opinión

Monólogo de Alsina: "El feminismo es más, y más plural, que el ministerio de Igualdad"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de Más de uno sobre el Día de la Mujer, marcado por la pandemia del coronavirus, y las manifestaciones convocadas para el 8-M.

Carlos Alsina

Madrid | 08.03.2021 08:28

8M. Día de la mujer. Hace dos años la movilización fue un éxito sin precedentes. Hace un año volvió a ser un éxito, aunque se vio afectada la convocatoria por el temor al virus que ya estaba en el ambiente. Y hoy volverá a ser un éxito, aunque habrá que buscar formas de hacer visible la reivindicación distintas a las manifestaciones de cientos de miles de personas.

En esto tiene razón Irene Montero: la fuerza de un movimiento, o de una corriente social, o de una idea, no se mide en realidad por el número de personas que es capaz de juntar en la calle. Los obispos reunieron a cientos de miles de personas contra el matrimonio homosexual de Zapatero, y contra la ley de plazos, y a la vista está la influencia que tuvieron. Llegó Rajoy y no tocó una coma ni del uno ni de la otra. El número de manifestantes es un síntoma, pero la fuerza de un movimiento se mide en el debate público que genera, su capacidad sumar voluntades e influir de verdad en la vida cotidiana. En las costumbres sociales y la forma mayoritaria de ver las cosas.

En este 8M de 2021, con la epidemia todavía entre nosotros y el recelo a los actos multitudinarios, el debate más reciente que hemos tenido es el de la prohibición de las concentraciones en Madrid. Sí en Madrid, no en el resto de España. Es decir, si han pagado las organizaciones convocantes de Madrid el precio del error que fue el año pasado alentar manifestaciones cuando ya estaba el virus contagiándose en España y ni usábamos mascarillas, ni manteníamos las distancias ni nada. ¿Se acuerdan de aquel paisano manifestante al que entrevistó una televisión?

Había que abrazarse y que besarse. Porque hace un año el mensaje que transmitían algunas manifestantes (ministras entre ellas) era que se estaba exagerando la alarma con el coronavirus ---la epimemia de alarmismo, se decía--- con la intención perversa de disuadir a la gente de sumarse a las manifestaciones: se alertaba contra los contagios para sabotear al movimiento feminista. Un año después, de aquello nadie quiere acordarse. Aunque ahora estemos en lo mismo pero al revés: si es el exceso de celo, prohibiendo en Madrid manifestarse, lo que busca debilitar el movimiento. O criminalizarlo, que es el verbo favorito de la ministra de Igualdad y los dirigentes de su partido.

Éste es el debate más reciente que tenemos sobre el 8M, quién se puede manifestar, quién no y si hay motivos bastardos (torpedar a Podemos, por ejemplo) en la decisión que ha tomado el gobierno.

Pero hay otros debates con mayor recorrido que están abiertos hoy dentro (y fuera) de los colectivos feministas y que han alcanzado tal vehemencia (y se han avinagrado tanto) entre corrientes distintas y enfrentadas del feminismo que hacen que a este 8 de marzo de 2021 se llegue en estado de ruptura, o al menos, de enconamiento.

Este fin de semana han sucedido dos episodios reveladores:

• Un manifiesto de personas vinculadas o próximas a Podemos que cuestionan la llamada ley trans de la ministra de Igualdad y la autodeterminación de género (poco frecuente es que en Podemos alguien cuestione a la cúpula, sin acabar fuera del partido, quiero decir).

• Y una tribuna firmada por profesoras, abogadas, pedagogas y activistas feministas que discrepan del planteamiento de la ministra Montero sobre el 'solo sí es sí' y el 'yo sí te creo'.

En el primero de los asuntos, el derecho de una persona a ser registrada conforme al sexo que declare, las (y los) firmantes del manifiesto reclaman que se debata primero en el seno del partido antes de convertirlo en proyecto de ley. Decir que los derechos no se debaten, escriben, es una forma de autoritarismo que no encaja en ninguna organización democrática y que no podemos permitir. Añaden que son muchas las mujeres en Podemos que entienden que su sexo es una realidad biológica que no se puede obviar porque la opresión de la mujer existe, y la sufre la mujer, por ser mujer.

En el segundo de los asuntos, las firmantes sostienen que endurecer las penas y ampliar las conductas consideradas delito es una práctica propia de las políticas conservadoras, no del feminismo emancipador. No ven necesario penalizar el acoso sexual callejero, o la propiedad de locales donde se ejerce la prostitución, y entienden que es la educación y la cultura lo que tiene que ir achicando el espacio del machismo. Respecto del solo sí es sí, recelan de la regulación sexual en nombre de la seguridad. Victimiza a la mujer al requerir del consentimiento expreso e inequívoco para que no haya delito y refuerza la imagen patriarcal de la fragilidad femenina. Y al tiempo, y al tratar la prostitución, declara irrelevante el consentimiento de aquellas trabajadoras sexuales que no han sido coaccionadas para serlo. 'El proyecto', resumen, 'no está basado en la eficacia sino en las rentabilidades políticas del populismo punitivo'.

La ministra de Igualdad, Montero, está al tanto, naturalmente, de los reproches que su texto cosecha en personas y colectivos que están muy lejos de ser retrógrados, o machistas, o de extrema derecha. Sabe que el debate existe entre personas y colectivos tan feministas como ella. Pero hasta hoy ha preferido ignorarlo despachando todas las críticas como reaccionarias, derechistas y criminalizadoras de la mujer. 'Criminalizar' es el verbo más empleado por esta ministra. Precisamente hoy, en el día de la mujer, se pone de manifiesto la diversidad de los puntos de vista feministas sobre planteamientos que la ministra presenta como inapelables. Ella encarna una de las posturas sobre la penalización de los actos sexuales o la regulación, en el registro, del sexo de las personas. Pero tener una postura no significa que la única postura feminista sea la tuya. El debate vivo, intenso, incluso un punto agrio, con el que el feminismo llega a este 8 de marzo demuestra que no es un movimiento monolítico. Que el feminismo es más, son más, que una ministra.