La letra, que se está escribiendo, acabará diciendo: entre susto y muerte, votemos susto.
Donde susto significa "abstención" y muerte significa "muerte".
Ya está sonando la música. Ha empezado a tararearla, tristemente, el nostálgico Javier Fernández Fernández. El Fernández Miranda de la transición socialista que tiene la encomienda susánica de reconducir el partido, suavemente, hacia el nuevo puerto de la oposición resignada.
Canturrea el fado el capitán interino de un barco que en tiempos fue trasatlántico y ahora lucha por taponar sus vías de agua y mantenerse a flote como barcaza. La maniobra de viraje es delicada. Si sale bien, te agradecerán los servicios prestados y a otra cosa. Si sale mal, el barco acaba como el Costa Concordia.
En superar la pena que ha producido el broncón del fin de semana está el PSOE. O la gestora tejedora del PSOE. Lo primero, enfriar. Lo segundo, suturar. Lo tercero, poner el huevo.
En el capítulo de ayer de "tiempo entre costuras" el anterior protagonista de la trama, Pedro Sánchez, cambió su estado de 'Whatsapp' por un trébol de cuatro hojas y permaneció alejado de los focos. No consta que se haya ido de nuevo al chiringuito pero sí que evitó personarse en el Congreso para que nadie interpretara su presencia, probablemente, como una provocación. Es diputado, lo va a seguir siendo, y ha prometido trabajar por los ciudadanos que le votaron, pero las heridas aún están lo bastante recientes (aún caliente el degollamiento) como para dejarse caer inocentemente por la reunión del grupo parlamentario. Aunque el run rún decía que los vencedores iban a desterrar a Sánchez al gallinero, al final le ha correspondido un escaño de la fila cuarta, que es peor que la primera pero mejor que la quinta, donde estará Madina. El Hemiciclo es el campo de batalla: los oficiales van primero.
Al frente del grupo parlamentario queda, de momento, Antonio Hernando. Que no intervino en la reunión de los diputados socialistas con Javier Fernández. Fue el asturiano a predicar el sosiego, la unidad y el entendimiento. Y también este salmo responsorial que dice “de las terceras elecciones líbramos Señor”. Y sí, a cualquier precio.
Los parlamentarios, por sorprendente que parezca teniendo la ocupación que tienen —parlamentar— son reacios a abrir la boca y compartir con los demás su opinión libremente. De los ochenta y cuatro del PSOE sólo veintiséis quisieron hablar. Y cuentan las crónicas que de los veintiséis que hablaron, sólo dos enarbolaron el "no es no y forever no" del pedrismo. Odón Elorza, que siempre abogó por gobernar con Podemos y Margarita Robles, la nueva. Sin carné del partido y recién regresada, de la mano de Sánchez, a la política.
Ni Robles ni Odón Elorza tienen peso específico en el partido. La opinión mayoritaria, entre quienes hablaron ayer (los mudos no cuentan, aunque luego rompan a hablar en twitter o con la prensa) fue que hay que evitar como sea las terceras elecciones. Que es la manera gestoril de ir diciendo que si hay que resignarse a que siga Rajoy, oiga, que siga.
Ya está sonando la música. Y ya han empezado a ponerle letra. Suena música en el PP. Electoral, por supuesto.
Con las mejores cartas en la mano, el partido ganador de las elecciones acaricia la idea de seguir recuperando en las urnas parte de aquellos votos que salieron en estampida en diciembre. Rajoy no habla. Rajoy no pestañea. Vuelve la esfinge. Pero envía ya a sus discípulos —le gustará la imagen al devoto Fernández Díaz— a predicar el antiguo testamento: aquel que decía que con la investidura no basta, que necesita garantías de un gobierno estable. Qué incómodo es sentirse vulnerable ante una imaginaria, y fracamente improbable, moción de censura.
Garantías de estabilidad. Hoy cuenta El Confidencial que se le va a reclamar al PSOE el compromiso de facilitar la aprobación de los presupuestos y respaldar al gobierno en su respuesta al desafío independentista. Aún no se atreve nadie, en el PSOE, a pronunciar la palabra "abstención" y ya le están señalando cuál será la pantalla siguiente. Le van a faltar días de navegación al capitán interino del barco para completar a tiempo semejante viraje.