OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Es hora de que el presidente ponga nombres a los expertos que toman decisiones"

Diario de la pandemia. 30 de marzo. Ya queda un día menos para dejar todo esto atrás.

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Carlos Alsina

Madrid | 30.03.2020 08:19

· Dura cinco segundos el vídeo. El niño corre contento hacia su padre, que acaba de llegar a casa del hospital. El padre le para con un gesto. ‘No, no’, le dice. No le puede abrazar. Se detiene el crío en seco, decepcionado. Y el padre, en cuclillas, se lleva la mano a la frente, baja la cabeza y llora.

Cinco segundos resumen cincuenta mil escenas idénticas. Enfermeros y médicos que llegan a casa y tienen que recordarse a sí mismos, y a sus hijos, que el contacto está proscrito mientras nos dure esta enfermedad.

· Victoria se ha incorporado al hospital de campaña del Ifema. El Arca de Noe, como llaman a estos hospitales en China. Está compartiendo su experiencia en una crónica diaria en Facebook. Lo bueno y lo menos bueno. Lo bueno, por ejemplo, el alta de Lorenzo. ‘Nos rompimos las manos a aplaudir. Y Juan y Paco, vecinos de cama, también van mejorando, se han paseado toda la tarde rodando motores a ver si mañana podemos darles el alta’. Lo menos bueno, lo que le contó la enfermera Carmen al salir, donde están los camioncitos con agua y sandwiches. Una de sus enfermas no había respondido a ninguno de los tratamientos. Carmen estaba desolada por la impotencia y, a la vez, admirada por la entereza de la enferma. Pudo despedirse de su familia y no dejó de dar las gracias a todo el personal que la atendía. Escribe Victoria: ‘Personas a las que hace unos días no conocíamos y a las que ahora acompañamos hasta el último suspiro, Se van serenas, se te vacía el alma’.

· Ángeles Escrivá escribe en El Mundo sobre los curas que consuelan a los creyentes que se saben muriendo en los hospitales. Uno de ellos dice que es el personal sanitario el que está ofreciendo compañía y consuelo. Me viene a la cabeza que en enero contamos que un grupo político exigía la salida de los curas de los hospitales públicos con el argumento de que los vicios debía pagárselos cada uno. No recuerdo qué grupo era. Prefiero no buscarlo.

· El Papa hizo una puesta en escena fabulosa, él sólo en la plaza de San Pedro dirigiéndose al cielo para pedir que cese la pandemia. El único riesgo, pienso, es que no cese. Porque imagino que, en ese caso, es la fe lo que se resiente.

· Leo este párrafo de la entrevista que le hace El País a Emilio Lledó. ‘La irrealidad, ésa es la sensación. De niño viví la guerra civil. Oía las bombas estallar, vi caer un piloto en paracaídas, he visto el fuego de un combate aéreo en los cielos. Era la guerra y sabíamos lo que había que hacer. Pero en esto de ahora, ¿dónde está aquí la violencia, qué es este peligro que no se oye, qué la tranquilidad silenciosa que nos amenaza?’

· Estos días me admiran los estudiosos, y los artistas, que son capaces de prever cómo de distinto será el mundo después de esto. Si más globalización o menos, más humanidad o más distancia, si más poesía o más ensayo y más cultura basura o de altos vuelos. Yo no sé dónde estaremos el viernes. Me pregunta la corresponsal del Guardian cómo va a cambiar España con esta crisis. Y le digo que no tengo la menor idea. Sólo sé que psicológicamente vamos a quedar todos dañados.

· Manuel tiene un pequeño negocio de electrodomésticos en Cantabria. Ya ha solicitado el erte para sus empleados, que él prefiere llamar compañeros. Con la tienda cerrada y los ingresos a cero, ‘carezco de recursos’, me dice, ‘para mantenerlos activos’. Al banco le ha pedido un préstamo para afrontar la letra y los recibos. Pero lo que quiere contarme es que, aunque no reparemos en ello, hay familias a las que se les estropea estos días la nevera, o la placa de la cocina, y hay técnicos de reparación que también siguen trabajando, yendo a las casas a resolver problemas que puede parecer poca cosa, sabiendo lo que tenemos, pero que son un trastorno serio para la familia en cuarentena.

· Pienso en la cantidad de ocupaciones cotidianas en las que no pensamos cuando hablamos de la actividad económica y entiendo que hubiera anoche tanta gente esperando a que los medios publicaran el decreto del gobierno para saber a qué atenerse esta mañana. El decreto que se filtró parcialmente pero tardó horas, y horas, en publicarse. Reincidente el gobierno en esto, me temo.

· Leo en el editorial de El País que no hay por qué ocultar que el gobierno ha cometido errores. Me pregunto desde cuándo hay que justificarse por contar lo que sucede.

· Reconozco que las comparecencias del gobierno me agotan. No entiendo que cada ministra tenga que hacer un discurso grandilocuente repitiendo lo que ya tiene dicho el presidente. No entiendo que la portavoz se meta en farragosas parrafadas cuando se le pregunta lo más previsible: qué ha cambiado para que ahora se decreta la paralización de actividad que hasta el viernes se negaba.

No lo entendí porque la respuesta la había dado, ésta sí, clara, el doctor Simón dos horas antes. La razón son las UCIs.

Un ingreso en la UCI no es sólo una cama disponible menos, es una cama ocupada para veintiocho días. O eres capaz de habilitar nuevas camas, en hospitales de campaña, o en otras provincias a ese mismo ritmo, o el colapso está cantado. Y en Madrid y Cataluña, si nada cambia, llegará el miércoles.

· Leo que el colegio de médicos de Madrid no comparte la descripción del doctor Simón. No es que haya riesgo de saturación, es que las UCIs en Madrid están al 150 % de su capacidad. El riesgo dejó de ser un riesgo para ser un hecho cierto.

· No entendí que la ministra Díaz proclamara como si fuera una proeza que el gobierno antepone el interés general a los intereses particulares. Sólo faltaba. O que diga que el gobierno no cede a las presiones. Sospecho que le llama presión a la discrepancia de quienes compartían lo que el presidente dijo el sábado pasado y no lo que dijo el sábado siguiente.

Aún recuerdo al presidente explicando hace una semana que nuestras restricciones eran más duras que las de Italia. ‘A la vanguardia’ de las restricciones, me quedé con esa frase. Ahora somos pioneros en lo del ‘permiso retribuido recuperable’. Parar la actividad sin que se resienta el empleo. Me parece una hermosa utopía esto de la hibernación que dice la ministra Montero. Que ahora podamos hibernar para que luego el sector productivo resucite (el verbo también es suyo).

Temo que sólo en algunas empresas, y para algunas ocupaciones, será posible esto del permiso. Que retribuido no es si luego habrá que recuperarlo. En el resto lo que habrá son expedientes de regulación temporal en la confianza de que las empresas aguanten. Asumo que el gobierno quiera convencernos a todos de que esto es un paréntesis corto, pero me parece excesivo pretender que incluso nos vendrá bien porque así saldremos mejor de lo que estábamos.

No alcanzo a ver cómo se puede tener un tejido más fuerte cuando hay pequeñas empresas que, sin haber llegado aún al famoso pico, ya están gravemente afectadas. Y el problema es que todos los cálculos que hasta hoy hizo el gobierno se revelaron erróneos. Calculó mal el impacto de la crisis sanitaria y nada garantiza que esté calculando bien el impacto de la crisis económica.

· Sánchez habla de unidad pero traslada a los demás decisiones que ya ha tomado. No pide opinión a los demás partidos o a los presidentes autonómicos. Les da las medidas ya hechas.

· Creo que es hora de que el presidente ponga nombres a esos expertos a los que atribuye cada decisión que toma. Si les tiene subcontratada la toma de decisiones, deberíamos saber al menos quien nos está gobernando. Si los expertos sólo proponen, entonces el gobierno debería asumir que las decisiones son suyas. Y que no siempre aicerta.

· No hay por qué ocultar que el gobierno ha cometido errores. Asumió el mando de la sanidad pública y privada y no parece que sirviera para dotarla a tiempo de más medios. Iglesias se apareció hace diez días para anunciar que las residencias de ancianos quedaban bajo su vicepresidencia y nunca más se supo. Ahora es la ministra de Trabajo la que asume, de hecho, la gestión de las empresas. Prohibido despedir, dice la propaganda oficial. En realidad significa que quien despida habrá de abonar la indemnización máxima por despido improcedente. Prohibido aprovecharse, dice el gobierno. Aprovecharse, ¿de qué? ¿De que no haya clientes, ni compras, ni ventas? Cada regla que cambia la ministra es una responsabilidad más que ella asume. Como todo es tan innovador, tan pionero, sólo cabe desear que acierte. Porque si equivoca la receta lo único que no va a poder prohibir es que las empresas quiebren.

· Me habría gustado que el presidente explicara a los ciudadanos en qué consisten los eurobonos y qué cambia, para España y para la gestión de esta crisis, tenerlos o no tenerlos. Creo que la mayoría de los espectadores oyen ‘eurobonos’ y no saben de qué les hablan. Entiendo el globo del presidente con Holanda y Alemania, pero esto de satanizar a la Merkel ya lo vimos en la crisis de 2008 y no sirvió para nada. Me pregunto si hay opinadores exhumando ya la caricatura aquella de Merkel con bigotito nazi queriendo anexionarse Europa (todas aquellas mandangas).

· Leo a Gracián. ‘El arte de la prudencia’. Dice: ‘Es muy frecuente que para remediar un error se cometan cuatro. Evitar uno con otro mayor es como decir mentiras: para apoyar una se necesitan muchas más. Lo peor de un error es empecinarse. Algunos lo convierten en una obligación: como se equivocaron al comienzo creen que por constancia hay que continuar. En su fuero interno ven el error, pero en su exterior lo excusan. Hasta el más prudente puede tener un descuido, pero no dos, y más como accidente que como norma’.

· Aníbal es traductor de árabe. Vive en Barcelona. Tiene a su hermana en Madrid y a sus padres en Cáceres. El jueves escribió un tuit: ‘Mi madre en ambulancia con fiebre hacia el hospital, mi padre aislado en casa, y no sé nada más’. Ahora ha escrito una carta: ‘Di un grito en Twitter para desahogarme y a cambio recibí ofrecimientos de todo tipo: enfermeros que se prestaban a informarse sobre mi madre y contarme; gente de Cáceres dispuesta a pasarse por casa de mi padre; personas creyentes que me dijeron que iban a rezar; mil gracias a esas personas que tienden la mano’.

· En el hospital de Coslada los cocineros ponen en la bandeja de cada enfermo una nota en la que le desean que se recupere. Me lo ha contado Inma, que es la responsable del servicio.

Las bandejas llegan con mensaje de vuelta, como éste de Lourdes: ‘Gracias por la alegría que me dais. Vuestra comida es estupenda, felicidades a todo el equipo de cocina’. Ayer, por cierto, fue el cumpleaños de Inma, la responsable. Veintiséis años. Podría ser la nieta de muchas de las enfermas.

· Lulú Vázquez vive en Pontevedra y ayer fue su cumpleaños. Acudieron a felicitarla, desde la calle, su familia, sus amigos y una comitiva de la policía local con los coches patrulla en cabalgata.

Lulú tiene 110 años. O sea, que ya pasó por la epidemia de la gripe española de 1918 y ahora, confinada en casa, está pasando por esta otra epidemia. Confinada, pero sana. El coronavirus éste no se le ha acercado. Y que así siga.

Cada mañana, a esta hora, la comunidad de oyentes de ‘Más de uno’, haciendo honor a su nombre, se pone en pie para cantar un himno. Aunque sea lunes, aunque estés confinado, aunque no tengas claro que el cielo siga azul, haz ver, facciamo, que tutto va ben.

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