Es verdad: la solemne puesta en escena con que los verificadores querían dotar de trascendencia a la entrega de las primeras armas de ETA ha quedado empañada no sólo por la escasa enjundia de lo entregado sino también por el vídeo cutrecillo que le han colocado a la BBC: esta grabación (que han debido hacer en vhs) y en la que aparecen dos encapuchados, junto a la mesa de muestras, entregándole al verificador jefe la declaración de patrimonio: compruebe, compruebe usted que está todo, y me echa una firma para que conste. Al margen de la constatación de que ETA no sólo se ha quedado sin recaderos que enviar a las cárceles, sino sin iluminadores, tal vez más interesante del vídeo sea que en lugar de las banderas de otros tiempos ahora han puesto en la pared una copia del Guernica, como si se hubiera resignado, por fin, la banda a tragar con el Estatuto-
Toda esta puesta en escena, con vídeo y con comparecencia de los verificadores -hoy se puso corbata Ram Manikalingam- tiene como target -como público para el que está pensada- más a esa parte de la sociedad que quiere ver el final del terrorismo etarra como un proceso complejo apadrinado por organizaciones internacionales que a la parte de la sociedad que lo ve como una derrota de los criminales a manos de la sociedad que durante cuarenta años los ha sufrido. Darán más relevancia a la declaración de los verificadores quienes ven esta historia de terror como un conflicto político que quienes siempre lo han visto como la actividad criminal de una mafia y punto.
Pero alguna relevancia, al final, le está dando todo el mundo. La izquierda abertzale le da relevancia máxima porque, claro, todo lo que haga ETA es importantísimo, crucial, un antes y un después. El gobierno vasco le da realce, aunque sin volverse loco, porque está en su papel -así lo ve Urkullu- de contribuir a que la banda pase a la historia ya para siempre. Y el gobierno central lo que viene a decir hoy es que no es para tanto, más de lo mismo, y que la verificación de un desarme la hace la guardia civil, no los verificadores.
Pero si ponemos la lupa en las declaraciones de Fernández Díaz -el resto del gobierno ni siquiera se ha pronunciado- comprobamos que tampoco se ha empleado a fondo en desacreditar ni el anuncio ni a los verificadores, lo que ha hecho es quitarle importancia. Porque el anuncio, en realidad, no estorba. Si ETA dice que ha inutilizado una parte de su arsenal -literalmente dice que “ha sellado y puesto fuera de uso operativo una cierta cantidad de armas y explosivos”, más obtusa no puede ser la forma de expresarse- si ETA ha hecho eso (“Desarmándonos, primera parte”), pues estupendo, que siga con el resto. A ver si estrenan pronto la segunda con los mismos encapuchados en el papel de “nos sentimos importantes”.
Dices: pero si esto del desarme (“en parte, en parte”) se sabía desde hace ya semanas, si todo el mundo sabía que esto se iba a anunciar hoy. De acuerdo, no ha sido un bombazo. Pero tratándose de ETA, se trata justo de eso, de no volver a sufrir ni un solo bombazo suyo nunca más. Y en eso estamos. En eso están los verificadores, en eso está el gobierno (con el CNI, policía y guardia civil trabajando en ello), en eso está Urkullu, en eso está la sociedad vascay en eso está la izquierda aberztale, en el caso de esta última no por amor a la paz y el entendimiento sino porque llegó a la conclusión de que el terrorismo ahora ya le estorba para hacer política y para vivir de la política, que es a lo que aspiran los dirigentes de la antigua Batasuna (para ellos la banda ahora es un engorro y los reclusos cincuentones, una castaña).
Es evidente que a quien le interesa que esto siga presentándose como un proceso complejo, lento y necesitado de arbitraje extranjero es a ETA, en primer lugar, y a la izquierda abertzale, en segundo. Interesa que haya, o parezca que hay, un proceso porque sólo así mantiene su condición de actor en el mismo. En ausencia de proceso, ¿qué es ETA? Esa banda terrorista que perdió el pulso y se extinguió. ¿Cuál es su papel? Ninguno. Véte ahora a contárselo a los presos y a las familias de los presos. Esto se acabó y ya no pintáis nada. La pretensión de los que están fuera es justo la contraria: permanecer como actores alimentando la ficción de que es ETA la que lanzó y conduce esto que llaman el proceso de pacificación, que es ella quien lleva la iniciativa y a quien hay que reconocerle el mérito.
No dejan de subrayarlo los portavoces abertzales: ETA ha dado pasos de manera unilateral, fíjate que meritorio, sin que nadie le obligue a hacerlo. Bien es verdad que de inmediato añaden que sí, que es unilateral pero que ahora, claro, tiene que haber algún paso de lo que ellos llaman “la otra parte”. De esto va la película: el vídeo de los encapuchados entregándole al simpático Ram Mannikalingam su declaración de patrimonio es el paso a cambio del cual confían ahora en obtener su premio. Un “algo” que poder presentar a su parroquia para que esto siga pareciendo una negociación, un final negociado en el que todo el mundo obtiene alguna cosa.
Es a los presos -y a las familias de estos- a quienes la izquierda aberztale tiene que hacerles creer que lo suyo ha servido para algo. Éste su electorado, oiga, tienen que cultivarlo. En ausencia de la Euskalherría independiente y marxista que habían prometido conseguir, permaneciendo Euskadi como comunidad autónoma en la que rige el estatuto de Guernica, hay que forzar mucho la máquina de la distorsión histórica para embaucar a los presos y a los que ya han salido, pero en eso están. Se os agradecen los servicios prestados, aunque todo haya terminado en esto.
El espantajo, ahora, es la amnistía. Un todos a la calle como colofón, en esta fábula, al proceso de paz y convivencia que tan meritoriamente ha puesto en marcha, y hoy refuerza, la banda terrorista. Nanas para adormecer la frustración de quienes se han descubierto a sí mismos, por fin, como lo que siempre fueron: delincuentes comunes cuya suerte sólo importa ya a sus familias. No hay amnistía posible en el bombo de los premios; no hay más horizonte que el del acercamiento de los reclusos al País Vasco -en esto sí está Urkullu-, mera aplicación de la política penitenciaria que lo mismo te permite mandar a los etarras al Salto del Negro que meterlos en Nanclares o El Dueso. Donde siguen presos, pero a cuyas familias se les hace el viaje para visitarlos más corto. Enorme conquista, quién lo duda, ¿eh?: sólo por poder cumplir condena en una cárcel más próxima han merecido la pena estos cuarenta años de matar gente, ¿verdad, Txeroki?
ETA inutiliza parte de su arsenal. Celebrada sea la noticia. Hace mes y medio la guardia civil ha detenido al llamado frente de cárceles, los Zulueta y compañía, y cuando se ha echado el guante a Troitiño en Londres y a estos dos etarras que llevaban veinte años escondidos en México. “Estas detenciones obstaculizan gravemente el proceso de pacificación”, pregonó (más de boquilla que tomándoselo en serio) la llamada izquierda abertzale. Lo obstaculizan tanto que hoy tenemos a ETA entregando mansamente algunas de sus armas.
Un clavo más en la tapa de la caja donde habrá de quedar enterrado, para siempre, el terrorismo etarra. “Un paso a la disolución definitiva”, ha dicho Urkullu, que añadió esta segunda parte: “que la disolución lleve, en su día, aparejado el reconocimiento del daño causado”. Desarme, disolución y reconocimiento del daño. Esta es la hoja de ruta qu¿Esto es to, esto es to, esto es todo, amigos?e vale. La que avala Rajoy, aunque en público no vaya a reconocer nunca la existencia de ruta alguna.
Cuando el verificador Manikalingam recibió de manos de los encapuchados este arsenalito de hoy debió haberles dicho lo que decía Porky cuando acababan los Loony Tunes pero en pregunta: “¿Esto es to, esto es to, esto es todo, amigos?”