EL BLOG DE ALSINA

El nacimiento de 'Mariano Monti'

Les voy a decir una cosa.

Aprovechando el lapsus que esta mañana le escuché a una locutora, reseñemos el nacimiento de este nuevo dirigente europeo que se llama Mariano Monti.

ondacero.es

Madrid | 29.06.2012 20:17

El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy
El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy | EFE

Un híbrido de español e italiano que anoche se puso bravo, cavó trinchera para dos en el salón del Consejo Europeo, y amenazó a los demás con echarle plástico a la chimenea para que la fumata saliera negra. Mariano Monti amagó con bloquear el resultado de la cumbre si no le daban un poco de oxígeno para poder enfriar los intereses que se le reclaman a Italia y España en el mercado de la deuda y le salió bien la jugada. No porque se haya conseguido que el señor Draghi, el BCE, se lance a comprar bonos (que, en principio, no va a ser) ni porque mañana mismo vaya a empezar el Fondo de Rescate europeo a adquirir deuda pública de España e Italia, pero sí porque salen de esta cumbre dos compromisos a los que, hasta ahora, se resistía la mayoría de los socios.

Uno de esos compromisos lo reclamaba España y el otro, Italia (pero éste a nosotros también nos viene bien): la idea de Monti -que sea el Fondo Común el que compre deuda pública- ha sido aceptada, bien es verdad que no empezará a funcionar hasta el otoño, y supone que, cuando un Estado se encuentre con problemas para colocar sus bonos a un precio asumible, podrá pedir que sean los socios europeos los que los adquieran, sin que eso suponga que se active el mecanismo del rescate nacional (digamos que se abren camino los mini-rescates, puntuales o parciales); la idea de Rajoy -que también ha salido adelante- tiene que ver expresamente con el préstamo a España para apuntalar los bancos que lo necesiten, y consiste en que el dinero que recibamos no compute como deuda nacional (para no inquietar, o espantar aún más, a posibles inversores) y que en caso de que el Estado español pudiera tener alguna vez problemas para devolver todo lo que debe, esta deuda con los socios europeos no tenga preferencia sobre las demás, o dicho de otro modo, que quien compre mañana un bono español no tema quedar relegado (con menores opciones para cobrar) en caso de que esa situación, tan indeseable, llegara a producirse.

Ambas propuestas, la de Rajoy y la de Monti llegaban a la cumbre con un aliado potente, que era Francia -Hollande- pero con resistencias muy fuertes de Alemania y sus gobiernos más próximos. Y por eso cabe hablar, en este aspecto, de éxito de Rajoy y Monti: cavaron la trinchera, se metieron dentro y avisaron de que no saldrían hasta que se atendieran sus demandas (o una parte de sus demandas). Algo así como “a tercos, a ver quién nos gana”. ¿Qué bazas tenían a su favor? Sólo dos, pero con sustancia. La primera, que sin respaldo de Italia y España no podía salir de la cumbre ni una sola medida, ni siquiera el plan de crecimiento que, como tiene más de cáscara que de chicha, les agrada a todos.

Sin Mariano Monti, la hoja de las conclusiones de la cumbre quedaba en blanco, y una cumbre fallida, justo en este momento, hubiera sido la puntilla del euro y la estampida de los inversores, el lunes, de la deuda pública de estos dos países y quién sabe si de otros de la moneda única, abocando a ambas naciones a pedir un rescate total que posible es, pero requiere de muchos cientos de miles de millones encima de la mesa. Ésta era la segunda baza, el escenario que se produciría si Italia y España tenían que acudir a Bruselas a pedir el manguerazo total. Como hoy dijo el presidente Rajoy en una rueda de prensa que revela que en Moncloa han escarmentado de aquella comparecencia pasada de vueltas de hace dos semanas en la que el presidente se mostró más chulo que un ocho, como hoy ha dicho Rajoy, en los Consejos Europeos no se trata de que unos impongan sus recetas a los otros, sino en negociar entre posiciones distantes y tratar de llegar a una intermedia que puedan secundar todos.

En este caso también ha ocurrido eso: ha salido adelante lo que la mayoría considera menos malo para los intereses de cada uno de los países, y que en el caso de Italia y España es, teniendo en cuenta nuestras circunstancias, algo bueno. Que por supuesto no equivale a que sea gratis porque nada lo es. A cambio de satisfacer algunas de nuestras demandas tendremos que reafirmar nuestro compromiso con el pacto de estabilidad, o dicho de otro modo, tendremos que empezar a demostrar desde ya que sabemos que aún nos falta mucha tijera para cumplir con la meta de déficit de este año, que vamos retrasados en ese cumplimiento, y que estamos dispuestos a acoger las recomendaciones que la comisión europea nos hace como lo que son, medidas de obligado cumplimiento.

El gobierno ya ha sugerido que está al caer la subida del IVA y la eliminación de la deducción por vivienda, junto a nuevos impuestos que seguramente llegarán y a una reducción, otra vez, del salario de los empleados públicos y de su número. Rajoy sabe de sobra el camino que le han marcado y ha empezado a emitir señales de que está empezando ya a recorrerlo. O como hoy ha dicho Mario Draghi, que la ayuda a los bancos españoles o la compra de deuda pública por el Fondo de Rescate le parece muy correcta, pero siempre que vaya acompañada de condiciones estrictas, para que los mercados se crean que la cosa va en serio.

Pero entonces, ¿es un triunfo nuestro o no lo es? Hombre, llegábamos tan necesitados de oxígeno a la cumbre, que tenemos derecho a celebrar este respiro como si fuera la recuperación del aliento; nadie nos va a reprochar que hoy celebremos haber ganado, aun sabiendo que lo que hemos ganado, básicamente, es tiempo. Margen para seguir haciendo cambios en nuestra economía que permitan recuperar la confianza perdida de los inversores. Margen, dice el gobierno, para que se perciban los frutos de las reformas. Margen, dice la Unión Europea, para ir creando los nuevos órganos comunes que fiscalicen la ejecución nacional de las políticas económicas europeas.

Celebremos haber ganado un pulso, siempre que no perdamos de vista que nuestro ritmo cardiaco sigue siendo bajo y que los excesos de euforia luego pesan. Vamos a ver qué pasa con la deuda pública española (e italiana) la próxima semana. Si lo anunciado en la cumbre enfría definitivamente los precios, estupendo. Pero si el efecto es efímero o insuficiente, no perdamos de vista que las dificultades para financiarnos seguirán estando ahí, como bien saben las comunidades autónomas, las más necesitadas ahora mismo de que se abra el mercado para que el Estado pueda captar capital para prestárselo a ellas. Para euforia, el fútbol. En economía, un cierto alivio y a armarse de prudencia.