OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El problema surgido en Navarra puede enterrar la posibilidad de que el PSOE y Cs pacten en otros sitios"

Está tan convencido Pedro Sánchez de que su investidura está hecha que anda pensando ya a quién pone y a quién quita de ministro.

Carlos Alsina

Madrid | 03.06.2019 08:14 (Publicado 03.06.2019 08:04)

Gabilondo es un fijo en las quinielas (prueba de lo improbable que resulta que prospere la operación Errejón para hacerle presidente de la región madrileña) y Dolores Delgado también lo es, pero en sentido contrario. Hoy no hay nadie que diga que va a seguir.

Y si eso ocurre, todo lo que se recordará de la etapa ministerial de la fiscal Delgado es que le cayó encima una grabación del comisario cloaca Villarejo, que ordenó a la abogacía del Estado rebajar la acusación de rebelión y que le hicieron, las asociaciones judiciales, la misma huelga que le habían hecho a su antecesor en el cargo y que ella, con verdadero entusiasmo, había apoyado.

Eso, y la declaración. La frase aquella que acabó siendo su más famosa aportación al debate político patrio: llamar a los tres partidos que se manifestaron en Colón (PP-Ciudadanos-y-Vox) la ‘derecha trifálica’.No escuchará usted ahora a José Luis Ábalos llamar trifálico a nadie. Ni siquiera fálico al naranja.

La última vez que Pedro Sánchezvisitó este programa (un año y dos meses han pasado) le hice notar cómo su forma de referirse a Ciudadanos es pendular. Lo mismo llama a Rivera peligroso derechista blanqueador de Vox y nostálgico del pasado que le llama, oh la lá, fuerza del cambio. Allá por 2016, no hace tres siglos sino apenas tres años, Ciudadanos era para Sánchez una fuerza del cambio progresista con la que él se sentía muy a gusto porque aspiraban ambos a tumbar a Rajoy. Sí, para entonces Ciudadanos ya había hecho posible la investidura de Cifuentes, de Pedro Antonio Sánchez, de Juan Vicente Herrera y de Ceniceros, es decir, todos los gobiernos autonómicos a los que el PP, ganador de aquellas elecciones, aspiraba.

Luego Rivera invistió a Rajoy, en el PSOE pasó lo que pasó, Sánchez murió y volvió a nacer, y el Rivera progresista se convirtió en el Rivera recalcitrante, crispante y cómplice de la corrupción, en opinión de Sánchez. Casi a la misma velocidad que Sánchez se convirtió, para Rivera, en un peligro público andante, cómplice de Puigdemont y dinamitero de la unidad de España.

Bien, amigos, hoy empezaremos a saber si Ciudadanos admite o no al PSOE como pretendiente para gobernar Aragón, Madrid y Castilla y León. Rivera ante la principal decisión estratégica de la que depende el aluvión de alianzas pendientes en las autonomías y los ayuntamientos. De momento es el PSOE quien vuelve a cambiarle el nombre a los naranjas. Dejan de ser la derecha trifálica, el trifachito, los antiguos centristas que se echaron al monte, para volver a ser, atención, regeneracionistas. Aquí está el ministro Ábalos, portavoz para todo, predicando contra los bloques ideológicos.

No dirán que la táctica política no es prodigio de transmutación del prójimo. Rivera pasa de ser derechona casposa a fuerza del cambio regenerador. Gentileza de Ábalos. Si ahora inviste presidente a Mañueco, a Beamonte y a Díaz Ayuso regresará, naturalmente, a las cavernas del trifalismo. Y si inviste a Lambán, a Tudanca o a Gabilondo será, para el PP, la marca blanca del sanchismo.

Rivera decide qué quiere hacer con su vida y la de su partido. A la derecha, a la izquierda o a según dónde. En las crónicas que hablan de Ciudadanos se distingue ya entre el sector progresista (los que están por volver a los orígenes y aceptar al PSOE como pareja en algunos sitios) y el sector conservador (los que están por pactar sólo con el PP como vía para acabar sustituyendo al PP dentro de cuatro años). A Rivera, hoy, se le sitúa en el segundo. Y en el primero aparecen Garicano, Igea y Pérez. El desplazado a Estrasburgo y los aspirantes a negociar con el PSOE acuerdos en Aragón y Castilla y León.

A estos últimos les ha surgido un problema serio en Navarra. Es Navarra lo que puede enterrar la posibilidad de que el PSOE y Ciudadanos pacten en otros sitios.Porque en Navarra el Partido Socialista ha despreciado ya la mano tendida de Ciudadanos. Navarra es la única comunidad en la que el centroderecha sin Vox se presenta con una sola marca: Navarra Suma. Con esa marca ha ganado las elecciones (veinte diputados por once del PSOE, que ha sido segundo) y con esa marca (que incluye a Ciudadanos) se ha ofrecido a explorar un acuerdo con el PSOE.

La respuesta ha sido que no hay nada que explorar. Que el PSOE a quien quiere en Navarra como aliados es al PNV (puro progresismo) y a Podemos (que tiene dos diputados). Sabiendo que para que la investidura de María Chivite sea posible requiere de que se abstengan o los 20 de Navarra Suma, que ya me dirá usted qué razones van a tener para abstenerse en estas condiciones, o los siete de EH-Bildu. ‘Con Bildu no vamos a negociar’, proclamó la semana pasada Carmen Calvo, pero sin Bildu, o sin la abstención de Bildu, lo del PSOE en Navarra no sale.

Recuperemos ahora la doctrina Ábalos sobre los pactos a ver cómo suena mirando a Navarra.

En Navarra el PSOE no ha sido el partido más votado. En Navarra el cambio no lo representan ni Geroa Bai (PNV) ni Podemos. En Navarra la doctrina Ábalos naufraga. Y en Navarra se crea un precedente que les plantea un problema a los Igea y los Garicano. Cómo abrirse a pactos con el PSOE cuando el PSOE se ha cerrado al pacto en Navarra.