Era la una de la madrugada cuando despedíamos el programa especial de “La noche electoral” y justo por donde lo dejamos anoche habrá que retomarlo esta mañana: Cospedal. El futuro de Dolores de Cospedal como símbolo de lo que le ha sucedido este domingo al partido del que es capitana.
Cospedal logró hace cuatro años una proeza: desplazar al PSOE del gobierno de Castilla La Mancha, ganarle allí donde había ganado siempre. Un hito político. Que cuatro años después se esfuma no porque no haya vuelto a ganar Cospedal —que ganar, ha ganado— sino porque el poder territorial no lo tiene quien gana sino quien puede gobernar. Y el retroceso del PP unido a la entrada de un nuevo actor muy potente en escena, Podemos bajo la marca genuina o aliado con otras organizaciones en marcas diversas, decanta casi todos los parlamentos autonómicos y no pocos ayuntamientos gobernados hasta hoy por el PP del lado de la izquierda. No hay todavía matrimonio alguno oficiado, ni siquiera anunciado, del PSOE con la marca Podemos, pero el PP es el primero en dar por hecho que allí donde Podemos sirva para desalojar a los populares del gobierno, Podemos lo hará. Cuando Cospedal compareció anoche, entrada ya la madrugada, lo hizo porque acababa de esfumarse la última esperanza de los populares castellano manchegos: que Ciudadanos entrara en el Parlamento con un escaño abriendo la posibilidad de recurrir a ellos para salvar el actual gobierno. Esfumado el escaño de Ciudadanos —el escaño bailante de Toledo— se esfumó el gobierno de Cospedal y quién sabe si se empezó a terminar también la carrera de la secretaria general del partido.
Cospedalcomo símbolo, o resumen, de lo que le ha pasado al PP. Perdido el poder territorial y obligada, como número dos del partido, a asumir la carga que supone que eso mismo, perder poder por haber perdido un chorro de votos en todas partes, le haya sucedido al PP en casi todas partes. Sólo hay un survivor de esta epidemia —la peste bubónica— que asuela a los populares: Juan Vicente Herrera, barón de Castilla y León. El único que ha salvado su mayoría absoluta es, paradójicamente, el único que no tenía claro que quisiera presentarse. El efecto Juan Vicente en Castilla y León ha resultado ser mucho más cierto que el efecto Esperanza Aguirre en Madrid. Un mito de nuestro tiempo que se desmorona: el tirón de la lideresa resulta que no era tal. Ha obtenido el mismo porcentaje de voto que Cifuentes, se ha dejado 10 concejales y casi doscientos mil votos de los que obtuvo Gallardón y apenas ha ganado por la mínima a una Manuela Carmena, alcaldesa en ciernes, que encabeza una lista recién nacida. Aguirre sugirió anoche que permanecerá en el ayuntamiento incluso si no puede gobernar, pero no sería la primera vez que llega para quedarse y después se ausenta. Ni logró el gobierno Aguirre ni logró revalidar el cargo Rita Barberá, alcaldesa de Valencia que, 24 años después, anoche empezó despedirse. Uno tras otro fueron compareciendo anoche los líderes más reconocidos del PP para admitir, más o menos abiertamente, que se acabó lo que se daba. Algunos se mantendrán en gobiernos en minoría porque han ganado y no es fácil el pacto de los opositores (Ciudadanos tiene la llave que necesita el PP en la comunidad de Madrid, en Murcia, en La Rioja). Otros, como Monago, ya se han reubicado en la oposición: en Extremadura gobernará de nuevo Fernández Vara.
Cuatro años después, Extremadura y Castilla la Mancha volverán a estar gobernadas por el PSOE, no por méritos propios sino por demérito de los populares. Y porque a Podemos ya le ve todo el mundo, por muy anti casta que sea, apuntalando gobiernos socialistas por aquello de que lo urgente es derribar gobiernos de derechas. Pedro Sánchez jugó a presentarse anoche como triunfador en una noche que tampoco fue para tirar cohetes en su partido. “Hemos alcanzado al PP”, fue su frase salvavidas, obviando que el alcance en cuestión (eufemismo que significa que sigues siendo segundo) se debe, más que a cualquier otra cosa, a que los populares se han dejado dos millones y medio de votos. Sánchez salva la cara con el buen resultado de Ángel Gabilondo (“bueno” para lo que venía anunciándosele al PSOE, pero apenas algo mejor que el de Tomás Gómez hace cuatro años), y con la reconquista socialista de Extremadura, Castilla la Mancha (con permiso de Podemos) y Sevilla, donde ya se colgó anoche la medalla, por si acaso, Susana Díaz. Pero no hay mucho más que celebrar. El segundo partido de España, y el hegemónico de la izquierda, no pasa hoy del 25 % de los votos. Y requiere para hacerse fuerte de un competidor llamado Podemos que está por ver que se lo ponga tan fácil como Sánchez desea. En el ánimo del secretario general del PSOE parece que está el cortejo de Podemos (aquellos que una vez llamó radicales y populistas), pero en el ánimo de Felipe González, su mentor sobrevenido, está una operación bien distinta: el acuerdo de los dos grandes para sortear la eclosión de los nuevos. Y aunque hasta noviembre vayan a intentar todos retratarse lo menos posible, esa tensión (entre el coqueteo con la nueva izquierda camaleónica y el acercamiento al PP por el centro) va a estar en la vida interna del partido.
Tres capitales de provincia, las tres mayores ciudades de España, van a tener en la alcaldía a plataformas electorales, coaliciones, que no son ni el PP ni el PSOE. Que no son, en Cataluña, ni Convergencia ni el PSC. Madrid tendrá alcaldesa de Ahora Madrid, Carmena; Barcelona tendrá alcaldesa de BarcelonaenComun, Ada Colau; Valencia tendrá alcalde de Compromís, Joan Ribó; Zaragoza podría tener alcalde de Zaragoza en Común, Pedro Sanisteve. El éxito de este 24-M es de las candidaturas nuevas surgidas en las grandes capitales. Ellas son las que han dado la campanada. Plataformas que reúnen partidos nuevos con organizaciones vecinales y que están todas a la izquierda del PSOE. Ahí están los vencedores de la noche. Asumidos todos ellos como propios por la dirección de Podemos aun sabiendo que hay más diversidad de voces y de planteamientos en esas plataformas que en el partido que pretende hacerlas suyas.
Podemos ya no es una expectativa electoral. Es el tercer partido en respaldo popular de España. Por detrás de los dos tradicionales y por delante de Ciudadanos, también debutante pero con mucho menor respaldo que el de Iglesias. En la pugna que han mantenido ambos estas semanas, Iglesias gana a Rivera en todos los parlamentos autonómicos. y Ciudadanos decidirá en bastantes menos sitios de los que se esperaba.
Los votantes del PP en 2011, de aquellas autonómicas históricas y de la triunfal marcha de Rajoy a la Moncloa aquel mismo año, aquellos votantes de entonces no han comprado el argumentario popular de ahora. Esta idea de que España vuelve a funcionar y la mejora está supeditada a que sigan gobernando los que ya están. La ilusión en que ha vivido la dirección del PP —-la campaña electoral como reencuentro con la sociedad y estímulo para creer que ésta renovaría su confianza—- se partió en mil pedazos anoche. El resultado fue mucho peor del que habían imaginado.
Dado que en el PP todo lo decide Rajoy, los barones desconchados amanecen hoy así, esperando a Rajoy. El único de los líderes concernidos por el terremoto de ayer que aún no ha hablado.