OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "La ley de ruptura no es una ley, sino un fraude de ley"

Les voy a contar una historia. Había una vez un circo… no el de Miliki sino uno más antiguo, en una localidad de Wisconsin allá por 1880, en el que una tarde de verano —la función ya en marcha, el aforo completo, familias enteras entusiasmadas— el domador de las fieras abrió la jaula donde le esperaba el tigre. El público contuvo el aliento. El domador inició su número habitual, dio órdenes al temible felino, se acercó a él con sigilo. Y entonces el tigre le soltó un zarpazo, lo tiró al suelo y lo dejó allí malherido.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 29.08.2017 07:57

Los espectadores gritaron (claro). Se echaron hacia atrás. Buscaron con la mirada la salida, agarraron a los críos y se fueron a la carrera espantados.

Y entonces el jefe de pista ordenó a la orquesta que tocara. Y a voces instó al público a que volviera asegurándole que no había peligro. Uno de los payasos le dijo: "¿qué estás haciendo, hay un tigre rabioso que acaba de destrozarnos al domador". Y el jefe de pista le respondió: "Da igual lo que pase, nosotros somos artistas, el espectáculo debe continuar".

"Show must go on". Seguramente le debemos a Queen el haber popularizado, cuando ya Freddie Mercury se iba acabando, aquella frase que nació en un circo y que se extendió entre los artistas de todo signo. Pase lo que pase, que el espectáculo continúe.

Que no decaiga. No vayan a pensar los espectadores que la función flaquea y la compañía quiebra.

Estos dos artistas se llaman Lluis Corominas y Benet Salellas—para entendernos, el de Junts pel sí y el de la CUP— y ayer protagonizaron el capítulo del proceso independentista titulado: "Finjamos que esto es una ley y que en breve será aprobada".

En rigor lo que ha presentado esta pareja es un documento de cuarenta folios redactado como si fuera una ley y que regula cómo se organizaría Cataluña una vez que hubiera ganado el sí y antes de que se aprobara la Constitución de la República Independiente catalana. Ellos la llaman ley fundacional y ponen mala cara cuando se la llama, de manera más precisa, ley de ruptura.

¿Es una ley? Respuesta: no. Por dos motivos:

• Primero, porque a día de hoy ni siquiera tiene fecha para ser aprobada en el Parlamento autonómico. En este aspecto es lo mismo que era ayer: cuarenta folios. Que hasta ayer guardaban en secreto y ahora ya conocemos todos. Pero eso, cuarenta folios.

• Y segundo, porque incluso si llegara a aprobarse en ese Parlamento no sería una ley sino un fraude de ley. Inconstitucional a todas luces y, por tanto, de imposible entrada en vigor. El día que la aprueben seguirán siendo cuarenta folios.

Que sirven para saciar la ansiedad de quienes ven que sus profetas independentistas nunca dejan de hablar de lo que van a hacer pero luego pasan los días y no terminan de hacerlo. Ante el recelo, comparecencias. Frente a las dudas, que ya llega, ya llega. Contra el escepticismo creciente, ahogue al personal en folios y folios y más folios. Show must go on. El espectáculo debe continuar.

¿De verdad habrá urnas? ¿De verdad pretenderán que el resultado de un referéndum falso tiene alguna consecuencia jurídica? ¿De verdad se creen ellos mismos lo que están diciendo?

Pues mire, ocurre que en la vida política catalana se ha extendido una costumbre bastante chusca que consiste en que, por sistema, hay dirigentes políticos que en público sostienen una cosa y en privado sostienen la contraria. Bueno, luego hay casos especiales como el de Ada Colau, que es capaz de defender en público una cosa y su contraria a poco que se extienda en el discurso.

Pero este desdoblamiento de personalidad es costumbre, sobre todo, en los dirigentes del PDCAT que no son ni Puigdemont ni Artur Mas, o sea, casi todos. En público dicen:referéndum, por supuesto, faltaría más. Todos somos Puigdemont. ¡Independencia, independencia! Pero en privado dicen algo distinto. Que este Puigdemont ha enloquecido. Que para alcalde de Girona servía, pero nada más. Que ya saben ellos, claro que saben, que un referéndum de verdad no va a haber pero que, claro, cómo van a romper ahora el discurso oficial. Cómo van a apearse ellos de esto que llegan a llamar el teatrillo si eso les dejaría por traidores frente a una Esquerra Republicana que se les está comiendo el voto.

Claro, a veces al que actúa se le ve el cartón y aflora entonces la duda.

Ayer lo pudieron vivir ustedes en directo en este programa. Si el referéndum es tan indudable y la fundación de la República catalana tan inminente, ¿por qué Marta Pascal, gobernanta del PDCAT, muestra tanto interés en empezar a hablar de la CUP, y de ERC, no como socios sino como competidores? ¿Por qué emplaza a Oriol Junqueras, el otro pope, a aclarar públicamente si está trabajando no para el referéndum sino para un gobierno autonómico de izquierdas?

O expresado en tres palabras por la propia Marta Pascal en este programa

"Huele a tripartito". Caramba. ¿No olía a referéndum, asamblea constituyente y declaración de independencia?

Una cosa es el escenario y otra la trastienda. Para una parte del PDCAT, al menos. Que está justo en esto que le reprocha a Oriol Junqueras: está pensando en que después del primero de octubre llegará el segundo, y las elecciones autonómicas, y quien hoy es socio en el gobierno será competidor por el voto. Pero claro, dicen ellos, no vamos a ser nosotros los primeros en bajarnos del tigre. Show must go on. El doble juego de siempre.

A la señora Pascal le voy a hacer llegar esta canción que compuso Noel Coward cincuenta años antes de que Queengrabara la suya.

Es una canción irónica que se pregunta por qué va a tener que continuar siempre el espectáculo. En qué cabeza cabe que si el domador entra en la jaula del tigre y éste le suelta un zarpazo la compañía circense reaccione fingiendo que allí no ha pasado nada.

Puede que todo sea, en efecto, el teatrillo del que nadie quiere apearse y que la falsa ley de la ruptura nunca llegue a consumarse, que el proceso simplemente naufrague.

Puede.

Pero pase o no pase, haya o no haya referéndum, haya o no bronca en la calle, el espectáculo va dejando poso. Pasito a pasito la función va influyendo en el auditorio hasta el punto de que buena parte del público no aceptaría ahora que encendieran las luces de repente y les dijeran que todo ha sido obra dramática.

El proceso es como un arado: va haciendo el surco. Remueve la tierra para que, suceda ahora lo que suceda, el independentismo pueda seguir sembrando.