OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Ni rastro de negociación, pero la consigna oficial es que se está trabajando para que haya Presupuestos"

Les ofrezco a continuación una selección de ministras diciendo todas lo mismo.

@carlos__alsina

Madrid | 16.11.2018 08:07

Valerio, Calviño, Montero. Empleo, Economía y Hacienda. Afirmando ante cámaras y micrófonos que por supuesto que sí, que el objetivo del gobierno es llevar al Congreso su proyecto de Presupuestos antes de que termine el año. No me cabe duda de que las tres ministras están convencidas de la veracidad de lo que afirman. Ellas dan por hecho que se presentarán unos Presupuestos. Porque en el Consejo de Ministros nunca se ha planteado lo contrario y porque es lógico que lo den por hecho: las tres saben lo que explicamos ayer aquí, supongo: que llevar unas cuentas públicas al Parlamento no es una elección del gobierno, es un deber que tiene que cumplir. Subrayémoslo de nuevo.

Ahora que han escuchado ustedes a las tres ministras que dicen lo mismo, un dato añadido que quizá no tiene importancia o quizá sí. Ninguna de las tres, ni Valerio, ni Calviño, ni Montero forman parte del núcleo duro del presidente. Las reuniones de estrategia, como las llaman algunos un poco pretenciosamente algunos, las tiene Sánchez con Carmen Calvo, con José Luis Ábalos y con Iván Redondo. Ellos son los que están al tanto de lo que el presidente tiene en la cabeza. Y ellos sí saben que Sánchez se propone incumplir el deber de presentarlos si no tiene la seguridad de que los saca adelante.

Veamos ahora lo que ayer dijo Carmen Calvo —lo poco que quiso decir— cuando se le preguntó sobre este asunto:

Estamos trabajando para tener presupuestos. Y esto es lo que dijo el señor Ábalos, a la pregunta directísima de si los presentarán aun no teniendo la seguridad de aprobarlos. Que siguen negociando.

Negociando, sí, negociando duramente. Ésta debe de estar siendo la negociación más discreta de la historia de las negociaciones presupuestarias, porque no consta que el gobierno se esté reuniendo con nadie para cerrar unas cuentas. Con Podemos tienen abiertas más mesas que en una boda pero la negociación, en realidad, ya la hicieron. Con Elsa Artadi se ve la señora Calvo una semana sí y otra también (pero muy discretamente, eh, todo muy discreto, como le gusta ahora a Pablo Iglesias) pero no consta que Puigdemont le haya dado permiso a su delegada para que negocie nada. El PNV ya dijo esta semana que para qué y no hay rastro alguno de algo que pueda llamarse una negociación en serio. Compromís lo ha expuesto con nitidez.

Ni rastro de negociación con nadie. Pero la consigna oficial dice que hay que responder que se está trabajando para que haya presupuestos. Y si eres la ministra de Hacienda, entonces añades que no entiendes el debate sobre si van a presentarse.

Ocurre, ministra, que para que se aprueben unos Presupuestos primero han de ser presentados al Congreso. Que es donde se realizan, en teoría, claro, y con luz y taquígrafos las negociaciones políticas. Y que tratar de hurtar al Parlamento su derecho a examinar, debatir, enmendar y, en su caso, rechazar el Presupuesto recurriendo a la trampa de no presentarlo si no está todo atado y bien atado no es una cuestión anecdótica. Es medida de lo que uno entiende por ejercer el gobierno: yendo de cara o trajinando de espaldas al Parlamento.

Año 2016 en el Reino Unido: el pueblo habló y decidió que había que irse.

Lo que nadie llegó a votar entonces es en qué condiciones se iría.

Después fue sabiendo el pueblo que muchas de las cosas que dijeron los encendidos defensores de mandar la Union Europea a hacer puñetas eran mentira. Supieron, porque lo admitieron ellos mismos, que los promotores de la ruptura distorsionaron los cálculos, abusaron de la demagogia e incurrieron en la impostura. Pero para entonces el pueblo ya había hablado y había que cumplir con su mandato.

Ahora ha llegado la hora de fijar las condiciones del divorcio. Y a los más vehementes partidarios del Brexit las condiciones que ha aceptado Europa no les gustan. Y ocurre que en el Parlamento del Reino Unido, a juzgar por las posturas que han ido manifestando los diputados, es altamente alprobable que el pacto de May con la Comisión Europea naufrague porque habrá dos votos en contra por cada uno a favor, según la estimación que ha hecho el Guardian.

Éste es el escenario más probable. El pueblo habló en referéndum y dijo que hay que irse. Pero el pueblo al que representa el Parlamento va a decir que no valen las condi-ciones del desenganche. ¿Y entonces qué se hace? Éste es el nubarrón de incertidumbre que se cierne sobre el Reino Unido y sobre la Unión Europea.

¿Cabe renegociar las condiciones si éstas no pasan el examen en el Reino Unido. Merkel ya ha dicho que no. Que no se puede eternizar este tema. No puede empantanarse la Unión Europea en un Brexit interminable. El Never Ending Brexit.

Y si estas condiciones no son ratificadas en el Reino Unido y tampoco son revisadas por el resto de los países, ¿qué cabe esperar, un desenganche por las bravas, sin saldar las deudas pendientes, sin asegurar la situación legal de los comunitarios residentes en territorio británico, sin decidir qué relación ha de tener España en adelante con el peñón de Gibraltar?