OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Es tiempo de gobernantes que sepan entender la trascendencia de lo que hacen"

Esto que van a escuchar sonó en varias televisiones a la vez la noche del cuatro de noviembre. España estaba en campaña electoral. Esa noche se celebró el debate. Los estrategas ajedrecistas de Pedro Sánchez le habían convencido de que la mayoría de los españoles, la mayoría cautelosa, ansiaba un gobierno moderado, centrado, que le ofreciera seguridad ante las enormes incertidumbres que estaban planteadas: el Bréxit, la pérdida de fuelle económico, el independentismo. Sánchez acudió al debate con una lista de anuncios. El primero de los cuales fue éste.

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Carlos Alsina

Madrid | 22.05.2020 08:15

Nadia Calviño, promocionada a la vicepresidencia económica. El mensaje era: éste es un gobierno serio, no somos ni radicales, ni frívolos, ni aventureros. Fue la segunda vez que Sánchez empleó a Calviño como garantía de que no habría sobresaltos, de que no pondría la política económica del país patas arriba. La primera fue hace ahora dos años, cuando el audaz Sánchez conquistó la Moncloa cabalgando una moción de censura que le apoyó el independentismo catalán gracias a los oficios de un celestino eficaz de apellido Iglesias. Aquel primer gobierno de Sánchez, que tanto sorprendió por el perfil técnico y moderado de muchos de los elegidos, tenía a Nadia Calviño, alta funcionaria curtida en Bruselas, como mensaje de tranquilidad a los socios europeos: era la forma de decirle a Europa ‘soy de fiar’. ‘No soy un aventurero’.

No sé si Nadia Calviño llegó a amagar el miércoles con agarrar la puerta e irse a su casa. No sé si en los dos meses y pico que cumplimos ya de estado de alarma se le ha pasado por la cabeza devolverle la cartera al presidente que la nombró. Sé que es creíble que algo de eso haya sucedido. Sé que sólo hay que escuchar las palabras que eligió Calviño para calificar el empeño de Iglesias (y no sólo de Iglesias) de desmontar la legislación laboral para poder calibrar hasta qué punto este gobierno está enfermo de desgobierno.

Absurdo, contraproducente, inseguridad jurídica. Palabras mayores. La guardiana de la solvencia escogida por Sánchez. Todo indica que Calviño se ha hartado de que la ignoren, de que la puenteen y, sobre todo, de que su propio gobierno le sabotee el diálogo que mantiene con patronales y altos ejecutivos de empresas y con sus colegas los ministros europeos: los ministros de los gobiernos a los que estamos pidiendo el salvavidas del préstamo europeo para poder afrontar una depresión económica sin precedentes.

· Absurdo y contraproducente plantear ahora la derogación de la reforma laboral.

· Absurdo y contraproducente lo que le firmó Adriana Lastra a Eh Bildu.

· Absurdo y contraprudecente lo que reclama el vicepresidente segundo de su mismo gobierno.

· Y absurdo y contraproducente lo que Sánchez le firmó a Iglesias en enero.

Porque tiene razón Iglesias cuando dice que esto que ahora le han prometido a Bildu no es distinto de lo que aparece en el acuerdo del gobierno de coalición.

Es verdad. El papel que Sánchez le firmó a Iglesias en enero no dice que vayan a cargarse sólo algunos aspectos de la reforma laboral: dice que hay aspectos urgentes, pero que el compromiso es desmantelarla entera. Y el papel que Sánchez le ha firmado ahora a Arnaldo Otegi dice lo mismo. Porque éste es el fondo del asunto: no es ni la reforma laboral, ni Bildu, ni la leal y disciplinada señora Lastra. El fondo del asunto es que en esto consiste Pedro Sánchez. Un presidente cuya horizonte no va más allá de seguir siendo presidente mañana. De salvar la pantalla de hoy, la votación de hoy, la encuesta de hoy. ¿Cómo? Con quien sea necesario para lo de hoy y firmándole un papel que diga lo que el otro quiere oír. Patada al balón y a dejar que se pudra, o que se olvide, lo que el papel ponía. A Iglesias en enero le firmó un programa de gobierno que no tiene intención de cumplir como a Junqueras en febrero le firmó una mesa de negociación para Cataluña y a Urkullu en abril una fase cero coma cinco y a Arrimadas en marzo un acuerdo sobre futuras reformas legales que acabará en nada. Y a Casado una comisión parlamentaria que Lastra, leal y disciplinada, se ha ocupado de reventar, vaciándola.

Han dinamitado la comisión de la reconstrucción porque no puedes invitar a los demás partidos a consensuar un programa económico para la España en recesión mientras le firmas ya un trozo de programa al quinteto de ‘Los cinco de Aizpurúa’. Los demás van a pensar que la comisión es un cuento. En efecto, lo es. Porque esto es Sánchez. Lo que sea, y como sea, para salvar una votación. Lo de hace dos semanas ya no cuenta.

Lo de Bildu del miércoles no habría pasado del bochorno de ver al PSOE encamándose con Otegi (que no es poco bochorno) de no haber patinado la leal Lastra al rubricar la palabra que lo ha cambiado todo: íntegra. ‘Derogar de manera íntegra la reforma laboral’. Le ha pasado lo mismo que hace quince meses con otra negociación y otra palabra: relator. Claro que estaba dispuesto a firmarle un papel a Puigdemont y a Junqueras para montar una mesa de partidos que ellos pudieran vender a su parroquia como un triunfo hacia la independencia, pero se escapó una palabra, relator, y se abrió una crisis que hizo temblar al gobierno (y eso que entonces el gobierno no tenía dentro un factor sísmico tan activo como Podemos). No pierda usted de vista la arremetida de ayer del grupo Prisa contra un gobierno al que acusa de estar llevando al país a una fractura política y social inmanejable.

Lo más anacrónico de todo este episodio es que Iglesias, Lastra, el ministro Ábalos ayer en este programa, se remitan al programa de gobierno que pactaron en enero como prueba de que no están haciendo nada distinto de lo que prometieron hacer. Lo hizo también Sánchez en una de sus últimas homilías: presentar su programa de investidura como la hoja de ruta de los meses que tenemos por delante. Como si desde marzo hasta hoy no hubiera pasado gran cosa. Como si el país que está entrando en una depresión económica nunca antes conocida se pareciera en algo, tuviera las mismas urgencias, las mismas prioridades que el país que éramos en enero. Como si la crisis sanitaria que no ha acabado, la recesión económica que ya ha empezado, la inestabilidad social que va asomando, pudiera gobernarse a la manera de Sánchez, firmándole compromisos (los que sea) a quien sea, gobernar una depresión económica parcheando. No es tiempo ni de jugadores ni de aventureros. Es tiempo de gobernantes que al menos sepan entender la trascendencia de lo que hacen.

Adriana Lastra ha dicho que está muy sorprendida por la polémica. Sorprendida. Pues no hay más preguntas, señoría. Eso da la medida. Siga usted tuiteando.

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