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Monólogo de Alsina: "La puerta de salida"

A este señor le quedan cinco minutos en el cargo. Daniel de Alfonso. Director de la Oficina Anti Fraude de Cataluña. Nombrado por el Parlamento catalán en 2011 y al que el Parlamento catalán va a exigir que renuncie al cargo.

Carlos Alsina

Madrid | 22.06.2016 08:10

Su trabajo como responsable de esta institución es velar por la limpieza de la administración, investigar y denunciar el fraude y la corrupción. Y hacerlo de manera independiente y sin barrer a favor o en contra de un partido político u otro.

El diario Público difundió ayer la grabación de una reunión que mantuvo con el ministro Fernández Díaz en un despacho del ministerio en el año 2014. Vísperas de la consulta soberanista. Lo que refleja esa grabación no es que el director de Anti Fraude se inventara acusaciones falsas contra Junqueras o contra Francesc Homs, tampoco que fabricara pruebas o falsificara documentos. Todo eso lo ha negado él y, ciertamente, no aparece en la grabación difundida. Pero eso no significa que no existan razones para pedir su cabeza.

Porque lo que sí hizo —lo que prueba la grabación— fue informar al ministro de los indicios que tenía entre manos sobre posibles irregularidades cometidas por dirigentes de Esquerra y de Convergencia, exponerle cómo de fiables eran (o más bien, no eran, porque él mismo reconocía que todo era muy débil) y, sobre todo, comentar con él el efecto político que se conseguiría difundiendo esas investigaciones o persuadiendo a medios de comunicación para que las las hicieran. Ésta es la esencia del asunto: la oficina Anti Fraude hace muy bien investigando lo que tenga que investigar, pero cuando su responsable se sienta con el ministro del Interior a comentar el perjuicio político que conseguirían con determinados asuntos y la manera de conseguirlo, entonces está utilizando su cargo, y la información de que dispone, con fines políticos.

El señor De Alfonso le dijo a Catalunya Radio que él no ve motivo alguno para renunciar. Que se reunió con Fernández Díaz porque éste se lo pidió y de la misma manera que se ha reunido con Artur Mas y con todos los partidos. Porque su obligación, dice, es obtener información.

En la reunión con el ministro el informador era él: él le contaba las pistas que estaba siguiendo y él comentaba la forma de obtener rentabilidad política de la difusión de las investigaciones. Llegando a sugerirle que en lugar de aparecer todo como investigaciones de la UDEF, se lo pasen a él —el comisario Fuentes Gago— para que él lo presente como propio.

Sería muy ingenuo, es verdad, naif, sorprenderse a estas alturas de que el cargo político que dirige las fuerzas de seguridad del Estado maneje la información de que dispone con fines políticos. Es la historia del mundo. Como sería ingenuo sorprenderse de que la mayoría de los trabajos de investigación que aparecen en los medios tengan una procedencia similar a ésta: filtraciones orientadas desde centros de poder. El medio que recibe una información que es noticia, hace bien en publicarla. En ocasiones lo que se filtran son hechos ciertos y en ocasiones se barniza de informe policial lo que no pasa de ser una pista endeble y sin fundamento, pero a la que se da marchamo de cosa investigada para que parezca un asunto serio.

Airear lo que perjudica a tu adversario y silenciar lo que te perjudica a ti no forma parte de las obligaciones de ningún director de Oficina Antifraude ni de ningún ministro.

Para debate electoral, el de anoche en Wembley, Londres, Reino Unido. Seis mil espectadores en el estadio de fútbol para asistir al duelo organizado por la BBC: tres partidarios de salirse de la Unión Europea frente a tres partidarios de la permanencia. Entre los primeros, el ex alcalde conservador de Londres, singular y carismático Boris Johnson. Entre los segundos, el recién elegido alcalde de Londres, laborista Sadiq Khan.

El súper debate se celebró, con un moderador de 77 años que sigue en forma, y al cabo de una jornada de encuestas muy apretadas y de discurso apocalíptico del primero ministro Cameron. A la puerta de su residencia, el 10 de Downing Street, dijo sentirse obligado a hablar francamente a los británicos: si votáis que nos salgamos de la UE, les dijo, habrá una recesión económica, impuestos y precios más altos, salarios más bajos y menor capacidad de los servicios de inteligencia para abortar los planes terroristas. Y además, no hay marcha atrás.