMV y salió airosa de la Comisión de la Competencia. Pero difícilmente saldrá viva del Consejo de Ministros de hoy. Y cuando eso ocurra, habrá alivio y celebración en la patronal y el gobierno de Cataluña y habrá revisión de posiciones, y toma de nuevas decisiones, en la cúpula del BBVA. Batallar en el juzgado es una opción, llevando el choque con Sánchez ya al extremo. Desistir de comprar el Sabadell es otra. Y si hay que apostar a esta hora de la mañana, los analistas se apuntan mayoritariamente a la segunda.

Cumbre de la OTAN

Van a estar todos en La Haya, pero con las alertas del móvil activadas por si llegaran nuevos sobresaltos de Catar, o de Iraq, o de Irán. Son los gobernantes de los países que formamos la OTAN. Desde Donald Trump, recién reconvertido de pacifista en bombardero, hasta Pedro Sánchez, identificado por el gobierno de Estados Unidos como el hombre que más arrastra los pies cuando de aportar dinero a la defensa común se trata.

La cumbre anual de la OTAN, que iba a girar sobre el desdén de Trump a sus aliados europeos y el fracaso de Trump en la guerra de Ucrania, se abre ahora a la valoración que los gobiernos OTAN, si se animan, quieran hacer sobre el bombardeo ilegal que ha ordenado Trump en Irán (por poca simpatía que despierte el régimen iraní, teocrático, liberticida y machirulo). Jamenei respondió ayer al bombardeo lanzando misiles contra una base estadounidense en Catar, sin víctimas, que se sepa.

Y Putin, su inquebrantable amigo (dios los cría) ha denunciado lo injustificable que la agresión estadounidense a un país soberano -la suya en Ucrania le parece sobradamente justificada- pero no ha dado el paso de comprometerse a enviar ayuda militar a Teherán. Este Putin es el caudillo por el que bebía los vientos Donald Trump cuando creía tenerle comiendo de su mano. Ahora que le ha hecho la cobra y sigue bombardeando Ucrania, digamos que la pasión de Trump por el ruso ha menguado bastante.

A esta cumbre de la OTAN llegaba Sánchez sacando pecho por haber obtenido garantías de que España no tendrá que dedicar más que el 2,1% de su PIB a la Defensa. Ni más ni menos.

Ni más ni menos porque ese es el cálculo que ha hecho su Gobierno. Ni el 5, ni el 4, ni el 3, señora, un 2,1%. Tan satisfecho de la negociación se iba el presidente para La Haya cuando salió Rutte y le hizo un roto al discurso oficial. Negando que haya cláusulas nacionales o excepciones y añadiendo que el cálculo que hace la Otan sobre España se parece poco al que hace el gobierno de España. Del 2,1% que dice Sánchez al 3,5% que dice Rutte.

Rutte le hizo un roto al discurso oficial del Gobierno

Del 2,1% al 3,5% van unos veinticinco mil millones de euros, el 'tourmalet' para un Gobierno afectado de 'aluminosis cerdánica' e incapaz de aprobar en las Cortes un Presupuesto del Estado.

Monólogo de Alsina: